miércoles, 22 de enero de 2014
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Pregunta seria: ¿en qué se parecen los computadores a las sillas?
Pregunta seria: ¿en qué se parecen los computadores a las sillas?
El escritor británico Douglas Adams, autor
del clásico “Guía del viajero intergaláctico”, hizo alguna vez un ingenioso
comentario sobre la tecnología: los inventos a los que llamamos “tecnología”
son simplemente aquellos que aún no se han convertido en invisibles, en algo
natural en nuestras vidas.
“Ya no
pensamos que las sillas son tecnología”, argumentó. “Pero hubo un momento en el
que todavía no sabíamos cuántas patas debían tener, cuán altas deberían ser y,
cuando tratábamos de usarlas, se averiaban. Dentro de poco, las computadoras
serán tan triviales y abundantes como las sillas… y dejaremos de estar
conscientes de que están ahí”.
La
predicción de Adams, fallecido en 2001, era profética.
Las
computadoras han sido una fuerza tan prominente y deslumbrante en nuestras
vidas durante las últimas décadas que es fácil olvidar que las generaciones que
vienen ni siquiera las van a considerar como “tecnología”.
Hoy en
día, las pantallas constantemente requieren de nuestra atención y todavía
acaparan muchas de nuestras horas de vigilia.
No
obstante, estamos en la cresta del momento en el que la computación finalmente
se deslizará por debajo de nuestra percepción, y eso, según los expertos, será
tan ventajoso como riesgoso.
A
nuestro servicio
Los
científicos de la informática han estado esperando este momento por años.
La frase
“computación ubicua” fue acuñada en el Centro de Investigación de Xerox en Palo
Alto, California, a finales de los 80 por el científico Mark Weiser, y describe
un mundo en el que las computadoras se convierten en lo que más tarde el mismo
Weiser denominó “tecnologías calmas”: sirvientes invisibles y silenciosos,
disponibles hasta en los lugares más inesperados.
Eso es un
hecho desde hace años.
Lo que
estamos empezando a ver, sin embargo, es un movimiento que nos aleja de las
pantallas y nos acerca a máquinas más humildes, que no exigen toda nuestra
atención.
Google
Glass es un ejemplo. Las noticias se han enfocado más en la intrusión que en la
invisibilidad, pero esas gafas son la punta de un iceberg que está emergiendo
rápidamente de aparatos “invisibles” en el sentido más literal, pues la
interacción primaria del usuario con ellos no es mirándolos ni escribiendo en
una pantalla sino a través del lenguaje hablado, la localización y el
movimiento.
Esa
categoría incluye todo, desde los discretos relojes inteligentes y dispositivos
para monitorear el estado físico hasta los cada vez más comunes edificios
inteligentes -desde tiendas a museos hasta carros y oficinas- que se comunican
con los teléfonos y aplicaciones casi sin que nos demos cuenta, y que “saben”
cuál temperatura y tipo de luz preferimos en las habitaciones.
La
nube inteligente
Las
consecuencias de todo esto serán profundas.
Considere
lo que significa tener una relación en términos verbales con su computador, en
vez de una basada en la pantalla.
Cuando
usted está escuchando y hablando en vez de leyendo una pantalla, no está
buscando y comparando resultados, o seleccionando lo que quiere de una lista:
le están dando las respuestas.
O más
precisamente, le están dando una respuesta, confeccionada a la medida no sólo
de su perfil y preferencias sino del lugar en el que se encuentra, de lo que
está haciendo y con quién.
Los
investigadores de Google, por ejemplo, han hablado de la idea de una “nube
inteligente” que responde a sus preguntas directamente, adaptada para ajustarse
al cada vez más íntimo conocimiento que tiene de usted y de todo el mundo.
¿Dónde está el mejor restaurante cercano? ¿Cómo llego allá? ¿Por qué debo
comprar eso?
Relaciones
íntimas
En este
contexto, usar la computadora puede empezar a percibirse como estar con un
acompañante: una conversación de toda la vida con sistemas que nos conocen más
íntimamente que la mayoría de los seres humanos.
Tal
invisibilidad exige varios cuestionamientos.
Si
nuestras computadoras proveen respuestas tan firmes, pero mantienen una
presencia de bajo perfil, ¿empezaremos a confiar demasiado en su información o
a creer que sus modelos del mundo son la realidad?
Como los
motoristas ya lo saben bien, incluso las sugerencias del navegador satelital
pueden estar irremediablemente equivocadas.
Hace más
de una década, los críticos de la computación ubicua señalaron que es el “sueño
febril de los espías: un micrófono oculto en cada objeto”.
Dado lo
que salió a la luz a lo largo de 2013 sobre los rastreos generalizados de la
agencia de espionaje de Estados Unidos, la NSA, se trataba de un temor
acertado.
Hay, por
supuesto, razones para celebrar esta tecnología: la esperanza de un mundo en el
que las computadoras, como las sillas, sencillamente nos apoyan sin quitarnos
el tiempo, ni exigir nuestra atención o esfuerzo.
Y, en
todo caso, las generaciones futuras posiblemente no tendrán las mismas preocupaciones
que nosotros.
Como dijo
Douglas Adams, todo lo que ya existe cuando uno nace es normal, pero “cualquier
cosa que sea inventada después de que uno cumple 30 años de edad va en contra
del orden natural de las cosas y es el principio del fin de la civilización que
conocemos”.
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# 2014
# computadores
Acerca de Diego García
Mi nombre es Diego Fernando García, soy el administrador del Pensamiento Serio.
Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico.
Escritor de blog, artículos, creador del proyecto «pensamiento serio» Es un sitio de filosofía sociedad y religión católica. Con recursos como: texto, imagen, audio , vídeo, diapositivas y diferentes formatos adaptados a este espacio.
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