En una entrevista concedida a El Tiempo, Mons. Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, asegura que la Iglesia debe pedir perdón a los homosexuales«por las heridas que les hemos causado con juicios hirientes y dañinos sobre su tendencia». Igualmente, en relación a las parejas del mismo sexo, el prelado afirma que «la Iglesia puede ayudar a entender esas manifestaciones como válidas, es decir que se dan, y ayudar a las personas a construir sus vidas».
¿Existe división en la Iglesia con respecto a estos temas que se abordan en el sínodo?
Entiendo que hay divergencias e, incluso, diferencias marcadas, pero no divisiones. Estas diferencias son por razones culturales, como que, en Asia, el concepto de familia es diferente al de Occidente.
No es que haya divisiones en la Iglesia, pero sí diferencias de enfoques y conceptos de la moral. La Iglesia tiene un gran reto para evolucionar, que es ser más fiel a Jesús y al evangelio, e interpretar mejor la evolución de la humanidad.
Ha causado mucho malestar en la Iglesia la información que se publicó sobre el punto del homosexualismo...
El tema no es concretamente sobre la doctrina eclesial cristiana o la tendencia o el comportamiento homosexual, es sobre las personas que tengan esas tendencias. En ese sentido no es un asunto doctrinal, sino relacional.
La Iglesia debe mejorar su relación con esta comunidad y ayudar a la sociedad a entender que las personas no se definen por sus tendencias o conductas, sino por su propio valor, dignidad, derechos y deberes. Hay que brindarles más acogida y pedirles perdón por las heridas que les hemos causado con juicios hirientes y dañinos sobre su tendencia.
¿Es posible una apertura de la Iglesia frente al tema de las parejas del mismo sexo?
No entiendo como una apertura las equiparaciones de esas parejas con la pareja humana, que es la de varón y mujer. Sin embargo, esas parejas expresan algo constructivo y positivo del humano, que es el afecto. Una sociedad no puede ser violenta con personas que expresen afectos distintos a los institucionales que tiene la sociedad para organizar la vida de hombres y mujeres.
En ese sentido, la Iglesia puede ayudar a entender esas manifestaciones como válidas, es decir que se dan, y ayudar a las personas a construir sus vidas. No debemos crear conflicto con esas relaciones, porque ya bastantes conflictos tiene la humanidad como para convertir en problemático algo que debería ser aceptado.
¿Qué resultados espera del sínodo, teniendo en cuenta la polémica suscitada?
El primer resultado ya se está teniendo y es generar la reflexión de la humanidad sobre una realidad tan diversa y definitiva en la vida de los seres humanos, como el afecto, la sexualidad, la pareja humana, la realidad del matrimonio y la formación de la institución familiar. Esa realidad vive una grave crisis. El sínodo está haciendo ver que la sexualidad necesita ser orientada, no solo hacia el placer sino como lenguaje de amor, de construcción de un tejido social y de transmisión de la vida.
Magisterio Católico vigente
Ante el reconocimiento legal de las uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los derechos propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva.
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Dado que las parejas matrimoniales cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son por lo tanto de eminente interés público, el derecho civil les confiere un reconocimiento institucional. Las uniones homosexuales, por el contrario, no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no cumplen dicho papel para el bien común.
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En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral.
El texto, firmado por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, concluye con un párrafo en el que ratifica la oposición de la Iglesia a cualquier tipo de reconocimiento legal de las uniones homosexuales:
La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad.
Coloco a esto algunos comentarios de infocatolica, para que nos demos cuenta de la opinión de la gente, respecto a los que nos dice este prelado, que lo aprecio mucho pero me dan tristeza sus declaraciones.
Impresionante esto amigos.
ResponderEliminarCadena de oración por favor…