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domingo, 10 de agosto de 2014

Nos hundimos porque falta Alguien. Orígenes de Alejandría


¿Cuántas veces hemos soñado con ir hasta la otra orilla? Una orilla en la que los problemas, responsabilidades y rencillas desaparecen como por arte de magia. En el Evangelio de hoy leemos un maravilloso pasaje en el que Cristo nos enseña que esa orilla existe, pero sólo podemos llegar si El nos acompaña. Orígenes de Alejandría nos habla sobre este episodio de una forma muy clara:

"Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a esperarlo en la otra orilla, mientras despedía a la muchedumbre". La muchedumbre no podía ir hacia la otra orilla; no eran hebreos en el sentido espiritual de la palabra, que se traduce como: "la gente de la otra orilla". Esta obra fue reservada para los discípulos de Jesús: irse a la otra orilla, sobrepasar lo visible y corporal, estas realidades temporales, y llegar los primeros hacia lo invisible y eterno. […] Y sin embargo los discípulos no pudieron preceder a Jesús sobre la otra orilla […]; posiblemente quería hacerles pasar por la experiencia de que sin Él no era posible llegar allí. […] ¿Qué barca es a la que Jesús obliga a los discípulos a subir? ¿No sería la lucha contra las tentaciones y las circunstancias difíciles? […]

Y nosotros, si un día nos enfrentamos con tentaciones inevitables, acordémonos que Jesús nos obligó a embarcarnos; no es posible alcanzar la otra orilla sin pasar por la prueba del oleaje y del viento huracanado. Luego, cuando nos veamos rodeados por numerosas y penosas dificultades, cansados de navegar en medio de ellas con la pobreza de nuestros medios, pensemos que nuestra barca está entonces en medio del mar, y que este oleaje busca "hacer naufragar nuestra fe" (1Tm 1,19) […] Mantengámonos seguros hasta que cercano el fin de la noche, cuando "la noche está avanzada y el día está cerca" (Rm 13,12), el Hijo de Dios llegará andando sobre las aguas y calmando la tempestad. (Orígenes. Comentario al Evangelio de Mateo, libro 11, cap. 5-6)

Para el cristiano cada día es una prueba, ya que nos encontramos siempre rodeados de tentaciones, dificultades y problemas. La Iglesia es como esa barca en la que Cristo envió a sus discípulos hacia el ideal de la “otra orilla”. Los discípulos, seguramente estaban deseando dejar la multitud que les acosaba y encontrar ese remanso de paz que todos anhelamos y nunca encontramos por nosotros mismos. En el camino, el viento se volvió contra la barca y las olas hicieron imposible la navegación. ¡Que desilusión! ¿No estaba tan cerca el destino deseado? ¿Cómo es posible que con todas nuestras fuerzas y medios, no podamos llegar hasta la orilla? (Leer más)

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