viernes, 13 de junio de 2014
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El aburrimiento
El aburrimiento
He pensado mucho en el aburrimiento… sin aburrirme. Me intriga porque es el malestar que siente quien no se siente desdichado. Quien sufre no está aburrido. Está sufriendo. Aburrimiento es el sentimiento de no estar recibiendo un nivel adecuado de estimulación. El psicólogo Hans Eysenck dividió a los seres humanos en introvertidos y extrovertidos, atendiendo a su nivel de estimulación. Hay, decía, un nivel óptimo, en el que nos sentimos bien, sin padecer el tedio ni la ansiedad. Pero cada uno nace con un nivel de estimulación básico. Unos acelerado y otros lento. El acelerado corresponde a las personalidades introvertidas, que no pueden recibir mucha estimulación exterior porque se sienten angustiadas. Por eso, prefieren una vida tranquila, sin grandes altibajos emocionales. Son personas que soportan bien el aburrimiento, que identifican con la serenidad. En cambio, los extrovertidos necesitan buscar continuamente estimulación externa. Son los buscadores de emociones. Se aburren con facilidad, y eso les provoca tal malestar que hacen lo que sea por evitarlo.
La cultura actual fomenta la extroversión, porque es una gran fuente de
consumo. La búsqueda de la novedad es una de sus manifestaciones. Todos somos
tentados por el timo de la innovación. No todas las innovaciones son buenas, no
todo cambio es bueno, pero esas palabras nos emocionan. En estas páginas hablé
de la hiperactividad cognitiva, de la necesidad de recibir continuamente
mensajes. Mis alumnos se angustian si no han recibido un SMS, un tuit, o un watsap
durante cinco minutos. Estamos fomentando la cultura del zapping televisivo,
informativo, afectivo. Se extiende el zapeo en las relaciones de pareja. Si tu
programa no me engancha en cinco minutos, busco otro.
Necesitamos una pedagogía del aburrimiento. Los padres enloquecen cuando
oyen a su niño decir: “Me aburro”. Se sienten culpables, inútiles, desleales.
Cuando era niño, si se me ocurría decir eso, la respuesta era: “Si te aburres,
cómprate un mono”. No me compré un mono, pero me dediqué a escribir. Ortega
decía que cuando un animal se aburre, se duerme. En cambio, el hombre permanece
despierto y tiene que inventar cosas. Peter Toohey, profesor de la Universidad
de Calgary (Canadá) dice lo mismo en su libro Boredom: A lively history. Afirma
que es la antesala de la cread vidad. Cuando estamos aburridos, buscamos nuevas
salidas. Si nos apresurarnos a divertir al niño, le condenamos a la pasividad.
La sociedad del espectáculo es una sociedad de pasivos. Llegados a este punto,
el lenguaje me plantea un sugerente problema. La construcción básica del
verbo aburrir es “la película le aburrió”. El sujeto de la acción, el culpable
del aburrimiento, es la película. Pero utilizamos frecuentemente la expresión:
“Me estoy aburriendo”. ¡Sobrecogedora perspicacia del lenguaje”. ¿Quién es el
sujeto de esta acción? Yo. ¿A quién aburre? A mí mismo. Visto así, el culpable
del aburrimiento es, a la vez, su víctima. Mis alumnos se irritan cuando les
digo: “No estáis aburridos porque las cosas sean aburridas, sino al contrario.
Las cosas son aburridas porque estáis aburridos”. Les recomiendo que tengan
proyectos, hacen interesante la realidad. El aburrido necesita “matar el
tiempo”, porque no tiene con qué llenarlo. Y por eso consuma una conducta
suicida, pues el tiempo es nuestra única riqueza. La creación, aunque sea
minúscula, cotidiana, es antídoto contra el aburrimiento. Por eso, esto se
llama Crear. No sé si lo he conseguido.
Por: José Antonio Marina.
Acerca de Diego García
Mi nombre es Diego Fernando García, soy el administrador del Pensamiento Serio.
Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico.
Escritor de blog, artículos, creador del proyecto «pensamiento serio» Es un sitio de filosofía sociedad y religión católica. Con recursos como: texto, imagen, audio , vídeo, diapositivas y diferentes formatos adaptados a este espacio.
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