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jueves, 26 de julio de 2012

Reflexiones de Og Mandino


Og Mandino nos hace reflexionar y pone en labios de Dios las siguientes palabras: Tú eres el milagro más grande del mundo. ¿Estás ciego? ¿Sale y se mete el Sol sin que tú lo atestigües? No. Puedes ver, y los cien millones de receptores que deposité en tus ojos te permiten gozar de la magia de una hoja, de un copo de nieve, de un estanque, una águila, un niño, una nube, una estrella, una rosa, el arco iris... y la mirada del amor. Anota un don.

¿Estás sordo? ¿Puede reír o llorar un bebé sin que te des cuenta? No. Puedes oír, y los veinticuatro mil filamentos que puse en cada uno de tus oídos vibran con el viento de la arboleda, con las mareas que chocan contra las rocas, con la majestuosidad de una ópera, con el canto del petirrojo, con el juego de los niños y con la palabra te amo. Anota otro don.

¿Eres mudo? ¿Se mueven tus labios y sólo emiten saliva? No. Puedes hablar. Ninguna otra de mis criaturas puede hacerlo y tus palabras pueden calmar al enojado, animar al abatido, estimular al cobarde, alegrar al triste, acompañar al solitario, premiar al valeroso, alentar al vencido, enseñar al ignorante y decir te amo. Anota otro don.

¿Estás paralítico? ¿Ocasiona tu invalidez que te despojen de tu tierra? No. Te puedes mover. No eres un árbol condenado a una pequeña porción de tierra, mientras el mundo y el viento abusan de ti. Puedes pasear, correr, bailar y trabajar, ya que dentro de tu ser he diseñado quinientos músculos, doscientos huesos y siete mil nervios que están sincronizados para obedecerte. Anota otro don.

¿Es débil tu corazón? ¿Tiene que luchar y esforzarse para mantenerte con vida? No. Tu corazón es fuerte. Pon tu mano sobre el pecho y siente su ritmo, bombeando hora tras hora, día y noche, treinta y seis millones de latidos al año, año tras año, despierto o dormido, impulsando la sangre a través de cien mil kilómetros de venas y arterias, llevando más de dos millones de litros de sangre al año. El hombre jamás fue creado como una máquina. Anota otro don.

¿Estás enfermo de la piel? ¿Las personas se vuelven horrorizadas, cuando te acercas? No. Tu piel está limpia y es una maravillosa creación que sólo necesita que la cuides con jabón, aceite, cepillo y cariño. Con el tiempo todas las armaduras se oxidarán, no así tu piel. Finalmente, hasta el más fuerte de los metales se deteriorará por el uso, pero no la cubierta que he creado a tu alrededor. Se renueva constantemente. Las células viejas son reemplazadas por las nuevas, de igual forma que tu viejo ser es reemplazado por el nuevo. Anota otro don.

¿Se están desbaratando tus pulmones? ¿Lucha un aliento de vida por poder entrar en tu cuerpo? No. Las puertas de la vida te sostienen hasta en el más vil de los ambientes que tú has creado, y trabajan siempre para filtrar el oxígeno que da la vida a través de seiscientos millones de alvéolos, que se encargan de librar a tu cuerpo de los desperdicios gaseosos. Ahora anota otro don.

¿Está envenenada tu sangre? ¿Está diluida por el agua y la supuración? No. En tus cuatro litros de sangre existen veintidós millones de células sanguíneas y, dentro de cada célula, existen millones de moléculas, y dentro de cada molécula, hay un átomo que oscila más de diez millones de veces por segundo. Cada segundo mueren dos millones de tus células sanguíneas para ser reemplazadas por dos millones más, en una resurrección que ha continuado desde el día de tu nacimiento. De la forma en que esto ha sucedido siempre en tu interior, sucede ahora en tu exterior. Anota otro don.

¿Eres retrasado mental? ¿No puedes pensar por ti mismo? No. Tu cerebro es la estructura más compleja del universo. Dentro de sus mil o más gramos, hay trece mil millones de células nerviosas. Para ayudarte a archivar cada percepción, cada sonido, cada sabor, cada olor, cada acción realizada por ti desde el día en que naciste, he implantado en tus células más de mil trillones de moléculas proteicas. Todos los sucesos de tu vida se encuentran ahí esperando a que los recuerdes. Y para ayudar a tu cerebro en el gobierno de tu cuerpo, he dispersado en tu organismo cuatro millones de estructuras sensibles al dolor, quinientos mil detectores táctiles y más de doscientos mil detectores de temperatura. Ninguna nación protege sus reservas de oro mejor de lo que tú estás protegido. Ninguna de sus antiguas maravillas está mejor protegida que tú. Tú eres mi creación más fina.

Dentro de tu ser existe la suficiente fuerza atómica para destruir cualquiera de las grandes naciones del mundo..., y para reconstruirla... Eres una creación única en el mundo. De tu padre emanaron, en su momento de amor supremo, un sinnúmero de semillas de amor, más de cuatrocientos millones. Todas ellas, mientras nadaban dentro de tu madre, murieron. Todas excepto una. Tú. Sólo tú perseveraste dentro del amoroso calor del cuerpo de tu madre, buscando tu otra mitad, una sola célula de tu madre, tan pequeña que se necesitarían más de dos millones de éstas para llenar una bellota. Sin embargo, a pesar de las imposibilidades y del vasto océano de oscuridad y desastre, perseveraste, encontraste la célula infinitesimal, te uniste a ella y empezó una nueva vida. Tu vida. 

Dos células ahora unidas en un milagro. Dos células, cada una con veintitrés cromosomas y en cada cromosoma cientos de genes que regirán cada característica tuya, desde el color de tus ojos hasta el encanto de tus modales y el tamaño de tu cerebro. Empezando por ese espermatozoide solitario, de entre los cuatrocientos millones de tu padre, hasta los cientos de genes en cada uno de los cromosomas de tus padres, podría haber creado trescientos billones de seres, siendo cada uno diferente. Pero ¿a quién creé? A ti. Único en el mundo. Único entre los únicos. Un premio sin precio, poseedor de cualidades en mente, habla, movimiento, apariencia y acciones, que nunca tuvo otro ser que haya vivido, viva o viviere. ¿Por qué te menosprecias? Nunca imites a nadie. Sé tú mismo... Yo te necesito. Jamás he perdido la fe en ti... Te di el poder de pensar, el poder de amar, el poder de reír, de hablar y también te di el poder de rezar... Y, además, te di el poder de elegir... Nunca te he quitado este gran poder. ¿Qué has hecho con esta tremenda fuerza? Mírate, piensa en las elecciones que has hecho en tu vida y recuerda ahora aquellos momentos amargos en los que caerías de rodillas, si tan sólo tuvieras la oportunidad de elegir nuevamente. Lo pasado, pasado está. Por eso, usa sabiamente tu poder de elección-:
Elige amar, en lugar de odiar.
Elige reír, en lugar de llorar.
Elige crear, en lugar de destruir.
Elige perseverar, en lugar de renunciar.
Elige alabar, en lugar de criticar.
Elige curar, en lugar de herir.
Elige dar, en lugar de robar,
Elige bendecir, en lugar de blasfemar.
Elige vivir, en lugar de morir...

Nunca te menosprecies. No te rebajes por las cosas insignificantes de la vida. ¡Nunca ocultes tus talentos de ahora en adelante! Y recuerda que eres el milagro más grande del mundo.

Sí, eres el milagro más grande del mundo. Tienes un alma inmortal, eres hijo de Dios y Dios te dice: Tú eres precioso a mis ojos, de gran estima y yo te amo mucho (Isaías 43, 4).

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