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Es viable un encuentro con Jesús donde el creyente, esté dispuesto a conocer, amar, seguir al Salvador; y de esta armonía cambiar la forma de pensar, sentir y actual.

 “Expresar  la alegría de ser discípulos del Señor, y de haber sido enviados con el tesoro del evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo”.1 Desde el bautismo estamos llamados a un seguimiento de Cristo; conociendo de Él, todo lo que sea posible por los medios que tenemos a disposición. El discípulo va detrás de su maestro, va en busca de la perla preciosa.  Continua lo que empezó desde que se incorporo en el cuerpo de Cristo; por el primer sacramento de iniciación cristiana; va en compañía del Divino Maestro. Profesa su fe y ejerce la vida del cristiano de la mejor manera; dirigiendo la vista hacia Jesús manteniendo esa visión, que hace un verdadero movimiento en su ser. Lo trata,  lo conoce, habla con ÉL,  para actual de una manera coherente en el encuentro personal, que tiene el discípulo con su Maestro; deseando caminar, utilizando su método, entendiendo el mensaje del reino. De la misma manera que una embarcación que lleva a puerto a la pesca que va capturando otra mayor, somos enviados por la persona de Jesús; a llevar el mensaje de la nueva noticia; este es nuestro recado o comisión.

“La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino pidiendo limosna o compasión”.2 Cuando se aprende de Jesús hay un sentimiento grato y vivo que se puede manifestar en el cambio de vida, donde es potencial el seguimiento del maestro como hace más de dos mil años; que las multitudes lo seguían; no importando sus propias desventuras y pecados, sino teniendo una fe firme en que Jesús los podía aliviar de todas sus penas. Quizás la curación espiritual y corporal es algo atrayente en sus seguidores, porque el Maestro da respuestas,  actúa de una manera única, admirable tanto que sus mismos críticos en muchas ocasiones quedan callados.

Para seguir a Jesús se necesita una firme decisión de empezar el aprendizaje en la escuela de la existencia, que es el primer peldaño del Reino de los cielos. En este punto hay, una continua  posibilidad de abrir la puerta de la oportunidad  a Cristo, para que Él se manifieste con toda su gloria y poder. Aunque haiga una dificultad para que la obra de Dios se haga en nosotros, todo es posible para aquellos que confían y actúan según los designios del Padre. El discípulo tiene un acto de coincidir en la doctrina con su Maestro; en los encuentros personales donde se aprende a vivir.

Jesús hace entrar en la clase del Espíritu a toda persona sedienta de verdad; donde el enseña el arte de la existencia, porque es Él mismo Dios, y por lo tanto tiene el título para hacerlo. Porqué en sí, su trabajo es ser maestro para toda la vida de su discípulo. Donde el aprendiz practica la manera de vivir, viviendo de acuerdo a la voluntad de la Divinidad.

Solo se conoce verdaderamente a una persona cuando se comparte, mucho tiempo con ella. Cuando se observa sus actitudes, y poco a poco nos familiarizamos con la persona que conocemos. Con el Divino Maestro pasa lo mismo. En este mismo punto se puede entender mejor porque Jesús vivió mas de cerca con un grupo de personas; es decir con sus doce amigos; que el objetivo era que tuvieran alguna condición, o opinión o tendencia entre sí. Pero lo más importante de todo es aprender a vivir como  Maestro.

El seguimiento de Jesús genera un sentimiento grato, que se manifiesta en el exterior. Teniendo una idea clara de la persona de Jesús; es penetrar en su interior, manteniendo un buen conocimiento del Divino Maestro. Siendo esta la participación dinámica en el aprendizaje de la vida.

Para concluir podemos afirmar que es posible, seguir a Jesús siempre y cuando el creyente esté dispuesto, a dejarse guiar por Él que sabemos que nos ama; teniendo una disposición de aprender la sana doctrina, o la ciencia o el arte de la existencia, siguiendo la academia del amor.

Fuentes

1.     Documento de aparecida, Capitulo uno.

2.     Documento de aparecida,  Capitulo uno;  1.3; 32 A.  (Lc 10, 29-37;  18, 25-43). 

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