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lunes, 7 de marzo de 2011

Promesas y cumplimientos

Estamos siempre expuestos a las promesas que otras personas nos hacen. Algunas podremos creerlas y otras no. Algunas serán la expresión del compromiso decidido y coherente y por ello podremos confiar en ellas, pero otras expresaran más el deseo que las personas tienen a lo que realmente lo que pueden hacer. Quisiera reflexionar con ustedes sobre estas segundas promesas:

No basta con querer hacer algo para poder hacerlo. Es necesario que se den unas condiciones objetivas, y aún subjetivas, que posibiliten que eso que queremos hacer se pueda hacer. Esto es, no todos los deseos que tenemos se pueden volver una realidad objetiva. Muchas veces aquello que queremos no lo podemos hacer porque no sabemos cómo o, simplemente, porque las condiciones que tenemos no nos lo permiten.

Es necesario conocer los límites de la voluntad. Nosotros vivimos en una sociedad que ha hiper-valorizado la voluntad, nos a hecho creer que basta con ella para transformar la vida y eso no es cierto. La libertad, que es la que nos posibilita pensar en la voluntad, no es absoluta; sino relativa y está condicionada por muchas cosas. Por ejemplo, si tengo ganas de irme ya a París pero no tengo el dinero. Mi libertad está condicionada por el dinero, de alguna manera. Este ejemplo sencillo nos pone frente a una de las realidades que el hombre de hoy muchas veces quiere soslayar y lo hacen ilusionarse con lo que no puede realizar.

Hay que tener claro qué condiciones se necesitan para que pueda realizarse lo que deseo o estoy prometiendo. Este punto es fundamental. Muchos de nuestros comportamientos son ocasionados por nuestras taras mentales, por nuestras adicciones, por nuestras debilidades, por nuestras experiencias traumáticas del ayer, por nuestros aprendizajes, etc. Lo cual significa que, para podernos comprometer a hacer algo, tenemos que saber exactamente que es lo qué nos ha estado influyendo y cómo lo podemos transformar o usar mejor en nuestra vida diaria.

Estoy pensando, por ejemplo en una persona infiel que promete no volverle a fallar a su pareja. Esta promesa, si no está sostenida por un análisis exhaustivo y concreto de las causas que le han llevado a faltar al compromiso adquirido, sino está respaldada por la terapia o por el proceso de sanación que supone el cambio de lo que ha causado ese comportamiento, no podrá creerse; porque seguro no se podrá cumplir. Sin tomar conciencia de los traumas y de las situaciones que nos están influyendo para ser infieles no vamos a poder ser fieles. Se quedará en un bello discurso y en una muy buena intención (Recordemos, que Voltaire nos decía que de buenas intenciones está empedrado el infierno). Le creo a un infiel que va a dejar de serlo, porque además de su buena intención va a hacer un proceso que ayudará a controlar, manejar, usar, en buen sentido, sus emociones. Mientras tanto es muy difícil de creer.

También pudiéramos citar el ejemplo del drogadicto que jura y jura que no va a volver a consumir. Sin un proceso terapéutico serio que lo re-eduque totalmente será muy difícil que no vuelva a caer. Se necesita de la fuerza de voluntad pero también de los procesos psicológicos que puedan ayudarle a vencer su falta de autoestima, o cualquiera de las causas de su adicción.

Sé que para algunos este tema puede resultar difícil de aceptar, ya que pareciera que al reconocer lo relativo de la libertad estuviéramos mermando la responsabilidad de las personas en sus actos. Pero tengan la seguridad de que no es así, porque cada uno es dueño de sus actos, de tratar de hacer lo mejor; pero a la vez de tratar de encontrar el camino que lo lleve a solucionar los problemas que no lo dejan cumplir su decisión. Esto es, es doblemente responsable no sólo de lo que quiere hacer sino también de generar las condiciones para hacerlo.

@PLinero (Twwitter)

www.yoestoycontigo.com

P. Alberto Linero G. Facebook
 

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