viernes, 29 de noviembre de 2013
SENTIDO COMUN
Mi nombre es Sentido Común
y vivo en el piso de arriba de un alto edificio de la ciudad. Hace tiempo que
me siento solo.
Pertenezco a una familia
de alcurnia venida a menos y, aunque en tiempos antiguos éramos muchos, parece
que mi linaje está a punto de extinguirse, porque el número de los “Común” hoy
es bastante reducido.
Poseo una factoría de
pequeños electrodomésticos muy útiles en las tareas cotidianas de los hogares.
Aunque la empresa iba viento en popa, actualmente las cosas se han torcido, en
parte por la competencia desleal, y en parte porque no he sabido hacerme ver lo
suficiente ante mis clientes.
Ha pasado ya bastante
tiempo desde que comenzó el largo viaje que retiene a mi esposa Sabiduría fuera
de casa.
Las cosas empezaron a
marchar mal cuando llegó a casa Ignorancia, como ave de mal agüero, una prima
lejana de la que ni nos acordábamos y que se presentó de improviso con sus
maletas y su acelerada forma de hablar solicitando hospedaje con la disculpa de
los lazos familiares. En realidad, no había tales lazos, pues ella pertenece a
una rama bastarda de la familia con la que apenas teníamos trato.
La verdad es que en dos
días causó un buen estropicio en nuestra ordenada morada, por lo que tuvimos
que invitarla amablemente a que se trasladara de residencia con la excusa de
que sus inclinaciones, altamente creativas, se verían mejor expresadas en otro
lugar, sin el estorbo de unos familiares ñoños como nosotros. Lo único que
pretendíamos, por supuesto, era evitar que el caos nos invadiera.
Se fue de mala gana,
dibujando una forzada sonrisa en su cara poco agraciada, pero su capacidad de
torpedear a la gente con sus palabras, salidas de su boca a una velocidad
suficiente como para no permitir analizarlas, hizo que pronto encontrara nuevo
alojamiento. Es más, su sonrisa engañosa y lo ameno de sus chismes le abrieron
muchas puertas. De hecho, nadie parecía detectar que los noticiones los
fabricaba ella y que estaba consiguiendo vivir de la sopa boba con una
facilidad alarmante. Hay que reconocer que “Igno” siempre supo camelar al más
pintado si le pillaba suficientemente desprevenido y abierto a sus ardides.
En fin, creo que lo he
dejado correr demasiado tiempo: es el momento de tomar cartas en el asunto
antes de que todo se vaya al garete.
“Igno” consiguió engatusar
pronto a Miedo y, después de una boda rápida y discreta, empezaron a procrear
de una manera preocupante en estos tiempos de escasez. En sus vástagos se leía
su ascendencia. De casta le viene al galgo.
No eran agraciados, en
esto salían a sus padres, pero poseían como ellos una expresión inocente y
dulzona que provocaba simpatía. Vamos, que se metían en cualquier casa y
lograban sus fines con relativa facilidad. Engaño, Vanidad y Egoísmo fueron los
primeros trillizos.
¡Cómo echo de menos a
Sabiduría, mi bella y radiante esposa!
Tenemos unos hijos
preciosos. Elegancia, Amor y Alegría son unos chicos estupendos que han sabido
independizarse enseguida. Ahí están, trabajando para labrarse un futuro, aunque
hoy, la competencia es feroz.
Voluntad, la más pequeña,
es la que me preocupa. Anda un poco torpe para su edad, pero algo me dice que
cuando se fortalezca, nos va a dar muchas satisfacciones. Menos mal que su tío
vela por ella cuando yo no estoy en casa. Ejemplo siempre ha sido un padrazo y
nadie tiene más confianza que él en que algún día nos sorprenderá a todos.
Voluntad tiene un defecto
congénito que la obliga a hacer ejercicios de rehabilitación para poder crecer.
Ha querido permanecer a mi lado, no por llevarse mal con “Sab”, a la que adora,
sino por una especie de afinidad de caracteres conmigo. A veces creo que el ver
a su madre tan segura y tan diestra en alcanzar las metas que se propone, la
hace sentirse más torpe de lo que en realidad es.
Yo me alegré de su
decisión, no por mí sino por ella, porque aquí podía ver más a menudo a su tío.
Ejemplo siempre tuvo un don para los pequeños y, en el caso de Voluntad, nadie
como él sabe motivarla para hacer su gimnasia (que es un poco rollo, la verdad,
pero ineludible). Por eso, quizás, “Sab” nunca puso ninguna objeción al asunto.
Miedo, a instancias de su
mujer, montó una fábrica, también de electrodomésticos, que acelera el proceso
considerablemente. El resultado es un sucedáneo de productos frágiles, pero su
apariencia exterior es deslumbrante.
“Igno” me dijo que no
tenía nada que ver con lo que nosotros producíamos (eso ya lo sabía yo) y que
por tanto no nos podíamos considerar mutuamente “la competencia”. Lo cierto es
que los clientes no advierten la diferencia y los promotores de la nueva
empresa no ponen mucho empeño en sacarlos de su error.
Y aquí estoy yo, Sentido
Común, queriendo poner las cosas en su sitio. Todavía hay esperanza. Algunos
usuarios han empezado a presentar reclamaciones, y es el momento de aclarar las
cosas.
Sentido
Común terminó de arreglarse; con su toque juvenil a la vez que serio, respiró
hondo, agarró su maletín y mirando al frente con expresión tranquila, traspasó
el umbral.
Acerca de Diego García
Mi nombre es Diego Fernando García, soy el administrador del Pensamiento Serio.
Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico.
Escritor de blog, artículos, creador del proyecto «pensamiento serio» Es un sitio de filosofía sociedad y religión católica. Con recursos como: texto, imagen, audio , vídeo, diapositivas y diferentes formatos adaptados a este espacio.
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