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domingo, 2 de septiembre de 2012

Santo Tomas de Aquino su obra y su vida 4


Emprende el viaje al concilio de Lyon. Su enfermedad y dichosa muerte en el monasterio de fonava (fines de enero – 7 de marzo de 1274).

1.       Al cabo de tres semanas se puso en camino para el concilio de Lyon, acompañado de fray Reginaldo y del Donato fray Santiago de Salerno. Llevaba consigo el opúsculo contra errores graecorum, que había compuesto catorce años antes por orden de Urbano IV. Los viajes por aquellos tiempos y caminos eran sumamente lentos y pesados, aun haciendo ros cabalgando sobre un mulo, como en el caso presente. Iba, pues, Tomás montando en el suyo cuando, después de atravesar la pequeña ciudad de Teano, comenzó a bajar la cuesta hacia Borgonuovo. El camino era estrecho y hundido entre ribazos poblados de arboles. Uno de ellos había caído en la merced a un pequeño corrimiento de tierras provocado por las lluvias recientes,  y hacia una especie de puente entre ribazo y ribazo por encima del camino. El dean de Teano, Guillermo y un sobrino suyo llamado Rodifredo, que quisieron acompañarle hasta Borgonuevo e iban en vanguardia, pasaron sin dificultad por debajo del árbol. Algunos pasos detrás le seguía fray Tomás. Pero este, que, como de costumbre , estaba absorto en sus meditaciones, no se fijo en el árbol ni, por consiguiente , se dispuso a evitarlo inclinando un poco la cabeza, y choco violentamente contra él. Corrió en seguida fray Reginaldo, que iba en retaguardia, preguntándose si se había hecho mucho daño, a lo que el contestó dulcemente: “ un poquito nada más”.

2.       Entonces Reginaldo, para distraerle algún tanto, se puso hablar largo y tendido sobre el objeto de su viaje, sobre la importancia del concilio, sobre las inmensas ventajas que reportaría para la iglesia, a la orden del reino de Cicilia; en fin, sobre todo lo que podía ocurrírsele a un bueno e ingenioso napolitano. Tomás no decía una sola palabra. Para hacerle hablar, añadió fray Reginaldo: “ Voz y fray Buenaventura seréis creados cardenales y honraréis grandemente a nuestras órdenes respectivas”. “ Por lo que a mí me toca, replico Fray Tomás, de ninguna manera”. Continuó fray Reginaldo: “ No lo digo por usted personalmente, sino por el bien y la gloria de la orden”. “ Ten por cierto, concluyo Tomás siendo un simple fraile”.

3.       De Borgonuovo se dirigeron por Miturbo al castillo de Maenza, propiedad  de los condes de Ccecano, en donde fueron recibidos cariñosamente por la condesa franciscana, sobrina del Santo, el cual llego muy cansado, A diez kilómetros, junto al río Amaseno, está es la abadia cisterciense de Fosanova, patronado de dichos condes, a cuya familia pertenecía precisamente el entonces abad Teoballos monjes, por haberlos visitado repetidas veces a su paso por Maenza, cuando iba o venia de Roma a Nápoles con ocasión al capítulo provincial.

4.       Eran los primeros días de febrero. Al día siguiente de su llegada empeoró, y continuó empeorando los días siguientes, aunque todavía se levantaba y podía celebrar la Santa misa. Y había perdido completamente el apetito tuvo que finalmente que guardar cama. Fray Reginaldo y el médico Juan de Guido, ya que no podía hacerle comer ningún alimento , se ingeniaba por sugerirle uno que le apeteciese. Entonces el enfermo dijo que acaso comería arenques fresas, como las había comido en Colonia y en París. No se conocía esa pesca en aquel lugar. Pero he aquí que llega un pescadero al castillo un pescadero de Terracina vendiendo sardinas. Examina Reginaldo su cargamento y encuentra una cestita de arenques fresquísimas. El pescadero no lo sabía, pues no había visto nunca arenques, y aseguraba que no había comprado mas que sardinas. Se las preparan fritas y asadas. Mas él tampoco las quería probar. Visto lo cual, la condesa y fray Reginaldo le dijeron que ellos y los demás presentes, que eran del prior de Fosanova con varios monjes, algunos religiosos franciscanos y otros señores, los cuales habían ido a visitarle,  le acompañarían así lograron que los probase”.

5.       Pasaron unos ocho días, se agravó el mal, y Tomás, persistiendo el fin de su vida, pidió que lo llevasen al monasterio de Fosanova. “Porque decía si el Señor se digna en visitarme es mejor que me encuentre en casa de religiosos que de seglares”. Los monjes le habían también invitado su monasterio con particular insistencia. La condesa lo dejo partir con verdadera pena. Sentado sobre el muro y acompañado con sus socios, y del prior Fosanova y de algunos monjes, lo trasladaron con toda precaución al monasterio. Al llegar lo primero que hizo fue visitar el santísimo sacramento. De la Iglesia salió al claustro y, apenas en él sus pies, apoyo la mano derecha sobre la misma columna, pues difícilmente podría regirse en pie, a causa de su gran debilidad, mientras que decía con voz clara, que oyeron todos los presentes: “Esta será para siempre mi mansión, aquí habitaré porque le he elegido”.

6.       Lo instalaron en la mejor celda de la hospedería, y le prodigaron toda clase de cuidados, con tanto amor y deferencia que el Santo se sentía humillado. El mal se iba agravando día tras día. El enfermo estaba de todo inapetente y sentía mucho frio. Los monjes se disputaban por llevarle ellos mismo la leña del bosque contiguo y encender la chimenea para que se calentase.

7.       Con agradecimiento a estos y otros servicios, y a petición de varios monjes que suspiraban por oírle, les expuso sucintamente el Cantar de los cantares , con aquella limpidez y aquella unción de las que él solo tenía el secreto.

8.       A primeros de marzo empeoro notablemente. Hizo confesión general con su confesar habitual, fray Reginaldo pidió que le administrasen el santo viatico. Lléveselo el abad del monasterio el lunes día 5 acompañado de toda la comunidad. Del obispo de Terracina con buen número de franciscanos, pues el mismo pertenecía a esta orden se llamaba Francisco, y muchos religiosos dominicos que habían venido a visitar el paciente desde los conventos de Anagni y de Gaeta.

9.       No obstante su extrema debilidad, el enfermo haciendo un supremo esfuerzo, se levanto de su lecho y, postrado en tierra, estuvo largo tiempo adoración al Santísimo Sacramento, mientras recitaba el Confiteor Deo. Luego se puso de rodillas, e hizo una magnifica y conmovedora profesión de fe, sometiendo todo cuanto había enseñado y escrito a la corrección de la Santa Madre Iglesia.

10.   Al día siguiente pidió la extremaunción, que recibió con máxima devoción, respondiendo a todas y cada una de sus fórmulas y oraciones. Era el atardecer día 6. Y al amanecer día 7, miércoles, sin agonía y con plena lucidez, junta las manos en actitud orante, exhaló el último suspiro, y entregando dulcemente su alma en manos de su Dios y Creador. Tenía cuarenta y nueve años cumplidos y acababa de comenzar el quincuagésima.

11.   Su cadáver exhalaba un intenso y agradable perfume. Al trasladarlo a la Iglesia abacial para darle sepultura junto al altar mayor, lo llevaron hasta la puesta del monasterio, con objeto de que pudiera verlo su sobrina francisca, que lloraba desconsolada. Los funerales fueron muy solemnes y concurridos, pues, además de todo el monasterio y del obispo de Terracina, asistieron muchísimos religiosos franciscanos y dominicos de los conventos circunvecinos  y gran muchedumbre de seglares de toda la Campania, en donde el santo tenía muchos parientes y era universalmente conocido y venerado. En meses y años sucesivos.( septiembre de 1274,1281,1288) hicieron los monjes varias traslaciones de su cuerpo por temor de que se lo robasen, y siempre lo encontraron incorrupto y exhalando un olor suavísimo, a pesar de haberlo tenido enterrado en lugar sumamente húmedo: Su mano derecha que regalaron años después a su hermana Teodora y está dejó luego al convento de los dominicos de Salerno, se conservaba incorrupta y dependía un olor agradabilísimo después de cuarenta y dos años.

12.   Grande y universal fue el sentimiento por su muerte. San Alberto Magno, que por divina revelación la conoció en el mismo instante de acaecer, prorrumpió en lágrimas y sollozos diciendo: “ ha muerto mi hijo fray Tomas, flor del mundo y luz de la Iglesia”. El rector de la facultad de Artes de Paris pidieron dos meses después, el 2 de mayo una santísima carta al capítulo general de Lyon, pidiendo a los padres allí reunidos que les concediese el sagrado cuerpo de quien fue honra de la universidad, estrella matutina de las inteligencias y solo del mundo. Los trenos de Jeremías no les bastan para expresar su desolación por tan inmensa perdida: “ Perdida universal de toda la iglesia”.

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