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lunes, 17 de febrero de 2014

Iglesia y sociedad. ¿Quién se separa de quién?

Así que el problema, dicen, es que la Iglesia se ha separado de la sociedad, que hemos perdido el tren y que lo que tenemos que hacer es aceptar que las cosas han cambiado.

Estoy completamente de acuerdo en que las cosas han cambiado. Siendo yo niño, cuando un hombre y una mujer se querían, pues se casaban, tenían hijos salvo rara excepción, y vivían juntos hasta que la muerte los separaba. Quizá yo era un ingenuo, pero no recuerdo que hubiera abortos, o al menos que nadie se vanagloriase de tal barbaridad. No voy a negar la existencia de homosexuales, pero pocos y bastante discretos. Tampoco recuerdo que los banqueros o grandes empresarios vivieran con el derroche y el lujo que hoy encuentro. Si alguna o alguno eran de sexo desbocado y con afición al cambio de pareja, desde luego eso no se exhibía por las ferias. Y en cuanto a la religiosidad el que practicaba bien, y el que no, pues nada, que no me vengan ahora con que si al que no practicaba bla, bla, bla… Desde luego si un pobre aparecía por casa jamás marchaba con las manos vacías. Era otra vida.

Por supuesto que las cosas han cambiado. Frente al matrimonio de toda la vida, lo devivir juntos. Niños, pocos o ninguno. Nosotras parimos, nosotras decidimos, y si el niño viene mal, mejor abortar que no que sufra. Gays como setas… ¿de verdad hay tantos? El derroche y el lujo de forma insultante. ¿Hablamos de corrupción? Da grima ver cómo la gente se vanagloria de sus peores infidelidades y encima cobran por contarlo. Y lo de la fe… pues eso, bautizos, comuniones y primeras bodas, y su acaso alguna hermandad. Sí, ha cambiado. ¿Estamos mejor, esto es un avance?
La Iglesia tiene la puñetera manía de recordar los mandamientos y la doctrina recibida desde hace veinte siglos. Comprendo que son ganas de incordiar eso de no matarás, no robarás, no cometerás adulterio, honra a tu padre y a tu madre. Ganas de fastidiar.

¿Qué la gente se junta sin necesidad de matrimonio? Pues nada, a decir que no pasa nada. ¿Que el sexo es el nuevo Dios? Pues sin problemas. ¿Qué hay aborto? Seamos comprensivos. ¿Matrimonios rotos, recompuestos y vueltos a romper? Hay que aceptar los nuevos tiempos. ¿Qué la corrupción se ha instaurado en nuestra tierra? Bah, todos lo hacen y más roba el estado.
Pues nada, ahí tienen a la Iglesia empeñada en ir contra corriente como constante histórica desde el imperio romano. ¿Qué trabajo le habría costado dejar que la gente ofreciese incienso a los emperadores y vivera de orgía en orgía? Empeñada en que no, en que había que vivir según los mandamientos, y con tal fanatismo que hala, hasta dejarse la vida en el circo. La Iglesia siempre fue un nido de fundamentalistas e intolerantes.


Otra vez que si la Iglesia se ha separado de la sociedad. No, no es así. Es la sociedad la que se aparta de los mandamientos, de la palabra del Señor, de lo que ha recibido durante veinte siglos. Pobre sociedad que prefiere optar por la promiscuidad en lugar de por construir una familia, por el derroche y la corrupción en vez de por la decencia, por la cultura de la muerte y el desprecio más que por apoyar, defender y cuidar la vida. Sociedad sin más horizonte que comamos y bebamos que mañana moriremos. No. La Iglesia no se ha separado. Es la sociedad, una gran parte de ella, la que ha decidido vivir al margen de Dios porque le es mucho más cómodo. Libres somos para tomar cualquier camino. Pero lo que no puede caber en una cabeza normal es que encima la Iglesia diga que ese camino de perdición es tan válido como el que emprendieron los santos. Eso no. No podríamos vivir, ni mucho menos morir, con ese peso en la conciencia.




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