E. es una madre de familia con
cinco hijos, el mayor con catorce años el más pequeño tiene unos meses. Llevan
en España ocho años, y acudiendo a Cáritas tres o cuatro. Siempre trae la
sonrisa en la cara, una cara redonda y feliz, por eso la admirábamos; además
nunca se quejaba. Hasta que vino el último niño, ya en plena crisis, y el padre
esta más tiempo parado que trabajando. Ella sola es el principal sostén de la
familia, nada más venir se hace autónomo, paga la seguridad social y realiza
trabajos esporádicos, completando así lo que gana su marido.
Los dos hijos mayores acudían a
las clases de apoyo que damos en cáritas dos días por la tarde, pero también
dejaron de venir, la niña tenía que cuidar de los más pequeños mientras el
padre buscaba trabajo y la madre o bien hacía sus dos horas de trabajo en
alguna casa o buscaba otro trabajo para compensar el paro de su marido.
Entonces caemos en la cuenta y les damos doble ración, ¡son siete de familia, y
se arreglan para vivir!
Para colmo la madre se tiene que
operar; una vez recuperada vuelve a cáritas, pero ya la sonrisa, aunque no la
pierde porque es un rasgo natural en su cara, se mezcla con las lágrimas de la
impotencia y poco a poco nos va contando sus problemas y agobios (sólo llora
con nosotros, en casa no llora, no quiere que sus hijos la vean llorar). Daba
gusto oírla explicar cómo había organizado su familia; ante todo no quiere
volver a su país, Bolivia, porque allí no podría sobrevivir, lo peor sería que
allí no tendrían derecho a la sanidad y no podrían acudir a un médico en caso
de enfermedad; tendrían muchas probabilidades de morir por cualquier
enfermedad. Esta es la razón por la que esta mujer lucha para hacer valer los
ocho años que lleva cotizando como autónoma, invirtiendo en ello las pocas
ganancias que han tenido y recurriendo a las posibles ayudas a las que tuvieran
derecho. Pero se queja, ahora sí, de que no ha sido atendida debidamente,
porque familias con menos hijos reciben ayudas de la trabajadora social.
¿Qué ocurre entonces?, algo
parece que no va bien. Claro, algo falla, su marido está sin documentación
porque le faltan los ochenta euros que le cuesta renovar el pasaporte, además
necesita también la documentación de los dos niños mayores, que le cuesta otros
ochenta euros cada uno, y tienen que tramitar la solicitud en Sevilla, pero no
tiene dinero ni para una cosa ni para la otra. Ese es el problema, esta
documentación es necesaria para presentar la solicitud de ayuda como familia
numerosa. Ella no renuncia a la seguridad social como autónoma (lleva ocho años
pagando), porque ante todo quiere que a su familia no le falte la atención
médica, lo repite una y otra vez.
Esta familia necesita
urgentemente una ayuda económica para poder arreglar los papeles y poder
disfrutar la ayuda que les permita sobrevivir. En cáritas le vamos a poner una
parte y haremos lo posible para conseguir lo que le falta.
Bien, la ayuda al necesitado es importante.
ResponderEliminarAyudar a una familia es algo grande, en el futuro lo van a agradecer los hijos…
Gracias, este servicio de voluntariado lo conocí a través de los blogueros españoles y me parece fabuloso, en Colombia existe lo que se llama: «Pastoral social», que en el fondo hace lo mismo…