USO DE LOS MEDIOS DE LOS MEDIOS Y TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN
EN LA EVANGELIZACIÓN
DISCURSO DE MONS. CLAUDIO MARIA CELLI EN EL
CONGRESO NACIONAL DE TEOLOGÍA PARA LAICOS "DISCÍPULOS
MISIONEROS DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN"
BARRANQUILLA (31 OCT – 3 NOV 2014)
Para
hablar de Comunicación y Nueva Evangelización, debo aclarar que la comunicación
en la Iglesia en primer lugar no tiene relación inmediata con los medios o
instrumentos de comunicación; la comunicación en la vida de la Iglesia es la
linfa que le permite ser el misterio de Amor entre el Padre, el Hijo, con el
Espíritu Santo. En ese misterio de comunión, nosotros como Iglesia somos
depositarios de esa comunicación trinitaria. Desde esta perspectiva, laicos y
consagrados estamos llamados a comunicar la Buena Nueva que Cristo nos anunció,
descubriendo constantemente nuestra vocación misionera.
Nosotros
hablamos hoy de Nueva Evangelización, que es un término propuesto a la Iglesia
por San Juan Pablo II en 1979 - hace más de 30 años -; sin embargo, la Nueva
Evangelización no hace referencia a la caducidad o envejecimiento del Mensaje ,
sino más bien a la capacidad que tiene el Evangelio de ser un mensaje de
esperanza, transformador y renovador para los hombres y mujeres de todas las
culturas y de todos los tiempos.
El
mensaje de Cristo, que es "el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb. 13,8),
no pasa de moda, pero sí que necesita de cada bautizado para ser portador de
esta Buena Nueva. Y es aquí donde empezamos a reflexionar sobre la
comunicación.
¿Qué imagen de Iglesia y qué imagen de Dios tengo?
Cada
miembro de la Iglesia va madurando una experiencia de Dios que configura una
imagen que vamos construyendo y experimentando, no sólo de Dios, sino también
de la Iglesia; dichas imágenes son fruto de la vida de fe y de la oración.
Podríamos
decir que existe una relación profunda entre la imagen de Dios y de su Iglesia,
con el tipo de comunicación que realizamos. Lo expresaría así: "Dime qué
eclesiología tienes en tu corazón y en tu mente; y yo te diré cómo
comunicas".
A
veces corremos el riesgo de concebir la Iglesia como una "torre de
marfil" extraña a los problemas del mundo, con el peligro – casi
inconsciente – de atrincherarnos y aislarnos de la realidad. La comunicación de
esta Iglesia será a través de edictos, proclamas y sentencias (muchas veces
para condenar o defendernos de los ataques); concebiremos pues una comunicación
de "altoparlantes" con poca capacidad para dialogar. Partiendo de
esta percepción, concebiremos el mundo no como una tierra de misión, sino como
una realidad de la cual escapar.
Actualmente,
el Santo Padre Francisco, nos presenta a menudo el desafío de "salir de la
propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la
luz del Evangelio" , y nos recuerda que la Iglesia debe salir a las
periferias existenciales incluso con el riesgo de equivocarnos: "prefiero
una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una
Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias
seguridades".
Por
tanto, la relación entre la comunicación y la Iglesia, actualmente, no es un
problema de tecnología sino que toca la dimensión más íntima de la vida de la
Iglesia: el amor a los hombres y mujeres. Se trata de una visión muy teresiana;
Papa Francisco es muy devoto de Teresa de Lisieux, y en sus enseñanzas
descubrimos resonancias teresianas profundas ya que, al igual que Santa Teresa,
habla de este amor de Dios a sus hijos.
La
Iglesia tiene que dejarse interpelar por el mensaje del Papa Francisco, es un
mensaje que nos recuerda la exigencia y radicalidad del Evangelio: los
cristianos católicos no podemos quedarnos sólo con los signos exteriores que
realiza Papa Francisco, que de por sí son muy poderosos; pensemos que esas
caricias, esos abrazos, el hecho de acercarse a la gente; y hasta su sonrisa o
sus lágrimas... Esos signos son reflejo de una vivencia más profunda.
Papa
Francisco quiere que la Iglesia sea como un "Hospital después de una
batalla" , es decir un lugar donde las personas sanan sus heridas; y que
en todo caso, mira con simpatía al hombre y a la mujer de hoy, acompañando su
camino a ritmo de peregrino; sabiendo dialogar con ellos como Cristo hizo con
los discípulos de Emaús, incluso entrando en su obscuridad y en su situación de
desánimo para acompañarlos.
"Dialogar
significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger
su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las
propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y
absolutas" .
Comunicar
hoy no significa pronunciar edictos o comunicados en una sola dirección;
comunicar significa asumir una "actitud dialogante", estando
disponibles para dar razón de nuestra fe.
Nos
tocará discernir si como Iglesia hemos tenido culpas al causar la lejanía de
algunos hijos de Dios, y cito a Papa Francisco que se pregunta: "Tal vez
la Iglesia se ha mostrado demasiado débil, demasiado lejana de sus necesidades,
demasiado pobre para responder a sus inquietudes, demasiado fría para con
ellos, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje rígido; tal
vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado,
insuficiente para las nuevas cuestiones; quizás la Iglesia tenía respuestas
para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta."
Por
lo tanto, ante este panorama hace falta una Iglesia capaz de acompañar y de ir
más allá del mero escuchar; una Iglesia que acompañe en el camino poniéndose en
marcha con la gente; una Iglesia que pueda descifrar esa noche que entraña la
fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas. Así como Jesús dio calor al
corazón de los discípulos de Emaús.
***
Ahora
bien, quisiera que demos un paso más en nuestra reflexión y veamos algunas
"pinceladas" sobre el Magisterio Pontificio a cerca de las
comunicaciones. De este modo entenderemos cómo la misma Iglesia ha acompañado
el cambio profundo del mundo de las comunicaciones.
Papa
Pablo VI, en su visión postconciliar, subraya la gran necesidad de utilizar los
medios de comunicación para la tarea evangelizadora. Es famosa para los
comunicadores católicos su frase: "La Iglesia se sentiría culpable ante
Dios si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana
perfecciona cada vez más. Con ellos la Iglesia "pregona sobre los
terrados" el mensaje del que es depositaria. En ellos encuentra una
versión moderna y eficaz del "púlpito". Gracias a ellos puede hablar
a las masas" .
En
esta expresión podemos ver la importancia de la comunicación, y al mismo tiempo
es evidente la concepción de la comunicación desde una visión instrumental,
clásica de los Setenta y Ochenta. En esa época todavía se habla de mass media,
y la Iglesia usaba esos medios como altoparlantes con los que podía llegar
hasta las masas.
Con
la difusión de Internet y el proceso de digitalización a la mitad de los años
Noventa, el Magisterio Pontificio también inició un proceso de discernimiento
durante el que se preguntó cómo las nuevas tecnologías estaban iniciando a
cambiar la sociedad; y es Juan Pablo II quien propone un "cambio de
mentalidad y renovación pastoral" hacia los medios, porque asume que
"las comunicaciones sociales comprenden diversos ámbitos de expresión de
la fe, los cristianos deberán tener en cuenta la cultura mediática en la que
viven" . Es decir, ya no se habla más de instrumentos y se abre los ojos
ante una "cultura mediática" donde las comunicaciones estaban impregnando
todos los espacios de la sociedad.
Es
con Benedicto XVI que el Magisterio Pontificio sobre la comunicación se
actualiza y se inicia a reflexionar sobre el desafío de la "cultura
digital" en la que el rol de los comunicadores es más bien el de la
"diaconía de la Cultura" . Pensemos que de los ocho Mensajes para la
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que Papa Benedicto XVI regaló a
la Iglesia, cinco profundizaron en los desafíos del nuevo ambiente comunicativo
conformado por las nuevas tecnologías de la comunicación social. Ya no se habla
de usar instrumentos, sino de ser y estar en los nuevos espacios de
comunicación.
Algunos
teóricos de la comunicación llegan a referirse a las Nuevas Tecnologías (TIC's)
como extensión de la misma persona.
***
Precisamente
desde este itinerario realizado por el Magisterio Pontificio deseo a
continuación presentar algunos elementos que nos pueden ayudar a cualificar
nuestra comunicación dentro y fuera de la Iglesia.
Presencia cristiana
Tal
vez muchos de los aquí presentes no están familiarizados del todo con la
tecnología y las redes sociales; me refiero a los que nacieron y crecieron
antes de Internet. Pero nos toca vivir a diario con esta realidad; sin embargo
esta reflexión – como ya mencioné – no tiene que ver con el cómo aprender a
usar las TIC's sino que deseo subrayar la necesidad de estar presentes en esta
cultura digital, "habitando cristianamente" estos nuevos espacios
comunicativos.
Una
presencia cristiana en el mundo de las comunicaciones no tendrá la pretensión de
ser los únicos que tienen la razón, sino será una presencia respetuosa y
dialogante, buscando abrir nuevas puertas para la transmisión de la verdad. Al
respecto, el iluminante magisterio del Papa Benedicto XVI afirma: "para
nosotros, cristianos, la Verdad es divina; es el "Logos" eterno, que
tomó expresión humana en Jesucristo, que pudo afirmar con objetividad: «Yo soy
la verdad» (Jn 14,6). La convivencia de la Iglesia, con su firme adhesión al
carácter perenne de la verdad, con el respeto por otras "verdades", o
con la verdad de otros, es algo que la misma Iglesia está aprendiendo".
Al
mismo tiempo, la presencia cristiana en los nuevos espacios de comunicación
también ha de ser una presencia crítica y que diferencia el bien del mal;
cuidando de no caer en un optimismo ingenuo, ni en las exageraciones de
imaginar que la Evangelización se realiza sólo bombardeando mensajes
religiosos; o pretender que el discipulado en las nuevas tecnologías está
desligado de un verdadero encuentro interpersonal y comunitario.
Hemos
de tender siempre a la comunión, a la comunidad y al servicio. Podríamos decir
que hay una finalidad de "encarnación" en mucho de lo que estamos
haciendo; porque la Palabra se hizo carne, no se quedó tan sólo en Palabra. El
amor por los demás puede expresarse de diversos modos también en los ambientes
comunicativos en los que nos encontramos, pero no permaneciendo a un nivel
abstracto o virtual; sino que hemos de llevar a las personas hacia un
compromiso pleno y participativo.
Lenguaje
El
tema del lenguaje en los últimos años ha estado en el corazón del trabajo del
Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, y curiosamente esta
cueestion ha emergido muchísimas veces en el reciente Sínodo Extraordinario
sobre la Familia.
El
mayor desafío al que nos enfrentamos en la Iglesia, sobre todo las generaciones
precedentes a las nuevas tecnologías – me incluyo –, es que nos hemos quedado
en el paradigma del púlpito: yo estoy aquí, yo hablo, los otros escuchan; y
como ya mencionaba, pensamos que los medios de comunicación nos sirven como
amplificadores de un mensaje. Pero el mundo actual ya ha cambiado.
El
lenguaje no tiene que ver tan sólo con las palabras, sino que se refiere en
primer lugar al modo en el que mantenemos nuestras conversaciones.
Tenemos
que aprender un nuevo lenguaje para poder interactuar en el continente digital.
Los nuevos medios son diferentes. Yo puedo hablar, reflexionar, decir algo. Si
a los demás les gusta, o no están de acuerdo, o tienen algo que añadir, me lo
harán saber. Hay interacción, hay participación. Si digo algo, debo estar
preparado para recibir preguntas y dar respuestas, para llevar adelante un
diálogo real. Debemos afrontar las preguntas aunque esto exija tiempo y, sobre
todo, preparación. Actualmente, muchas conversaciones tienen lugar en los foros
públicos como las redes sociales en las que tantas veces no podemos imaginar el
eco o la difusión de nuestros mensajes.
Tres
actitudes que podríamos rescatar de Papa Francisco son: escuchar, conversar y
animar. Mucha gente cotidianamente lucha para sobrevivir y necesita una palabra
de aliento.
Otro elemento de reflexión es la forma de la comunicación.
Como
Iglesia, hemos elaborado muy bien numerosos textos: encíclicas, cartas,
entrevistas. No se pone en duda que los textos son fundamentales. Pero tenemos
que darnos cuenta de que en el nuevo ambiente comunicativo, la cantidad de
tiempo que la gente dedica a un texto es, en principio, muy pequeña, por lo que
necesitamos compartirlo con ellos en un lenguaje acorde a los nuevos medios.
Así
como la Iglesia fue capaz de encontrar formas de comunicación no escrita como
las vidrieras, la música, la escultura, la pintura, el arte y la belleza en
general, actualmente nos toca ser creativos para alcanzar no sólo el intelecto
sino también el corazón de las personas. Mucha gente encuentra el mundo actual
frío, duro, difícil: animémosles, démosles esperanza.
Pensemos
bien al utilizar una terminología sencilla para explicar nuestra fe; no demos
por supuesto que las personas conocen el significado de muchas de las palabras
que utilizamos, incluidas palabras como "evangelización",
"reconciliación" o "salvación". Seamos cuidadosos al hablar
de la teología o de la liturgia: hablar en difícil no es sinónimo de inteligencia.
Si
conseguimos que las personas participen, podrán caminar junto a nosotros, y
entonces podremos exponer ideas más ricas y articuladas; pero para esto será
necesario que hablemos un lenguaje que llegue al corazón antes que a la mente.
Testimonio
Tendríamos
que tener presente constantemente que "La Iglesia crece por atracción y no
por proselitismo"; pensemos, por ejemplo, si nuestra presencia en las
redes sociales refleja que nosotros somos cristianos.
Hoy
debemos hacer un llamado imperioso a vivir nuestro papel de discípulos y misioneros.
La gente nos juzga por lo que ve o lo que comprende sobre nosotros. Por eso el
testimonio ha sido siempre un modo privilegiado de comunicar el Evangelio.
"Todo
bautizado es 'cristóforo', es decir, portador de Cristo, como decían los
antiguos Padres. Quien ha encontrado a Cristo, como la Samaritana del pozo, no
puede tener para sí esta experiencia, sino que siente el deseo de compartirla,
para llevar a otros a Jesús. Habría que preguntar a todos los que nos
encontramos si perciben en nuestra vida el calor de la fe, ¡si ven en nuestro
rostro la alegría de haber encontrado a Cristo!"
Como
ya he recordado, deseo subrayar que como cristianos estamos llamados a caminar
a ritmo de peregrino: no adelantarse ni quedarse demasiado atrás. Acompañando a
nuestros hermanos a encontrar a Cristo, con paciencia, con atención, de un modo
genuino que pueda ser percibido y acogido por los interlocutores.
Para
alcanzar este objetivo, hemos de tener una renovada conciencia de quiénes
somos; siendo auténticos, coherentes, respetuosos con los demás en el modo en
que nos comportamos, en lo que decimos, en la paciencia y la tolerancia que
mostramos. En todo ello, los demás pueden ver algo que les mueva a pensar que
allí hay algo genuino que vale la pena conocer.
El
testimonio también se realizará en una participación activa en la vida de la
Iglesia. Me gustaría proponer el término "interactividad
descentralizada"; es decir, los laicos necesitan conocer qué debates hay y
en qué niveles se desarrollan; y asumir la responsabilidad de dialogar con
otras personas en un lenguaje apropiado para ellas, en una cultura y en un
contexto que funcione para ellas; de forma que no se escuche solamente la voz
del Papa, sino que cada uno de nosotros aporte su propia respuesta a la
pregunta "¿Y quién dices que soy Yo?". Por ejemplo, hemos de ser
capaces de hablar con autenticidad sobre nuestra fe y nuestras creencias a las
personas con las que nos relacionamos. Eso es subsidiariedad. No acudamos al
centro para todo: hagamos las cosas localmente.
Por
otra parte, también tenemos que mostrar a las personas lo que está pasando
dentro de nuestras iglesias, en vez de simplemente contárselo. La imagen de
Iglesia que muchas personas tienen está marcada sólo por hechos penosos y
negativos; necesitamos mostrarles la vida de la Iglesia, en particular a nivel
local, donde la Iglesia se preocupa por las personas, las apoya, las fortalece
y las cuida.
Pablo
VI decía que "el hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los
maestros" ; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y en
los hechos que en las teorías; entonces seamos testigos que arrastran con el
ejemplo.
Formación
Diría
que nuestro compromiso cristiano exige formarnos en los ámbitos de nuestro
interés tomando tiempo para estudiar la Palabra y la Doctrina, que son
fundamentales; al mismo tiempo, según nuestros intereses me gustaría invitarles
a encontrar espacios de aprendizaje y de estudio sobre la comunicación; estoy
seguro de que esto ayudará mucho también en el ámbito familiar donde los padres
ya no logran comunicar con sus hijos y viceversa, muchas veces porque están
usando lenguajes distintos.
La
formación del laicado en el ámbito de la comunicación podría incluirse en los
planes pastorales a nivel diocesano para que se concretice en las parroquias.
En este sentido no temo afirmar que el laicado ha de invitar e insistir a sus
pastores para que ellos vean la necesidad de estar preparados para habitar el
nuevo ambiente comunicativo.
En
Colombia, a diferencia de otras realidades eclesiales, existen varios centros
de formación universitario y técnico afiliadas a la Iglesia Católica; esos
ambientes educativos representan una gran oportunidad de formación para sus
iglesias particulares. Con el apoyo de estos centros católicos de estudio se
podrán unir fuerzas para ofrecer al laicado formación en el importante ámbito
de la comunicación. Sin embargo, en muchos casos será responsabilidad de cada
cristiano comprometido realizar una síntesis útil entre la vivencia de la fe y
la destreza técnica.
Me
parece que este espacio de encuentro nacional al que he sido invitado ha
identificado el ámbito de la comunicación como una temática para su formación y
por ello les estoy muy agradecidos.
***
Conclusión
Asumamos
que somos hijos de una Iglesia "Madre fértil y Maestra premurosa, que no
tiene miedo de remangarse sus vestidos para versar el aceite y el vino en las
heridas de los hombres (cf. Lc 10, 25-37); que no mira la humanidad desde un
castillo de cristal para juzgar o clasificar a las personas" .
"Esta es nuestra familia: la Iglesia Una, Santa , Católica y Apostólica;
formada por pecadores, necesitados de su misericordia. Es la Iglesia que no
tiene miedo de comer o beber con las prostitutas y publicanos (cf. Lc 15). ¡La
Iglesia que tiene las puertas abiertas de par en par para recibir a los
necesitados, los pecadores y no sólo a los justos o a quienes creen que son
perfectos! La Iglesia que no se avergüenza de un hermano que ha caído, que no
finge ignorarlo, sino que se siente involucrada y casi obligada a levantarlo y
ayudarle a retomar el camino" .
Deseo
concluir con la enseñanza que Papa Francisco nos ha dejado en la última Jornada
Mundial de las Comunicaciones de este año 2014, en la que nos indicó el camino
para que nuestra comunicación esté al servicio de una verdadera cultura del
encuentro y se traduzca en una cercanía al hombre y a la mujer de hoy: "No
se trata de reconocer al otro como mi semejante, sino de ser capaz de hacerme
semejante al otro. Comunicar significa, por tanto, tomar conciencia de que
somos humanos, hijos de Dios" .
El
Papa Francisco nos invita a entender la comunicación como
"proximidad", y para ello usa nuevamente la bella parábola del buen
samaritano, que puede ser leída perfectamente desde la comunicación, donde
quien comunica se hace prójimo, cercano. "El buen samaritano no sólo se
acerca, sino que se hace cargo del hombre medio muerto que encuentra al borde
del camino. Jesús invierte la perspectiva: no se trata de reconocer al otro
como mi semejante, sino de ser capaz de hacerme semejante al otro. Comunicar
significa, por tanto, tomar conciencia de que somos humanos, hijos de
Dios."
Que
nuestra comunicación sea capaz de llevar calor al corazón de las personas que
necesitan de una palabra de comprensión y de ánimo. Que Nuestro Señor nos
regale el don de que nuestra comunicación sea aceite perfumado para el dolor y
vino bueno para la alegría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Espero comentarios adjuntos en alguna de las entradas de mi página web, preguntas cortas e interesantes, en el formulario de este portal o por correo electrónico. Las interpretaciones que se den a esta exposición: clara, concisa, profunda y precisa no es responsabilidad de Diego García; sino de la persona que escribe la critica positiva o negativa, no se responde por daños o perjuicios que se causaran por dichas notas.