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lunes, 2 de julio de 2012

Alter Christus - Posibilidades y Limites


¿Puede el sacerdote, siendo hombre débil, llegar a ser ‘otro Cristo’?
Esta es la pregunta que abre uno de los temas de estudio en un reciente foro de Catholic.net. Transcribo aquí mi respuesta, como extendiendo ese foro a estas páginas. Es posible que mi opinión, en este caso, se aparte un poco de la línea más devocional o espiritual, pero creo que de eso se trata en un foro, después de todo…
Mi convicción es que la realidad del ministerio ordenado es amplia y profunda–no estoy diciendo nada nuevo–y por ello mismo es difícil capturarla en una sola imagen o metáfora. En concreto, pienso que si no se toman adecuadas precauciones podemos cometer fácilmente dos errores:
1. Apropiarnos lo que en realidad pertenece a todos los cristianos. Aquello de “Es Cristo quien vive en mí” en la Carta a los Gálatas nadie dijo que era sólo para los ministros ordenados. Aquello de “somos uno en Cristo” (Gál 3,28) es también para todo el pueblo de Dios. Cuando se separa al ministro como el único que de veras es “otro Cristo,” ¿no se está consagrando un tipo de distinción que en realidad carece de sustento en la Sagrada Escritura y la Tradición?
2. Mi experiencia ha sido que la frase Alter Christus tiende a seleccionar sólo algunos aspectos de la vida de Cristo, típicamente: la vida espiritual, el ardor apostólico, la práctica de la caridad y la disciplina del celibato. ¡No es poco! Ciertamente, no lo es, pero crea ilusiones ópticas. ¿Dónde está Jesús en sus largos años de anonimato? ¿No dice eso nada al clérigo? ¿Dónde está la radical pobreza del Hijo de Dios, que no teniendo dónde reclinar la cabeza estaba en condición mucho peor que la sobriedad que parece suficiente como requerimiento eclesiástico actual? Perdón la ingenuidad, pero ¿dónde están los milagros de curación, y dónde, muchas veces, el fuego maravilloso de la predicación del Nazareno?
Aclarémonos: por supuesto que el ministro ordenado tiene como título propio ser, no otro, sino Cristo, cuando actúa in persona Christi, pero es sabido, igualmente, que esto sucede en momentos específicos. Fuera de ellos, el criterio creo que tiene que ser más lo que decía San Agustín: “Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros” (Sermón 340,1).



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