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sábado, 4 de enero de 2014

¡Qué mamón!

Colaboración de Martin Valverde. De su blog.  
¡QUÉ MAMÓN!.
(grosería que a la mexicana quiere decir petulante, presumido, y similares).

“La gente al ver esta señal milagrosa hecha por Jesús, decía: -Verdaderamente este es el profeta que había de venir al mundo. PERO como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerle rey, se retiró otra vez a lo alto del monte para estar solo”. Juan 6,14-15

Ya en el libro de las Tentaciones del Músico hablo del tema, donde hay toda una enseñanza al respecto, pero como aquí la cosa está recién vivida me atrevo a escribir para refrescar.


A la altura de este escrito, la semana pasada acabamos una maravillosa gira por una zona de México. Tres maravillosos e intensos conciertos, el primero con casi tres mil personas al aire libre y con un frío completamente irrespetuoso, con todo y todo fue una hermosa e intensa actividad a alturas mayores a los 2.200 metros.  Luego pasamos a uno de los mejores teatros de México (el teatro siempre ha sido el mejor amigo del artista) con un lleno maravilloso y con mucha emoción dentro del público. Hasta ahí, ya eran más de seis horas de concierto. El último round fue en otro auditorio, también intenso, gente del pueblo, de esa que es fiel a pesar de las circunstancias y mantiene la fe en medio de mil batallas personales y sociales todos los días.  Para este momento el cansancio y la altura ya empezaban a mermar las fuerzas, pero como siempre, es el llamado, y la sed del pueblo de Dios las que terminan empujando tu trabajo hasta el final. Como dice la Palabra...”él da fuerzas al cansado”... y ese era nuestro caso.

Al final, en la amplia mayoría de mis conciertos, siempre hay una nota que, sin remedio, desilusiona a muchos, yo opto por irme del lugar del evento y comenzar a guardar fuerzas para el siguiente concierto o para llegar a casa con un poco que dar después de la generosidad de dejarnos salir a servir al Señor lejos del hogar.

Si alguna vez me he quedado, es haciendo la excepción, pero confirmando la regla, y en las excepciones hablamos de poca gente y cosa manejable que no se salga de control...porque llega a salirse, y bien, pueden creerme.

Es un hecho que cualquier evento, el que sea, y en especial lo relacionado con la parafernalia de la música y el arte, siempre emociona a la gente y levanta los ánimos en todas direcciones, y por default hace que el artista se vuelva frente a su público algo más que un simple mortal (sobra decir que el que el artista se lo crea ya es otra historia). Y esto debe de administrase y prevenirse con todo equilibrio. No es que sea un asunto malo, no es ese mi tema, pero si pensamos en lo mejor, entonces es mejor poder evitarlo. Como bien decía San Agustín... “a veces, el cariño mata”. 

Para este tercer concierto que les cuento, el cansancio ya me tenía tomado casi por completo,(no es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después) y apoyado en mis fraternales secuaces de la banda pudimos terminarlo bien y con fuerza de Dios. Solo que la decisión de terminar y salir ya estaba tomada.  Pude despedirme de uno de los sacerdotes de la pastoral juvenil y salir rumbo al lugar de estancia.

Los músicos, estaban en el camerino ultimando detalles junto con el sacerdote, cuando entro un joven ‘de la pastoral’, que tenían acceso al camerino, y preguntó... “¿y Martín?. Mónica respondió: ya se fue, y la inmediata y filosófica expresión llena de cultura de este chico de la pastoral fue...”pues que mamón”. (perdonarán el francés). 

Me alegra sobre manera que la misma Mónica le respondió con calma pero con asertividad, le dijo: “No me asusto por el término que utilizas para insultar a Martín, solo me da cierta pena pensar que después de tres horas de concierto y de los momentos de fe que vivimos todos, solo te quedes con eso”.  Evidentemente la respuesta fue un silencio, no sé de que clase, pero silencio al fin.

Después de 31 años en esto de la fe y el espectáculo del arte, mi decisión sigue en pie... 
Me explico:  Resulta que, si me quedo para dar autógrafos o similares, no falta (porque no falta) quien diga, “¡qué se cree este!, ¿Una estrella? ¡Que mamón!”.  Y si resulta que me voy sin dar autógrafos, no faltará quien diga... “¡qué se cree este!, ¿Una estrella? ¡Que mamón!”. (permítanme una sonrisa... ¡JA, JA!). Y como al final el membrete es el mismo me quede o me vaya, elijo irme y seguir mi camino, hasta que el Señor me llame a otra cosa.

Les aclaro que no le damos importancia a esto:  en el momento de la emoción: ni las alabanzas, ni los insultos pueden ser sopesados, o considerados, de ambas te puedes llegar a arrepentir antes de lo que te imaginas. (de haberlo dicho, o de habértelo creído). Dice la Palabra en Proverbios “Deja que otros te alaben, no está bien que te alabes tú mismo”. (Prov. 27,2) y esto se aplica por igual a  los insultos o vejaciones. 

Lo mío es un estilo, no una regla, a mí me funciona, otros tienen otros dones y les funciona de otra manera. Solo se los comparto por aquello de que se vea un poco mamón. 

Al final de un concierto en Arandas, igual salí del concierto. Ya estando en el lugar de estancia, no había cena (suele pasar) y sin más trámites fuimos a un Oxxo (tienda rápida que está por todo México) para un “¡Pato a la orange!”, o sea: un Gansito... (pastelito dulce) y un jugo de naranja. Ahí justo había dos chicas que habían estado en el concierto, hablamos largo rato, nos tomamos fotos, hasta oramos por sus familias, y no a paso a más, en fin, Dios maneja agendas y estilos. 
Perdón si la expectativa es otra, no escribo para que estén de acuerdo conmigo, es solo una postura, insisto, no es regla, pero bien dice el gran Rubén Blades, “el artista se debe así, no a su público si quiere que su obra perdure”.

Un abrazo a todos.


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