viernes, 3 de enero de 2014
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La igual dignidad de todas las personas
Colaboración de Fray Nelson, desde su blog.
144 « Dios no hace
acepción de personas » (Hch 10,34; cf. Rm 2,11; Ga 2,6; Ef 6,9), porque todos
los hombres tienen la misma dignidad de criaturas a su imagen y semejanza.281
La Encarnación del Hijo de Dios manifiesta la igualdad de todas las personas en
cuanto a dignidad: « Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre
ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús » (Ga 3,28; cf. Rm
10,12; 1 Co 12,13; Col 3,11).
Puesto que en el
rostro de cada hombre resplandece algo de la gloria de Dios, la dignidad de
todo hombre ante Dios es el fundamento de la dignidad del hombre ante los demás
hombres.282 Esto es, además, el fundamento último de la radical igualdad y
fraternidad entre los hombres, independientemente de su raza, Nación, sexo,
origen, cultura y clase.
145 Sólo el
reconocimiento de la dignidad humana hace posible el crecimiento común y
personal de todos (cf. St 2,19). Para favorecer un crecimiento semejante es
necesario, en particular, apoyar a los últimos, asegurar efectivamente
condiciones de igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer, garantizar
una igualdad objetiva entre las diversas clases sociales ante la ley.283
También en las
relaciones entre pueblos y Estados, las condiciones de equidad y paridad son el
presupuesto para un progreso auténtico de la comunidad internacional.284 No
obstante los avances en esta dirección, es necesario no olvidar que aún existen
demasiadas desigualdades y formas de dependencia.285
A la igualdad en el
reconocimiento de la dignidad de cada hombre y de cada pueblo, debe
corresponder la conciencia de que la dignidad humana sólo podrá ser custodiada
y promovida de forma comunitaria, por parte de toda la humanidad. Sólo con la
acción concorde de los hombres y de los pueblos sinceramente interesados en el
bien de todos los demás, se puede alcanzar una auténtica fraternidad universal;
286 por el contrario, la permanencia de condiciones de gravísima disparidad y
desigualdad empobrece a todos.
146 « Masculino » y
« femenino » diferencian a dos individuos de igual dignidad, que, sin embargo,
no poseen una igualdad estática, porque lo específico femenino es diverso de lo
específico masculino. Esta diversidad en la igualdad es enriquecedora e
indispensable para una armoniosa convivencia humana: « La condición para
asegurar la justa presencia de la mujer en la Iglesia y en la sociedad es una
más penetrante y cuidadosa consideración de los fundamentos antropológicos de
la condición masculina y femenina, destinada a precisar la identidad personal
propia de la mujer en su relación de diversidad y de recíproca
complementariedad con el hombre, no sólo por lo que se refiere a los papeles a
asumir y las funciones a desempeñar, sino también y más profundamente, por lo
que se refiere a su significado personal ».287
147 La mujer es el
complemento del hombre, como el hombre lo es de la mujer: mujer y hombre se
completan mutuamente, no sólo desde el punto de vista físico y psíquico, sino
también ontológico. Sólo gracias a la dualidad de lo « masculino » y lo «
femenino » se realiza plenamente lo « humano ». Es la « unidad de los dos »,288
es decir, una « unidualidad » relacional, que permite a cada uno experimentar
la relación interpersonal y recíproca como un don que es, al mismo tiempo, una
misión: « A esta “unidad de los dos” Dios les confía no sólo la opera de la
procreación y la vida de la familia, sino la construcción misma de la historia
».289 « La mujer es “ayuda” para el hombre, como el hombre es “ayuda” para la
mujer »: 290 en su encuentro se realiza una concepción unitaria de la persona
humana, basada no en la lógica del egocentrismo y de la autoafirmación, sino en
la del amor y la solidaridad.
148 Las personas
minusválidas son sujetos plenamente humanos, titulares de derechos y deberes: «
A pesar de las limitaciones y los sufrimientos grabados en sus cuerpos y en sus
facultades, ponen más de relieve la dignidad y grandeza del hombre ».291 Puesto
que la persona minusválida es un sujeto con todos sus derechos, ha de ser
ayudada a participar en la vida familiar y social en todas las dimensiones y en
todos los niveles accesibles a sus posibilidades.
Es necesario promover
con medidas eficaces y apropiadas los derechos de la persona minusválida. «
Sería radicalmente indigno del hombre y negación de la común humanidad admitir
en la vida de la sociedad, y, por consiguiente, en el trabajo, únicamente a los
miembros plenamente funcionales, porque obrando así se caería en una grave
forma de discriminación: la de los fuertes y sanos contra los débiles y
enfermos ».292 Se debe prestar gran atención no sólo a las condiciones de
trabajo físicas y psicológicas, a la justa remuneración, a la posibilidad de
promoción y a la eliminación de los diversos obstáculos, sino también a las
dimensiones afectivas y sexuales de la persona minusválida: « También ella
necesita amar y ser amada; necesita ternura, cercanía, intimidad »,293 según
sus propias posibilidades y en el respeto del orden moral que es el mismo,
tanto para los sanos, como para aquellos que tienen alguna discapacidad.
NOTAS
para esta sección
281Cf. Catecismo de
la Iglesia Católica, 1934.
282Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium
et spes, 29: AAS 58 (1966) 1048-1049.
283Cf. Pablo VI,
Carta ap. Octogesima adveniens, 16: AAS 63 (1971) 413.
284Cf. Juan XXIII,
Carta enc. Pacem in terris, 47-48: AAS 55 (1963) 279-281; Pablo VI, Discurso
ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (4 de octubre de 1965), 5: AAS
57 (1965) 881; Juan Pablo II, Discurso a la Quincuagésima Asamblea General de
las Naciones Unidas (5 de octubre de 1995), 13, Tipografía Vaticana, p. 16.
285Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium
et spes, 84: AAS 58 (1966) 1107-1108.
286Cf. Pablo VI,
Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (4 de octubre de
1965), 5: AAS 57 (1965) 881; Id., Carta enc. Populorum progressio, 43-44: AAS
59 (1967) 278-279.
287Juan Pablo II,
Exh. ap. Christifideles laici, 50: AAS 81 (1989) 489.
288Juan Pablo II,
Carta ap. Mulieris dignitatem, 11: AAS 80 (1988) 1678.
289Juan Pablo II,
Carta a las mujeres, 8: AAS 87 (1995) 808.
290Juan Pablo II,
Angelus Domini (9 de julio de 1995), 1: L’Osservatore Romano, edición española,
14 de julio de 1995, p. 1; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los
Obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en
la Iglesia y en el mundo (31 de mayo de 2004): L’Osservatore Romano, edición
española, 6 de agosto de 2004, pp. 3-6.
291Juan Pablo II,
Carta enc. Laborem exercens, 22: AAS 73 (1981) 634.
292Juan Pablo II,
Carta enc. Laborem exercens, 22: AAS 73 (1981) 634.
293Juan Pablo II,
Mensaje al Simposio internacional « Dignidad y derechos de la persona con
discapacidad mental » (5 de enero de 2004): L’Osservatore Romano, edición
española, 16 de enero de 2004, p. 5.
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Mi nombre es Diego Fernando García, soy el administrador del Pensamiento Serio.
Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico.
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