Entre todos estamos
construyendo esta sociedad tan compleja, tan compartimentada y tan regulada;
tan desarrollada que cada día nos sorprende con un nuevo invento, pero esto
supone también cambios continuos e imperceptibles en los seres humanos, cambios
que afectan al propio concepto de ser humano, así como a su relación con el mundo y la sociedad.
Para controlar este
proceso hemos tenido que desarrollar tal cantidad de normas y leyes que lejos de permitirnos vivir felices y con
mayor libertad, forman una red creciente y envolvente. Una red en la que muchos
van cayendo atrapados, seducidos por la falsa promesa de que es fácil ser
feliz, y de que se puede y debe probar cuanto sea capaz de imaginar.
Aunque, también es
verdad que la rebeldía innata del ser humano es una fuerza real, que está
moviendo a muchos a luchar contra un proceso que se nos escapa de las manos, o que algunos están
provocando, para ser los nuevos señores de un mundo acomodado…
Así es como una persona
hoy se puede ver envuelta en una serie de problemas encadenados, entre otros muchos podrían ser
estos: la ruptura de la unidad familiar, una enfermedad, soledad, paro o incapacidad laboral… Todos ellos con un
carácter mucho más trágico, al suceder en medio de esta crisis interminable y
global, que condiciona a veces las ayudas.
La falta de salud es un
problema natural; la crisis es un mal colectivo, que la han provocado desde
arriba, los poderosos, pero al estallar
nos salpica a todos, y más a los que menos culpa tenían. En la separación, se
pueden repartir las culpas, aunque, la discriminación positiva favorece a
priori a la mujer. Y aquí podemos apreciar, con especial dureza, parte de esa maraña
legal y sus consecuencias.
Una separación se puede
convertir para una persona en una crisis total: económica, pues supone la división y pérdida de bienes, y el
aumento de los gastos; puede hacer perder el empleo; provoca enfermedades
físicas y mentales; es una crisis moral, que desemboca en la pérdida de
confianza en uno mismo, en los demás y en la sociedad, hasta conducirlo a la
marginación, al desamparo y abandono de familiares y amistades.
Para impedir que en la
ruptura de la familia salga perjudicada la parte que se considera más débil, la
mujer, se ha impuesto la discriminación positiva, y así compensar la
discriminación histórica de la mujer. Pero resulta que las mujeres ya tienen
conquistada, tiempo ha, la igualdad de
derechos con el hombre, que ahora la justicia es igual para todos, que
cualquiera puede ser potencialmente víctima o verdugo, sin distinción de sexo,
etc.
Sin embargo, el Estado
ampara esta discriminación, porque es un
estado corrupto, en el que no hay separación de poderes, la justicia está al
servicio de la política, y a merced por tanto de interpretaciones
contradictorias o interesadas según la ideología. Esta discriminación tendría
sentido en otras culturas donde no hay democracia consolidada. De hecho, la aprobación de estas leyes no ha conducido
a la disminución del número de casos de violencia de género, lo único que hemos
conseguido es compartirlos socialmente, organizando manifestaciones de
solidaridad o colocando altares en el lugar de los hechos; y a veces, exhibirlos en la tele, sin ningún pudor,
excitando quizá a imitadores que hasta entonces permanecían inactivos o
aletargados.
La consecuencia de esta
justicia “partidista” e “ideologizada” es una nueva causa de división entre los
ciudadanos, ahora entre hombres
(violentos) y mujeres (víctimas), mucho más sutil y profunda, pues favorece un individualismo radical: el descrédito de
la familia clásica o heterosexual, como institución básica de la sociedad y
garantía de la continuidad de la especie humana; promueve nuevos modelos de familia, y nuevos
derechos (“progres”), el derecho a la elección de sexo, o de género, al aborto, a la muerte digna…
Así, la lucha por el
poder político hoy tiene una trascendencia mucho mayor, pues se pone en juego
el mismo concepto de ser humano; algunos partidos políticos ya no luchan solamente por más o menos derechos
sociales, sino por implantar una nueva sociedad, en base a un determinado
modelo de hombre, que se elige a sí mismo, tanto lo que quiere ser cómo los modos de comportarse, sin la menor
coacción moral o religiosa, basándose sólo en una tolerancia radical y
amplísima.
Hoy vivimos una
sociedad rica, espacial, con un pie en el futuro, pero hemos soltado más de un ancla que nos mantenía
unidos al pasado al que le debemos lo que somos y su conocimiento nos previene
de peligros futuros. Hemos perdido así
una visibilidad despejada hacia el futuro, pues sólo vemos hacia delante, sin
saber bien de donde venimos…
Por eso aumentan dramáticamente las diferencias
sociales, que afectan tanto a la humanidad en su conjunto como a los individuos
de una misma nación aunque sea desarrollada. Pero, a la pobreza material hay
que sumar esa otra pobreza, la que empobrece moral y espiritualmente a los
hombres y los aleja del camino hacia la felicidad auténtica, la que nace de
hombres y mujeres responsables, con un corazón satisfecho y una mente lúcida,
dispuestos a hacer el bien siempre en su vida personal y familiar, profesional
y social.
Anoche, antes de
costarme -todavía daba vueltas a este texto con el que llevo días y horas, modificándolo
de cabo a rabo no sé cuantas veces- casualmente… releía el capítulo 55 de
Isaías, y encontré estas palabras (versículos 8-11 ) que venían a confirmarme
en mi convicción de que la historia es una, que si alguien rompe el hilo
conductor y benéfico, lo paga con su propia desgracia (“en el pecado llevas la
penitencia”, se decía antes) : “Mis planes no son vuestros planes, mi proyecto
no es vuestro proyecto –oráculo del Señor-. Cuanto se alza el cielo sobre la
tierra, así se alzan mis proyectos sobre los vuestros, así superan mis planes a
vuestros planes. Como bajan la lluvia y la nieve del cielo y no vuelven sin
antes empapar la tierra, preñarla de vida y hacerla germinar, para que dé
simiente al que siembra, y alimento al que ha de comer, así será la palabra que
sale de mi boca, no volverá a mí sin cumplir su cometido, sin antes hacer lo
que me he propuesto: será eficaz en lo que la he mandado.”
Me gusto el titulo, hablas bien de algunos problemas complejos, donde uno termina simplemente «enredado»
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