Es esta una solemnidad muy bella, llena de enseñanza, de esperanza y de consuelo para el pueblo de Dios.
Más que celebrar a la persona de María, estamos celebrando al Evangelio que ha alcanzado su fruto más precioso en Ella. La Asunción de la Santísima Virgen María, efectivamente, es la completa realización de la Palabra de Cristo en una vida humana.
Y por eso, aquello que ya vemos realizado en la Santa Virgen María asunta a los Cielos no es otra cosa sino el destino, el camino y el llamado definitivo de cada uno de los cristianos.
Por eso podríamos decir que esta es la solemnidad del Evangelio realizado. Es lo mismo que sucede cuando en el Santo Rosario meditamos los misterios gloriosos.
Cuando uno está siguiendo lecturas bíblicas para ayudar la meditación de estos misterios del Rosario, pues es evidente que se encuentra como sustento propio para los anteriores misterios, incluido el de Pentecostés, en la Sagrada Escritura.
Pero alguien podría decir: "Para esto de la Asunción de la Virgen no hay un texto. ¿En qué sentido es bíblico hablar de la Asunción de la Virgen y en qué sentido tiene este misterio del Rosario, y por lo tanto esta solemnidad litúrgica que hoy celebramos, sustento en la Sagrada Escritura?"
No hay que temer esa pregunta. Efectivamente lo tiene, porque toda la revelación está escrita, está ofrecida en la Biblia como una dinámica de propuesta y de respuesta.
Dios ofrece su revelación y encuentra respuesta en las personas. Pues bien, no tiene que ser otra la ley que se cumpla en María Santísima. También en Ella hay una propuesta, hay un Evangelio ofrecido y hay un Evangelio Acogido y recibido.
Pues bien, en la Asunción de la Virgen lo que estamos celebrando es que la respuesta es completa y que la propuesta fue completa.
O sea, lo que estamos celebrando es el Evangelio completo, no una cita bíblica sino el hecho de que ese Evangelio encontró total acogida en la vida de Ella, precisamente porque no había ese cerco que demora la acción de Dios y que se llama el pecado.
Por eso también hay que relacionar esta solemnidad con la solemnidad de la Resurrección del Señor. En cierto modo lo que estamos celebrando aquí es que aquella gloria propia del resucitado ya tiene su primer eco y fruto, podemos decirlo así, de su resurrección en María.
Hasta cierto punto esta es la solemnidad de la resurrección de María, aquella en la que recordamos, en la que celebramos que lo mismo que le sucedió a Jesús y que San Pablo dice que está para suceder también en nosotros; pues ya ha sucedido en María Santísima.
Nuestros celos entonces, no deben detenerse más de la cuenta en la vida de Ella. Si la miramos es para mirar junto con Ella el misterio de la misericordia, de la bondad, de la sabiduría y del poder de Dios, y si la escuchamos, es para aprender de Ella a cantar mejor las alabanzas del Señor.
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