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martes, 4 de septiembre de 2012

Santo Tomas de Aquino su obra y su vida 6


La suma teologica de Santo Tomás de Aquino.

1.       Origen Santo Tomás con los cuarenta años cuando fue destinado a Roma, al convento de Santa Sabina, con el encargo de organizar, en calidad de regente de profesor, una casa de estudio (1265). Se hallaba en la plenitud de sus fuerzas físicas intelectuales. Poseía una larga experiencia de profesorado de Paris en la curia pontificia de Anagni y de Orvieto. Dominaba perfectamente las ciencias filosóficas y teológicas. Había publicado numerosos opúsculos filosóficos. Basta con recordar los comentarios de Isaías y de San Mateo, sobre las sentencias, de Pedro Lombardo, sobre el opúsculo De trínate, de Boecio, sobre el Divinis nominibus, de Dionisio, sobre los decretales, gran parte de la obra Catena Aurea sobre los evangelios, su manga, Suma contra los gentiles, las cuentiones disputadas.

2.       Instalado en su nuevo cargo, se entregó de lleno a su cometido. Dominaba las escuelas teológicas la obra clásica de Pedro Lombardo, Quatuor libri Sententiarum, publicada un siglo antes. No satisfacía plenamente a Santo Tomas ni por su arquitectura teológica de la autoridad y razón, aun no bien preparadas y ensambladas, ni por su ortodoxia y seguridad doctrinal en puntos importantes de su capital. Tampoco le llenaba el comentario de el mismo escrito diez años antes, cuando la enseñanza en París (1254-1257). Emprende, pues, el segundo comentario sobre nuevas bases, y publica el primer libro. (1265-1266). Mas pronto se da cuenta de que su nuevo escrito no se puede ensamblar en la obra de Pedro Lombardo: es una construcción de otro estilo y de otras proporciones. Inutiliza seguidamente la obra comenzada y manda recoger los ejemplares existentes, probablemente muy contado todavía., pues solo sabemos que había uno en el convento de Lucca, en donde lo vio su discípulo Tolomeo dei Fiodoni, a quien le debemos esta noticia, al publicar una obra original de nueva planta y de mayores dimensiones: es la suma teológica, que inmortalizara su nombre y será el código fundamental de la teología católica.
3.       Lugar y tiempo de su composición: Trabaja en ella durante ocho años, sin poderla terminar. La primera parte fue escrita rápidamente en Santa Sabina y en el convento de Santa María de las Gracias, de Viterbo (1266-1267), a donde fue mandando a enseñar en la curia pontificia de clemente IV. Probablemente en ella integro todo lo bueno y lo maloqueé había escrito poco antes en su segundo comentario de las sentencias de Lombardo. En Viterbo mismo debió continuar la Primarie Segundaria, que ya tenía avanzada, a lo que parece en su segundo traslado a la universidad de París. (1268-1269). En la ciudad de Sena compuso su segunda secundae. (1270-12071). Vuelto a Italia, organiza en Nápoles en estudio general de Teología y enseña en la universidad por el ruego de Carlos I de Anjou, que había trabajado por llevarlo a su corte. Allí escribe la tercera parte, hasta la cuestión 90( septiembre de 1271- a 6 de diciembre de 1273).

4.       Poco le faltaba para concluir su grande obra. Le faltan, empero, las fuerzas físicas, que no logran reanimar los cuidados solícitos de sus hermanos de religión, de sus parientes de sus amigos. Por otra parte, Dios le ha revelado el próximo fin de su vida terrestre, y le ha comunicado tales anticipos de vida eterna que ya no tiene interés en darle cima, a pesar de los ruegos y las instancias de sus intimo amigo y hermano Reginaldo de Priverno para que terminase. No puedo le responde; después de lo que Dios me ha hecho entrever de sus misterios de vida eterna, todo cuanto he escrito me parece paja, y más vale prepararse a recoger la gran cosecha de grano de la vida que Dios me tiene preparada.

5.       Convocado al segundo Concilio de Lyon por Gregorio X, emprende su viaje( enero de 1274), que he dicho será un viaje a la eternidad, entregando su alma a Dios  el día 7 de marzo de 1274 en el monasterio de Fossa Nuova, a la edad de cuarenta y nueve años cumplidos. Más tarde, el mismo fray Reginaldo a lo que parece, que le sucede a su cátedra napolitana, completara la obra con los materiales que el mismo Sato Tomás había dejado escritos en sus comentarios al cuarto libro de las sentencias, y constituyen el llamado suplemento a la tercera parte.

6.       Realmente es una lástima que el propio Santo Tomás no hay terminado su obra cumbre. Hubiérala concluido en cuatro o cinco años, dadas su extraordinaria facilidad y rapidez de t trabajo, a no hallarse impedido por sus frecuentes traslados, tan largos y personas  en aquellos tiempos, y, sobre todo, por la enorme cantidad de lecciones, disputas, sermones, consultas y escritos de todas clases.

7.       Todos acudían a él, desde los reyes hasta los caballeros más conocidos, y desde el maestro general de su orden hasta el haz oscuro de los lectores y estudiantes, sin dejase un punto de reposo. Era en muchos casos abusar de su precioso tiempo y de su bondad sin límites. Causa grima, por ejemplo, ver las treinta cuestiones, anodinas en su mayor parte y sin relación alguna con la teología muchas de ellas, que envió un lector de Venencia, con la pretensión de que respondiese dentro de cuatro días y con el agravante de no motivar sus preguntas, cosa que facilitaría mucho la respuesta. Lo mismo ocurre con las seis cuestiones que le propuso fray Gerardo, lector de Basancon, de las cuales cinco son sencillamente pueriles.

8.       Semejantes impertinencias causaban a Santo Tomás de Aquino verdadera modestia. El, tan impersonal y tan recio a hablar de sí mismo, no puede por menos de recordar a sus importunos preguntones que estaba sumamente ocupado en otras cuestiones de mayor entidad: aunque estaba muy ocupado en otras cosas; aunque estaba ocupado en muchas cosas. Otros habían que pedían una respuesta casi telegráfica a ciertas cuestiones que debían ser tratadas con mucha mayor calma, como el arzobispo de Palermo Leonardo dei Conti, que le pidió un resumen sencillísimo sobre los artículos de la fe y los sacramentos de la Iglesia.

9.       Santo Tomás preparaba a conciencia sus lecciones. “Cierto que me fue difícil contestar… por las ocupaciones que me impone mi oficio de profesor”, dice a la duquesa de Bragante, que le consulto sobre el modo de tratar a los judíos. Y sus sermones: por ejemplo, sus colaciones sobre el Credo, sobre el padrenuestro, sobre el avemaría y sobre el decálogo.

10.   Por otro lado causa verdadero asombro verle llevar de frente, al mismo tiempo que la Suma, multitud de obras envergadura: comentarios sobre Job, sobre el salterio, sobre el evangelio de San Juan, sobre las epístolas de San Pablo; comentarios sobre los físicos de Aristóteles, sobre sus libros  De anima, De Sensu et sensato y De Memoria et Reminiscentia, De Caelo et Mundo, De Generationes et  C orruptione et Corruptione de De Meteoris, sobre su Lógica y su Metafísica, sobre su ética y su Política, amen, de sus comentarios sobre el libro De Causis, de Proclo, y de sus opúsculos de contra doctrinam retrabentium a Regione, De forma obsolutionis, De aeternitate mundi contra murmurantes, De unitate intellectus contra averroístas. Y por añadidura, sus cuestiones diputadas De anima, De spiritualibus creatutis, De uniome verbi incarnati, De virtutibus in communi, de caritate, de correctione fraterna. De Spe y la mayor parte de Malo, seis de sus quoblibetos y sus opúsculos De regimine principum, De substantiis separatis y Compendium teología.

11.   Actividad científica verdemente febril y sorprendente, que un crítico moderno ha calcurado en dos mil páginas en cuatro columnas por año. Decididamente, a no haberse ocupado más que de la composición de la suma teológica, la hubiera terminado airosamente en cuatro años o poco más. 

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