domingo, 22 de julio de 2012
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Caminos que llevan al ateismo
Caminos que llevan al ateismo
Autor: P. Jorge Loring
Voy a seguir un poco el esquema de un libro de otro padre jesuita, el P. Pedraz, que lleva muchos años en Puerto Rico. Escribe muy bien. Sobre todo con una lógica convincente. Tiene un libro tremendamente persuasivo. Ya el título tiene garra. Lo titula: « ¿De veras que el cristianismo no convence?» Expone cómo el cristianismo es plenamente convincente. En este libro analiza el P. Pedraz las distintas clases de ateos.
Primero: Hay hombres que son ateos por ignorantes. Porque no saben religión. Y la gente dirá: ¡Ah, pero si éste es una eminencia en Matemáticas! ¡Pero si éste es una eminencia en Química! De acuerdo. Es una eminencia en ese ramo de la ciencia; pero de religión sabe muy poco. Sabrá mucha química, mucha biología, y mucha medicina, pero si no sabe Religión, ¿cómo le va a convencer lo que ignora? Si no estudia religión, no sabe religión. Y entonces, ¿por qué no es católico? ¿Por qué vive de espaldas a la religión? ¡Porque no sabe religión! Sabe mucha medicina, pero si no sabe religión, no le puede convencer lo que no conoce. Claro y por eso decimos que muchos hombres de ciencia son ateos porque son ignorantes en el terreno religioso. No saben religión.
Segundo: Otros, lo que tienen es una formación religiosa infantil. Saben de religión lo que estudiaron cuando niños, y no han vuelto a estudiar religión. Y ahora que se han hecho mayores y han aumentado su cultura general, conservan de religión sólo lo que aprendieron de niños, ¿cómo van a resolver sus problemas de adulto con soluciones de niño? La religión que saben no les sirve. Y entonces resulta que la religión no les convence, porque la única religión que saben es la que aprendieron en la escuela cuando eran niños. Si no han estudiado más, si no saben más, entonces se han quedado con formación religiosa infantil. Un adulto necesita otros enfoques, otra argumentación.
Es como el traje de Primera Comunión. Se te ha quedado pequeño. Cuando hiciste la Primera Comunión estabas muy mono con tu traje de marinerito. ¡Pero no te lo puedes poner ahora! ¡Porque lo revientas! ¡Porque no te queda! Pues lo mismo. La formación religiosa que recibiste de niño, para niño te iba muy bien. Pero ahora de adulto tienes que saber religión a lo adulto. No a lo niño. Por eso el que se ha quedado con una formación religiosa infantil se llena de problemas, de dudas y de dificultades. Si tú estudias religión a lo adulto, verás cómo te convences. Porque te puedes convencer. Pero hace falta que estudies religión a lo adulto. La religión infantil, a tu edad, no te va.
Tercero: Otros te dicen: -Es que yo, no acepto dogmas, y la Iglesia es dogmática-. Es verdad. La Iglesia te impone dogmas. Tienes que aceptar sus verdades. Pero tú no eres libre para pensar lo que quieras. Tú tienes obligación de pensar la verdad. Y si piensas la mentira, estás equivocado. Nadie es libre para pensar lo que quiera, y en todas partes hay verdades dogmáticas. Hay verdades indiscutibles, hay verdades obligatorias. Todos los médicos del mundo tienen obligación de decir que el órgano de la visión es el ojo. Ningún médico es libre para decir que el órgano de la visión es la nariz. Todos tienen que decir que vemos con los ojos. Es indiscutible que vemos con los ojos. Todos los químicos del mundo, tienen que decir que la fórmula del agua es H2O. Ningún químico del mundo es libre para decir que la fórmula del agua es CINa. Ésta es la fórmula de la sal común, no del agua .Y todos los químicos del mundo están obligados a decir: agua, H2O. Y no son libres para decir lo contrario. Todos los matemáticos del mundo están obligados a decir que pi es 3.1416. Y ningún matemático del mundo es libre para decir que pi es 8.2452. No, hombre, no. Y todos los matemáticos aceptan pi igual a 3.1416. Y ninguno es libre para decir lo contrario. En matemáticas, en física, en química, en medicina y en religión. En todos los campos del saber hay verdades indiscutibles.
Cuarto: Otros dicen: -Pero es que la moral católica es represiva. No me deja hacer lo que me apetece-. No; la moral católica no es represiva, sino que ayuda al hombre a que se realice como hombre Y no se deje llevar del instinto animal. La moral católica no quita la libertad al hombre, sino que le ayuda a que la use bien. Es como las vías del tren. Le obligan a ir por un camino. Pero no le impiden avanzar. Le ayudan a llegar. Le impiden que se despeñe. Le ayudan al bien, le defienden del mal. Lo mismo la moral católica. Quita libertad para lo malo, no para lo bueno. Señala el camino para que el hombre se realice y cumpla su misión en la vida. Le impide que viva como un animal, como una fiera. Le ayuda a ser persona humana y a convivir con sus semejantes. Dios quiere el bien del hombre. Si todos los hombres cumplieran los mandamientos, la vida sería un pedazo de cielo. Nadie haría daño a nadie, y todos nos portaríamos con los demás como nos gustaría que los demás se porten con nosotros. Cuando Cristo dice que el Reino de los Cielos es una perla preciosa que merece dejarlo todo por conseguirla, no nos engaña.
Quinto: Otros no creen porque tienen dificultades. Tienen dudas. Tienen oscuridades. Tienen problemas. Tienen incógnitas. Bien. Todos podemos tener dudas Y dificultades. Consiste en estudiarlas. En aclararlas. Pregunta a un sacerdote que te las aclare. Pero el que uno tenga dificultades, no significa que la religión no sea verdad. Significa que nuestro entendimiento es limitado. Lo mismo que podemos tener dudas en electrónica, medicina o astronomía. Un físico tiene oscuridades sobre algunos puntos de la física, como los agujeros negros del cosmos: pero no por eso reniega de la física. Un médico tiene problemas insolubles en medicina, como el cáncer; pero no por eso reniega de la medicina.
Un hombre puede tener dudas de fe y ser creyente. Lo que es una tontería es que un señor, porque tiene dudas de fe, porque tiene oscuridades, viva de espaldas a Dios. ¡Eso es una barbaridad! Porque la religión es verdad aunque tú tengas dudas. Tú puedes conocer la realidad de un hecho, aunque tengas oscuridades sobre su fenomenología. Tú sabes que la televisión es un hecho, pero puedes no entender cómo una antena en el techo de tu casa recoge las transmisiones que se hacen desde otro lugar. Dice el P. Pedraz, en ese libro que les decía, muy convincente: «EI ateo podrá tener sus dudas, problemas, oscuridades, incógnitas, pero nunca un ateo puede estar tan seguro de que no hay Dios, como nosotros podemos estar seguros de que lo hay». Así es. El ateo será ateo porque tiene dudas, problemas, oscuridades; pero convencido de que no hay Dios, no puede estarlo. No tiene argumentos. En cambio, nosotros podemos estar convencidos de que hay Dios. Después lo veremos.
Sexto: Hay otro tipo de hombres que no aceptan la religión porque tiene misterios. En la religión hay cosas que superan la razón. Las aceptamos porque las dice Dios, pero no las entendemos. Por ejemplo la Eucaristía. ¿Quién entiende la Eucaristía? Nosotros sabemos que Cristo está en la Eucaristía porque Él nos lo ha dicho. No porque lo entendamos. O porque se vea a Cristo mirando en el microscopio una hostia consagrada. A Cristo no se le ve en la Eucaristía. Pero sabemos que Cristo tomó un pedazo de pan y dijo: «Esto es mi cuerpo». Y como yo sé que Cristo es Dios y lo puede hacer, yo me fío de Él. Pero yo no lo entiendo. ¿Cómo voy a entender que en esa Sagrada Forma esté metido Dios? Lo creo, pero no lo entiendo: es un misterio.
Y ése que no cree en la Biblia, después se traga cosas mucho más gordas, Porque hay montones de cosas en la vida que no entiende, y se las traga. A ver ese hombre, si no sabe electrónica, cómo se explica que le da a un botón de la «tele», y sale un señor leyendo noticias en Madrid, o un partido de fútbol en Valencia. ¿Eh? ¡A ver cómo lo explica! ¿Cómo vienen por el aire esas imágenes? Con una antena en el techo de tu casa y un cable a tu aparato, Y estás viendo un partido. A ver, ¡explícamelo! ¿Lo entiendes? Y sin embargo, aceptas el hecho de la televisión. Y no sabes cómo la radio capta ondas que están aquí mismo. Aquí hay ondas. Ondas hertzianas. El oído no las capta, pero coges un aparato, un transistor y capta las ondas. Tú no sabes cómo, y lo aceptas. Porque estás viendo que un aparato pequeño capta ondas de radio que el oído no capta. Y si tú sabes electrónica, pues no sabes medicina.
Y a ti te duele en la parte inferior derecha del vientre y vas al médico, y te dice: ataque de apéndice. Y vas al quirófano y te rajan, Y tú, ¿qué sabes si es ataque de apéndice o es cólico nefrítico? Te fías del médico que sabe si es apéndice o es cólico nefrítico. Pero tú no lo sabes. Y a ti te duele. Y tú, que eres al que le duele, no sabes si es apéndice o cólico nefrítico. Pero te fías del médico. ¡Te tienes que fiar! Y el médico se fía del piloto. Va en un avión. Y el médico sabe medicina, pero se asoma a la cabina del avión, y empieza a ver relojes: un vacuómetro, un tacómetro, un manómetro, un altímetro, etc. El piloto que los entiende, vigila la compresión del motor, las revoluciones por minuto, la altura, la presión del aceite, etc. Pero tú con tantos relojes te haces un lío. Y el médico se fía del piloto. Y el piloto se fía del médico, y el médico y el piloto se fían de la cocinera, porque no todos sabemos distinguir los hongos venenosos de los comestibles. Si vas a tener que analizar cada alimento que te ponen para saber que no está envenenado, no puedes comer. Te fías de la cocinera. Nos tenemos que fiar unos de otros. Y resulta que este hombre que se fía del médico, del piloto y de la cocinera, y se fía de tanta gente, después no se fía de Dios. ¡Hombre! Ya te podías fiar de Dios, ¿no? Te tienes que fiar de los demás, porque si no te fías del prójimo, no puedes dar un paso en la vida. ¿Y te fías de todo el mundo menos de Dios? ¡Pues vaya lógica que tienes!
Pero es más. Es que el hombre que no cree en Dios, se tiene que tragar cosas mucho más gordas que los que creemos en Dios. Los que creemos en Dios tenemos explicación para muchas cosas que sin Dios no tienen explicación: los que no creen en Dios no pueden explicármelas. Por eso recurren a la salida cómoda del «no sé» propia del agnosticismo. Como no quieren creer en Dios rechazan la razón que hay para creer y prefieren quedarse en la cómoda ignorancia del «no sé». Pero esta postura del agnóstico supone muchas más «tragaderas». Y esto nos lo va a decir nada menos que un soviético. Supongo, si es que han leído un poco el periódico, habrán seguido el caso de este premio Nóbel soviético que se llama Alejandro Solzchenitsyn. Pues este soviético, Premio Nóbel 1970, es creyente.
Muchos se creen que en Rusia todos son comunistas. No hombre, no. En Rusia mandan los comunistas, pero no todo el mundo es comunista. En Rusia hay mucha gente que cree en Dios. Los comunistas son ateos; pero hay montones de personas que creen en Dios, Y uno de ellos es éste: Alejandro Solzchenitsyn, que ha escrito una oración muy bonita. Dice esto: «Señor, qué fácil me es creer en Ti, porque si prescindo de Ti, el mundo está lleno de incógnitas».
El católico tiene misterios: la Eucaristía, la Trinidad, la Redención, la Virginidad de María..., etc. Pero el no católico tiene muchos más misterios. Porque si quitamos a Dios, la vida tiene muchas cosas que no se explican. Con Dios se explican muchas cosas que sin Dios, no hay quien las explique. Después aclararé esto. Por eso dice Solzchenitsyn: «Señor, qué fácil me es creer en Ti; porque si prescindo de Ti, la vida está llena de oscuridades, llena de incógnitas, llena de cosas inexplicables». Otro premio Nóbel de Medicina, Alexis Carrel, tiene esta frase: «No soy tan crédulo, como para ser incrédulo». Porque el incrédulo, el que no cree en Dios, se tiene que tragar muchas más cosas que el creyente, que el que cree en Dios. Porque los creyentes aceptamos algún misterio porque nos lo dice Dios y nos fiamos de Él, pero el no creyente tiene que aceptar montones de cosas que sin Dios no tienen explicación. Por lo tanto, decimos, nosotros somos creyentes; porque realmente es muy razonable creer en Dios.
Séptimo: Otro tipo de ateo es el que se aparta de Dios por razones afectivas. A algunos no les conviene creer en Dios. Porque la Religión exige mucho. Les estorba la religión. Porque viven mucho más cómodos sin creer en Dios. ¡CIaro! Si crees en Dios, te obliga una moral, te obliga una honradez, te obliga una rectitud. Por no querer adaptar tu vida a la fe, tiras la fe por la borda, Dices: -Yo no creo en Dios, y así vivo a mis anchas: hago lo que me da la gana, lo que me apetece, lo que me conviene. Como no creo en Dios, yo tranquilo-. No señor. Ni hablar. El que tú digas que porque no crees en Dios a vivir tranquilo, eso no resuelve nada. Porque si hay Dios, el que tú lo niegues no lo destruye, Dios sigue lo mismo. Y si tú dices que no crees en Dios, ya te enterarás muchacho, porque te vas a morir. Y en cuanto te mueras, te enteras. Por lo tanto, es una idiotez decir: «Yo, como no creo en Dios, a vivir ». No muchacho. No, que eso no resuelve nada. Dice la Biblia en el capítulo segundo del Libro de la Sabiduría: «Los que quieren gozar en este mundo como si no hubiera otra vida, se equivocan; pues Dios ha hecho al hombre para la inmortalidad». Dios sigue igual. Lo aceptes o no lo aceptes. Dios no desaparece porque un señor diga: «Yo, como no creo en Dios, yo tranquilo». No hijo. Dios no desaparece.
Les cuento un cuento: Iban un día de paseo dos peces por el mar. Y un pez le dice al otro: -Oye, ¿ves esa lombriz? Pues fíjate, está colgada de un hilo. Pues en la punta del hilo hay una caña, Y esta caña está en manos de un hombre, Y ese hombre está esperando que uno de nosotros se tire por la lombriz, para engancharle, y al sartén. Y el otro que se las daba de muy enterado, que no creía nada de eso le dice: -Bueno, pues no estás tú anticuado. ¿Y tú crees en el cuento del sartén? ¡Pero si eso es un cuento de viejas! ¡Si eso lo contaba mi abuela! Yo, un pez moderno, en el siglo de la técnica, ¿me voy a creer cuentos de viejas? ¿Quién ha vuelto del sartén para contarlo? Hombre, no seas antiguo. ¡Vas a creer en cuentos de viejas! ¿No quieres la lombriz? ¡Tú te la pierdes! ¡Mía es!
Y este pez «listillo», que no creía cuentos de viejas, que se reía de todo eso, se tiró por la lombriz, Y lo engancharon y, ¡al sartén! ¡Claro! Porque el cuento del sartén no es mentira porque él diga que es mentira. Existe el sartén y los hombres que comemos pescado frito. Aunque el otro que se las daba de enterado decía: «Si eso lo contaba mi abuela; eso es un cuento antiguo; como el cuento del infierno». Es que las verdades son muy antiguas. Hace mucho tiempo que dos y dos son cuatro, y no por eso dejan de ser cuatro. Lo que es verdad, lo fue ayer, lo es hoy y lo será mañana. Y el infierno que fue verdad para los abuelos, será verdad también para los nietos. Porque la verdad es la misma. Las verdades dogmáticas no pasan con el tiempo. Son verdad siempre. Y el que no crea se va a enterar. Porque se va a morir. Y en cuanto se muera se entera. Cuestión de cien años. Cien años pasan pronto, dentro de cien años estaremos enterrados todos. Aquí no quedará nadie de nosotros. Ni uno. Los que creemos, nos encontraremos con lo que creemos. Y los que no crean se encontrarán con que se equivocaron. Pero todos nos vamos a enterar. Porque la muerte nos lo aclarará todo. Por eso es una tontería decir: «Yo, como no creo, a vivir». No chico, estudia y cree. Porque como no creas te vas a llevar un chasco.
Octavo: Hay otro tipo de hombres que no creen porque han tenido la desgracia de recibir el impacto del mal ejemplo de un mal católico. Esto ocurre. Dicen: «si ése es católico, y hace esto y hace lo otro; pues yo no quiero ser como ése». O de un mal sacerdote. Quiera Dios que nunca en la vida tengas la desgracia de tropezar con un mal sacerdote, porque los hay. Si entre los doce Apóstoles hubo un Judas, entre los cuatrocientos mil que somos hoy... Los hay. Haciendo un daño horrible. Quiera Dios que nunca tropieces con uno, porque te quitan la fe. Y la fe es lo que más vale en el mundo. Más que los millones. Y un mal sacerdote acaba con tu fe. Ojalá que todos los sacerdotes fuéramos «otros Cristos». Que tenemos obligación de serlo. Dentro de la fragilidad humana; pero tenemos obligación de esforzarnos por parecernos a Cristo. Y el que en lugar de ser otro Cristo en la Tierra, lo que hace es machacar la fe del pueblo con su mal ejemplo y con las cosas que dice, eso es de una enorme responsabilidad. Por eso digo, que cuando un hombre ha tenido la desgracia de recibir el impacto de un mal sacerdote, instintivamente se pone de espaldas a todo lo que ese sacerdote significa.
Pero eso tampoco soluciona nada. Porque si ése es un mal sacerdote, se irá al infierno como toda mala persona. Pero el que ese sacerdote se vaya al infierno, tampoco te justifica a ti. Porque si tú eres un mal católico, estás en riesgo también de irte al infierno. Pero el hecho de que haya malos sacerdotes, no es razón para alejarse de la Iglesia. Si tú te tropiezas con un mal médico, te buscas otro médico que sea bueno; pero no te apartas de la medicina. Si llevas tu coche a un taller y te lo arreglan mal, te buscas otro taller, pero no te quedas con el coche estropeado. Pues lo mismo debes hacer con los sacerdotes: si das con uno que no te gusta, te buscas otro mejor, que los hay.
Acerca de Diego García
Mi nombre es Diego Fernando García, soy el administrador del Pensamiento Serio.
Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico.
Escritor de blog, artículos, creador del proyecto «pensamiento serio» Es un sitio de filosofía sociedad y religión católica. Con recursos como: texto, imagen, audio , vídeo, diapositivas y diferentes formatos adaptados a este espacio.
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