tú sabes todo lo que hago,
tú penetras desde lejos mis ideas;
tú me ves, sea que camine o que descanse,
estás al tanto de todo lo que emprendo.
Antes que lleguen mis palabras a mis labios,
ya tú, Señor, las conoces todas.
Por todos lados me rodeas,
tu mano está siempre sobre mí.
Tu saber es demasiado admirable para mí,
es tan alto, que no puedo comprenderlo.
¿Dónde podré escapar de tu presencia,
dónde podré huir de tu mirada?
Si subo al cielo, allí estás tú,
si bajo al reino de la muerte, allí te encuentro.
Si vuelo hasta el lugar del sol naciente,
o me alejo hasta el extremo de occidente,
también allá me alcanzará tu mano, y podrás llegar a mí.
Si digo: «Voy a esconderme en las tinieblas,
voy a ocultarme entre la noche»,
las tinieblas no son impenetrables para ti,
y la noche es tan clara como el día.
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