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viernes, 13 de agosto de 2010

viernes semana 19 de tiempo ordinario.


La tradición señala este día como el de la expulsión del Papa San Ponciano y de San Hipólito, considerados como mártires, ya que murieron en el destierro a consecuencia de los malos tratos sufridos en las minas de Cerdeña, donde fueron deportados por el emperador Máximo en el año 235. Veneramos conjuntamente a unos santos que, en vida, fueron dos rivales. Ya bajo Calixto y su sucesor, el papa Urbano, Hipólito había adoptado una posición abiertamente cismática por motivos teológicos (trinitarios), sociales y morales (representaba el rigorismo) y, como jefe de su grupo, no podemos dispensarnos de tenerlo que calificar de antipapa. En el destierro, en el año 235, Ponciano renunció al supremo pontificado e Hipólito, que compartía sus sufrimientos, quiso imitarlo, desistiendo de sus pretendidos derechos y recomendando la unidad. Ambos murieron en el mismo año. Los cuerpos de los dos compañeros de martirio fueron trasladados a Roma: Ponciano fue depositado en las Catacumbas con los otros papas, Hipólito, en la Vía Tiburtina. San Hipólito, oriental de origen, tiene una gran importancia como escritor eclesiástico. De él conocemos la lista de los escritos, la cual fue grabada en la estatua que le dedicaron sus partidarios. Es el primer gran comentador conocido de los libros sagrados, por lo que, en este sentido, podríamos llamarlo “padre de la exégesis cristiana”.

Primera lectura de la profecpia de Ezequiel 16, 1-15. 60.63

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, denuncia a Jerusalén sus abominaciones, diciendo: “Así dice el Señor: ¡Jerusalén! Eres cananea de casta y de cuna: tu padre era amorreo y tu madre era hitita. Fue así tu alumbramiento: El día en que naciste, no te cortaron el ombligo, no te bañaron ni frotaron con sal, ni te envolvieron en pañales. Nadie se apiadó de ti haciéndote uno de estos menesteres, por compasión, sino que te arrojaron a campo abierto, asqueados de ti, el día en que naciste. Pasando yo a tu lado, te vi chapoteando en tu propia sangre, y te dije mientras yacías en tu sangre: `Sigue viviendo y crece como brote campestre.’ Creciste y te hiciste moza, llegaste a la sazón; tus senos se afirmaron, y el vello te brotó, pero estabas desnuda y en cueros. Pasando de nuevo a tu lado, te vi en la edad del amor; extendí sobre ti mi manto para cubrir tu desnudez; te comprometí con juramento, hice alianza contigo -oráculo del Señor- y fuiste mía. Te bañé, te limpié la sangre, y te ungí con aceite. Te vestí de bordado, te calcé de marsopa; te ceñí de lino, te revestí de seda. Te engalané con joyas: te puse pulseras en los brazos y un collar al cuello. Te puse un anillo en la nariz, pendientes en las orejas y diadema de lujo en la cabeza. Lucías joyas de oro y plata, y vestidos de lino, seda y bordado; comías flor de harina, miel y aceite; estabas guapísima y prosperaste más que una reina. Cundió entre los pueblos la fama de tu belleza, completa con las galas con que te atavié -oráculo del Señor-. Te sentiste segura de tu belleza y, amparada en tu fama, fornicaste y te prostituiste con el primero que pasaba. Pero yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras moza y haré contigo una alianza eterna, para que te acuerdes y te sonrojes y no vuelvas a abrir la boca de vergüenza, cuando yo te perdone todo lo que hiciste.” -Oráculo del Señor-. «Palabra de Dios. Te alabamos Señor».

SALMO RESPONSORIAL

Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6

R/. Ha cesado tu ira y me has consolado.

Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. /R.

Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso. /R.

Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.» /R.

EVANGELIO

Acoged la palabra de Dios, no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 19, 3-12

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?» Él les respondió: «¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los creó hombre y mujer, y dijo: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.» Ellos insistieron: «¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse?» Él les contestó: «Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Ahora os digo yo que, si uno se divorcia de su mujer -no hablo de impureza- y se casa con otra, comete adulterio.» Los discípulos le replicaron: «Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse.» Pero él les dijo: «No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga.» «Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús»

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