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lunes, 27 de febrero de 2012

Mejor solo…

En la vida establecemos relaciones con otros seres humanos siempre. Somos sociales por naturaleza. Pero la naturaleza de nuestro ser social cambia, se transforma, se renueva. De las relaciones vamos aprendiendo a entablar otras relaciones. Así nos estamos siempre relacionando; repitiendo y corrigiendo formas, estableciendo vínculos. Hoy los humanos buscan “conectarse” con otros. El concepto de “amigos” ya no implica el conocimiento personal, ni el compartir del tiempo, ni el tener una historia en común; ahora se es amigo de otra forma: al hacer click en aceptar la invitación para ser un contacto de una red social.
Para mí la amistad implica una vida compartida, unos proyectos comunes, una historia, un conocimiento del otro, una aceptación de sus diferencias y una conciencia de sus limitaciones como una capacidad de aportar al otro como éste me aporta. Pero esa no es la amistad de la que se habla hoy; sino que está gobernada y limitada a una pantalla de computador. A una especie de “AVATAR”, en la que terminamos convertidos en una foto que nos aparenta.

Y esa falta de contacto humano está llevando a una vida social que se hace tan grande como un océano, pero tan profunda como un charco. Se conectan con muchos, pero no conocen, ni se dejan conocer por nadie. Están conectados, pero no hay compromiso humano con los otros. No existe una relación personal, sino virtual; y lo virtual tiene visos de inexistencia, de irrealidad.

Por eso vemos a tantos que tienen mil y más amigos en el Facebook o en Twitter, pero que no se relacionan con nadie, no tienen vínculos con ninguno. En este sentido quisiera que pensáramos en todas las veces en las que hemos mal invertido nuestro tiempo y esfuerzo para construir relaciones que no son ciertas. Cuántas veces hemos perdido horas y horas frente a una pantalla dejando que pase la vida de verdad y la gente de verdad sin que les interese.

También pienso en otras maneras equivocadas de establecer relaciones. Estoy seguro de que muchos tienen relaciones inconvenientes a las que se aferran inexplicablemente. Y pienso en los que se hacen amigos de gente que no aporta nada bueno a sus existencias. En los que se juntan para malgastar el tiempo. En los que se dicen amigos pero nunca ayudan. En aquellos que saben que el otro está equivocándose pero se callan para no dañar la diversión. Pienso en los viven juntos, pero nunca comparten una conversación sobre un tema serio.

Quisiera que revisaras qué tipo de relaciones tienes con los otros; que pensaras en la gente con la que compartes tu vida, quiénes son, qué los une, qué hacen juntos, de qué hablas con ellos. Esto no es accesorio, es urgente: necesitas pensar en tu vida, en lo que haces, si logrando algo que te haga sentir orgulloso y si quien te acompaña sirve para que pasen cosas buenas en tu historia.

Es mejor terminar una relación cuando descubres que nada te aporta, que trae más problemas que beneficios; cuando te detienes a pensar y te resulta difícil enumerar más de tres aportes positivos para ti. Sin embargo sé que nos cuesta mucho desprendernos de lo que nos hemos acostumbrado a tener y que preferimos la costumbre que la incertidumbre. Y por eso la gente dice que es mejor malo conocido que bueno por conocer. Así mantenemos muchas relaciones insanas, que nos agobian, que nos resultan tormentosas, complicadas. No las rompemos porque tenemos miedo de la soledad y nos conformamos con cualquier cosa con tal de no estar solos.

Pero de qué vale conformarnos con asegurar ese “aunque sea” que tenemos; para qué aferrarnos a esa relación mediocre y quebradiza, si al final sabemos que quien está a mi lado preferiría no estarlo; ese que se aguanta todo de mí lo hace porque no hay más opciones. Creo que es mejor enfrentarnos a lo soledad, atravesar por un desierto sin rendirnos, porque estamos convencidos de que queremos lo realmente bueno, lo deseable.

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