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lunes, 3 de septiembre de 2012

Santo Tomas de Aquino su obra y su vida 5


Templanza de Santo Tomás
1.       Santo Tomás era de alta estatura de 1,90 metros, recto, grueso, de cabeza voluminosa, y calva en la región frontal, bien proporcionada, de color trigueño, de porte distinguido y de una sensibilidad extraordinaria. Cualquier cambio atmosférico o de clima le afectaba, y era sumamente sensible al frio. Su figura prócer se destacaba grandemente entre todos los miembros de la comunidad.
2.       Su inteligencia era rápida, profunda, equilibrada, prodigiosa su memoria, incansable su curiosidad, y su laboriosidad no conocía descanso. Comprendía con facilidad cuanto leía, y oía, y lo retenía fielmente en su memoria como en el mejor fichero. Se preocupaba todas las novedades de librería, sin olvidarse de las mejores ediciones o traducciones; y como ser tanto lo que leía, era muchísimo más lo que pensaba y meditaba
3.       Evitaba toda palabra y conversación inútil. A imitación de su Padre Domingo, no hablaba mas de Dios y con Dios. En el momento en que la conversación salía de esos temas, discreta y amablemente se retiraba. Su único recreo era pasear por claustro de su convento, derecho con la cabeza levantada. Elevados los ojos al cielo e profunda contemplación. Pero era al mismo tiempo sumamente afable y cortes en su trato; siempre sonriente y servicial para todos.
4.       Estaba adornado de las mas excelsas virtudes, de una pureza angelical consigo mismo y con los  demás, era sumamente recatado y recogido. Evitaba con sumo cuidado el trato y conversación con mujeres, y rarísima vez se le veía fuera del convento Bartome Capua que le conoció durante varios años, no lo vio fuera del convento de Nápoles más que una sola vez, a la hora de vísperas, y otra vez en Capua; solamente la caridad o la obediencia le hacían dejar su amable retiro de claustral.
5.       Su sobriedad era extrema. No comía y bebía más que una sola vez al día, a mediodía, y siempre en el refctorio compun. No se preocupaba de lo que le ponían delante , y tenían que cuidar de que tomase algo porque se distraía continuando las altas especulaciones de su celda. Fray Reginaldo de Priverno, su habitual y fiel compañero, tenía que hacer con él, oficio de nodriza.
6.       Fue muy amante de la pobreza cuando escribía la suma contra los gentiles usaba unos cuadernillos de papel mediocre, aprovechándolos hasta la última línea y ultimo ángulo. Se contentaba con el hábito y el calzado mi pobre. En su celda no se hallaba nada superfluo ni selecto.
7.       Su humildad fue verdaderamente extraordinaria. Jamás hablaba de sí mismo ni de la nobleza de su familia. Cuando se trato de hacerlo maestro y profesor de París, alego humildemente su corta edad y sus pocas luces, siendo así que su talento y capacidad había sobresalido sobre todos los demás durante su cargo de bachiller bíblico y sentenciarlo.
8.       En los ejercicios y disputas escolares, que es tan fácil excederse, máxime en aquellos tiempos y en aquellas circunstancias por que atravesaba la universidad parisiense, jamás se le escapo un gesto arrogante ni una palabra despectiva o molesta para nadie, a pesar de habérsele molestado y atacado duramente en ciertas ocasiones, como en el artecado de Juan Peckham, o cuando los partidarios de Guillermo de Saint-Amour, capitaneados por el bebel de la universidad, irrumpieron en su clase vociferando como energúmenos, maltratando a sus estudiantes. Rehusó con energía y tenacidad altos puestos y dignidades eclesiásticas, contento con ser y pobre y humilde fraile, y despreciando todas las pompas y vanidades de este mundo. Con ser un hombre tan célebre y admirado por muchos, jamás sintió el menor movimiento de vanidad ni de soberbia.
9.       Grande fue su paciencia en sus trabajos y enfermedades. Nunca se quejaba de nada que le faltase ni de sus dolores. Los enfermos estaban maravilladlos, sobre todo en su última, larga y persona enfermedad. Lejos de quejarse o  molestares con impertinencias, les mostraba humildemente su profundo agradecimiento por lo más pequeños servicios que le hacían. Y durante las luchas y reyertas de París, en que le atacaban a ÉL por una y otra parte como a principal adversario, y a veces como si fuera un hereje, jamás salió de su boca la menor queja en público ni en probado. Era la misma calma y placidez en medio de la tormenta como lo fue literalmente durante una travesía por el golfo de Lyon.
10.   Pero al mismo tiempo era intrépido y enérgico en defensa de la verdad, dando siempre la cara con ejemplar nobleza. Cuando los geradianos, por un lado, y los averroístas, por otro, emplearon procedimientos demagógicos, llevando la discusión de difíciles y complejos problemas teológicos y filosóficos ante el tribunal del pueblo ignorante o de petulantes jovenzuelos, Santo Tomás se encara con ellos, y los emplaza en discutir noblemente por escrito y ante los sabios, con armas legitimas y a cara descubierta. Y ante la insolencia y arrogancia de ciertos teólogos que afirmaban a boca llena sentenciaban quasi ex trípode que una creación ab aeterno era intrínsecamente imposible, sin tolerar ni reconocer el menor derecho de la opinión contraria, el santo les advierte que el talento y la sabiduría no ha comenzado ni terminado con ellos, sino que también otros son capaces de saber lo que traen entre manos.
11.   La ejecución rápida, detallada, conforme a todas sus clausuras y encomiendas, del testamento de su cuñado conde Roger de Aquila, son una obra maestra de justicia; lo mismo que la respuesta pronta y equilibrada a la consulta del general Juan de Vercelli sobre ocho proposiciones denunciadas de Pedro Tarantasia.
12.   Su prudencia era proverbial. Se le llamaba el prudentissimus frater thomas. La acredito plenamente en las respuestas que daba a San Luis de Francia y a las varias consultas que le hicieron de los capítulos generales y el general Juan de Vecelli.
13.   Para los pobres y desvalidos tenia entrañas de madre, los compadecía sinceramente y les ayudaba con limosna y con consejos.  A pesar de su continua abstracción y taciturnidad , era profundamente humano para con todos, especialmente para sus hermanos y sobrinos, que tiernamente y sobrenaturalmente amaba. A su sobrina Francisca, condesa de Cercani, le consiguió del rey Carlos I de Anjou un salvoconducto para que pudiera tomar los baños a Nápoles. Pero era un cariño viril y sin sensiblerías. Cuando ocurrió la muerte de su madre y de sus hermanos nadie podía notar en su rostro y modo de conducirse la menor mudanza o conmoción: únicamente se limitaba a encomendarse a Dios en sus oraciones y sacrificios, invitando a sus discípulos y hermanos en religión a que hiciesen otro tanto.
14.   Su amistad era fiel sincera y sacrificada, tierna. De ella dan testimonio el rector y los profesores de la facultad de artes en París en su célebre carta al capítulo general en Lyon. Y la que tuvo con su ayudante y compañero fray  Reginaldo es de las más puras y conmovedoras que registra la historia. Sin querer se viene a las mientes que tuvo el divino Maestro con su discípulo amado.
15.   Pero sobre todo era hombre de gran oración  y contemplación. Los testigos del proceso de canonización repiten hasta la saciedad que fue un hombre de gran oración. Llamándose así hombre contemplativo y totalmente abstraído de las cosas terrenas hacia las celestes, contemplativo de Dios…, desprendido de las cosas terrenas atraído por las celestes o divinas, con los ojos casi continuamente elevados al cielo.
16.   Era el primero en levantarse por la noche, e iba a postrarse ante el santísimo Sacramento. Y cuando tocaban a matinés, antes de que formasen fila los religiosos para ir al coro, se volvía sigilosamente a su celda para que nadie lo notase. El santísimo Sacramento era su devoción favorita , celebraba todos los días la primera hora de la mañana, summo dilúculo, y luego oía otra misa o dos, a las que serbia con frecuencia. El oficio que compuso para la festividad del corpus Christi y el sermón que predicó ante el consistorio con motivo de su inauguración son de lo más tierno, y devoto y profundamente teológico que se conoce en la sagrada liturgia.
17.   El arte ha inmortalizado este aspecto de la vida de Santo Tomás. En el museo del Prado existe un cuadro de Rubens en el que se presenta una procesión al Santísimo Sacramento. Van delante San Gregorio Papa, San Agustín y san Ambrosio. Siguen detrás San Jerónimo y San buenaventura en el centro avanzan Santo Tomás y Santa Clara. Ella va a la derecha y lleva la custodia; él camina su izquierda , explicando con rostro inflamado de misterio. Lleva un gran libro debajo de su brazo derecho y acciona con la mano izquierda. San Gregorio y San Ambrosio y San Agustín detienen marcha para escucharle; San Jerónimo, meditando consulta la sagrada escritura; y San Buenaventura eleva, extasiado, sus ojos al cielo.
18.   Sobre la tumba del Santo, en la Iglesia de San Sernin, de Toulouse, se levanta una magnifica estatua suya. En la mano derecha tiene el Santísimo sacramento; en la izquierda, una espada de fuego.

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