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jueves, 29 de enero de 2015

28 de Enero, festividad de Santo Tomás de Aquino.

El 18 de julio de 1.323 Santo Tomás fue canonizado por el Papa Juan XXII en Avignon. En la bula de canonización aparece ya la frase que Pío XI repitió en la “Studiorum ducem":
“Ipse plus illuminavit Ecclesiam, quam omnes alii doctores".
“Él iluminó a la Iglesia más que todos los otros doctores”.
La doctrina y el método de Santo Tomas han sido alabados constantemente por los Papas desde su canonización hasta hoy día.
El hito más importante en la historia del magisterio eclesiástico sobre Santo Tomas lo constituye sin duda la Encíclica “Aeterni Patris" de León XIII, del 4 de Agosto de 1879.
Tras un período de desconcierto en la teologia y filosofía católicas, debida a la irrupción de las filosofías post-cartesianas en medio de la crisis generalizada posterior a la Revolución Francesa, el Papa pone como remedio el retorno a la sabiduría del Aquinate, en quien ve la culminación, hasta el presente, del secular esfuerzo de la sabiduría cristiana, iniciado con los Apóstoles y los Padres de la Iglesia.

En esa Encíclica, y en las de los sucesores de León XIII, que continuaron su programa, se afirma claramente la primacía doctrinal de Santo Tomás sobre todos los otros doctores católicos, lo cual no expresa una exclusividad, sino una preferencia.
LEÓN XIII: “…distinguiendo netamente, como debe ser, la razón y la fe, y conciliándolos armónicamente, salvaguardó los derechos y tuteló la dignidad de ambas, de suerte que la razón, remontándose en alas de su genio a las más altas posibilidades, ya apenas puede elevarse más; y la fe no puede casi esperar de la razón ayudas más numerosas y valiosas que las conseguidas gracias a Santo Tomás". (Encíclica “Aeterni Patris").
SAN PIO X: “Como ya dijimos, apartarse de Santo Tomás, principalmente en materia filosófica y teológica, no puede ser sin grave daño; seguirlo es vía segurísima al conocimiento profundo de las cosas divinas” (Motu propio “Praeclara").
SAN PIO X: Lo principal que es preciso notar es que, cuando prescribimos que se siga la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que por todos sea exactamente observado. A los obispos pertenecerá estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las órdenes religiosas. Y a los maestros les exhortamos a que tengan fijamente presente que el apartarse del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones metafisicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio. (Encíclica “Pascendi”)
SAN PIO X: “Es evidente que aquellos que se separan de Santo Tomás, si continúan ese camino hasta el fin, se apartan de la Iglesia.” (Carta al Rev. Fr. Pègues)
PIO XI: “En el tomismo se encuentra, por así decir, una especie de evangelio natural, un cimiento incomparablemente firme para todas las construcciones científicas, porque el tomismo se caracteriza ante todo por su objetividad; las suyas no son construcciones o elevaciones del espíritu puramente abstractas, sino construcciones que siguen el impulso real de las cosas…Nunca decaerá el valor de la doctrina tomista, pues para ello tendría que decaer el valor de las cosas“. (Discurso a jóvenes universitarios).
PIO XI: “A todo el mundo cristiano interesa que esta conmemoración centenaria se celebre dignamente, porque honrando a Santo Tomás no sólo se manifiesta estima hacia él, sino que se reconoce también la autoridad de la Iglesia docente“. (Encíclica “Studiorum ducem")
Pío XI, en la “Studiorum ducem", le otorga el título de “Doctor Común o Universal de la Iglesia“.
PIO XII: “Considerando bien todo lo ya expuesto más arriba, fácilmente se comprenderá porqué la Iglesia exige que los futuros sacerdotes sean instruidos en las disciplinas filosóficas según el método, la doctrina y los principios del Doctor Angélico, pues por la experiencia de muchos siglos sabemos ya bien que el método del Aquinatense se distingue por una singular excelencia, tanto para formar a los alumnos como para investigar la verdad, y que, además, su doctrina está en armonía con la divina revelación y es muy eficaz así para salvaguardar los fundamentos de la fe como para recoger útil y seguramente los frutos de un sano progreso.” (Encíclica “Humani Generis”)
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El Concilio Vaticano II declara que la teología debe estudiarse “magistro Sancti Thomae“, bajo el magisterio de Santo Tomás, expresión que retoma el nuevo Código de Derecho Canónico.
CONCILIO VATICANO II, Decreto “Optatam totius” sobre la formación sacerdotal, n. 16: “Para explicar de la forma más completa posible los misterios de la salvación, aprendan los alumnos a profundizar en ellos y a descubrir su conexión, por medio de la especulación, bajo el magisterio de Santo Tomás“.
CONCILIO VATICANO II, Declaración “Gravissimum educationis” sobre la educación cristiana, n. 10. El documento exhorta a las escuelas de grado superior a que “cada disciplina se cultive según sus propios principios, sus propios métodos y la propia libertad de investigación científica, a fin de que cada día sea más profunda la comprensión que de ella se alcance y, teniendo en cuenta con esmero las investigaciones más recientes del progreso contemporáneo, se perciba con profundidad mayor cómo la fe y la razón tienden a la misma verdadsiguiendo las huellas de los doctores de la Iglesia, sobre todo de Santo Tomás de Aquino“.
El canon 252, 3 del nuevo Código de Derecho Canónico al tratar de la formación teológica de los aspirantes al sacerdocio recoge la recomendación de la “Optatam Totius".
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El mejor comentario en todo este tema es la carta “Lumen Ecclesiae”, que el Beato Pablo VI escribió, con ocasión del séptimo centenario de la muerte de Santo Tomas, en 1.974, al Superior General de los dominicos.
Es necesario leer detenidamente este documento para comprender el lugar que Santo Tomás ocupa en la enseñanza de la Iglesia.
PABLO VI: “Es tanta la penetración del ingenio del Doctor Angélico, tanto su amor sincero a la verdad y tanta la sabiduría en la investigación, explicación y reducción a la unidad de las verdades más profundas, que su doctrina es un instrumento eficacísimono sólo para salvaguardar los fundamentos de la fe, sino también para lograr útil y seguramente los frutos de un sano progreso” (Alocución a la Universidad Gregoriana, del 12 de Marzo de 1964).
PABLO VI: “…la filosofía de Santo Tomás posee una aptitud permanente para guiar al espíritu humano al conocimiento de lo verdadero, la verdad del mismo ser, que es su primer objeto; al conocimiento de los primeros principios y el descubrimiento de su causa trascendente, Dios. Por esto sobrepasa la situación histórica particular del pensador que la ha logrado e ilustrado como la metafísica natural de la inteligencia humana. Por eso Nos hemos podido decir que, reflejando las esencias de las cosas realmente existentes en su verdad cierta e inmutable, ella no es medieval ni propia de nación alguna particular, sino que trasciende el tiempo y el espacio, y no tiene menos valor para todos los hombres de hoy". (Alocución “Nous sommes particulièrment heureux” al VI Congreso Internacional Tomista, del 10 de Setiembre de 1965, AAS 57 (1965), 789 - 791).
PABLO VI: “Al declararlo Doctor Común y hacer de su doctrina la base de la enseñanza eclesiástica, el magisterio de la Iglesia no ha pretendido constituirlo maestro exclusivo, ni imponer cada una de sus tesis, ni excluir la legítima diversidad de escuelas y de sistemas, y menos aún proscribir la justa libertad de investigación. La preferencia dada al Aquinate - preferencia y no exclusividad - se refiere tanto a la realización ejemplar de la sabiduría filosófica y teológica como al armonioso acuerdo que él ha sabido establecer entre la razón y la fe". (Alocución “Nous sommes particulièrment heureux” al VI Congreso Internacional Tomista, del 10 de Setiembre de 1965, AAS 57 (1965), 789 - 791 ).
PABLO VI: “La Iglesia, para decirlo brevemente, convalida con su autoridad la doctrina del Doctor Angélico y la utiliza como instrumento magnífico, extendiendo de esta manera los rayos de su Magisterio al Aquinate, tanto y más que a otros insignes doctores suyos”. (Carta “Lumen Ecclesiae").
PABLO VI. “La Iglesia ha preferido la doctrina de Santo Tomás, proclamándola como propia, sin afirmar con ello que no sea lícito seguir otra escuela que tenga derecho de ciudadanía en la Iglesia, y la ha favorecido a causa de su experiencia multisecular” (Carta “Lumen Ecclesiae").
PABLO VI: “Sabemos que hoy día no todos están de acuerdo en esto. Pero no se nos oculta que muchas veces el recelo o aversión que se siente hacia Santo Tomás deriva de un contacto superficial y saltuario con su doctrina, más aún, del hecho de que no se leen ni se estudian sus obras. Por eso, también nosotros, como hizo Pío XI, recomendamos a todos los que deseen formarse un criterio maduro acerca de la postura que hay que adoptar en esta materia: ¡Id a Tomás! Buscad y leed las obras de Santo Tomás - repetimos con gusto - no sólo para encontrar alimento espiritual seguro en aquellos opulentos tesoros, sino también y ante todo, para daros cuenta personalmente de la incomparable profundidad, riqueza e importancia de la doctrina que contienen". (Carta “Lumen Ecclesiae")
Respecto a las dos recomendaciones citadas del Concilio Vaticano II, PABLO VI señala en la “Lumen Ecclesiae":
Es la primera vez que un concilio ecuménico recomienda a un teólogo, y éste es Santo Tomás“.
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San Juan Pablo II también ha insistido en el valor del pensamiento de Santo Tomás de Aquino:
SAN JUAN PABLO II, Discurso del 17 de Noviembre de 1979 al Pontificio Ateneo “Angelicum” en el primer centenario de la encíclica “Aeterni Patris". “La filosofía de Santo Tomás en espíritu de apertura y universalismo".
“La filosofía de Santo Tomás merece estudio atento y aceptación convencida por parte de la juventud de nuestro tiempo, por su espíritu de apertura y de universalismo, características que es difícil encontrar en muchas corrientes del pensamiento contemporáneo. Se trata de la apertura al conjunto de la realidad en todas sus partes y dimensiones, sin reducciones o particularismos, (sin absolutizaciones de un aspecto determinado), tal como lo exige la inteligencia en nombre de la verdad objetiva e integral, concerniente a la realidad. Apertura ésta que es también una significativa nota distintiva de la fe cristiana, de la que es signo específico la catolicidad. Esta apertura tiene su fundamento y su fuente en el hecho de que la filosofía de Santo Tomás es filosofía del ser, esto es del “actus essendi“, cuyo valor trascendental es el camino más directo para elevarse al conocimiento del Ser subsistente y Acto puro que es Dios. Por este motivo, esta filosofía podría ser llamada incluso filosofía de la proclamación del ser, canto en honor de lo existente.
SAN JUAN PABLO II, Discurso del 14 de Octubre de 1990 a los participantes del IX Congreso Tomista Internacional.
“El hecho de que no se haya insistido en los textos conciliares y postconciliares sobre el aspecto vinculante de las disposiciones sobre el seguimiento de de Santo Tomás como “guía de los estudios” - según quiso llamarlo Pío XI en la encíclica Studiorum Ducem - lo han interpretado bastantes como autorización para dejar la cátedra del antiguo Maestro y abrirse así a los criterios del relativismo y del subjetivismo en los diversos campos de la “sagrada doctrina”. Sin duda, el Concilio quiso estimular el desarrollo de los estudios teológicos y reconocer para los que los cultivan un legítimo pluralismo y una sana libertad de investigación, pero con la condición de permanecer fieles a la verdad revelada, que se contiene en la Sagrada Escritura, se trasmite en la Tradición cristiana, la interpreta con autoridad el Magisterio de la Iglesia, y la profundizan teológicamente los Padres y los doctores, sobre todo Santo Tomás. En cuanto a su función de guía de los estudios, la Iglesia ha preferido, al confirmarla, apoyarse más que en las directrices de tipo jurídico, en la madurez, y sabiduría de los que intentan acercarse a la Palabra de Dios con deseo sincero de descubrir y conocer cada vez más a fondo su contenido y comunicarlo a los demás, especialmentea los jóvenes que se le confían para que les enseñe.”
SAN JUAN PABLO II, Discurso del 28 de Setiembre de 1991 al III Congreso de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino sobre el tema “Ética y sociedad contemporánea".
“Ya sabéis que el Concilio Vaticano II se refirió a Tomás como guía segura para el trabajo en la teología dogmática (Optatam Totius, 16). Pero su mérito no es menor en el campo de la teología moral. En efecto, en la Summa Theologiae el tratado de la moral ocupa un lugar central. Con esa obra él dio comienzo a una nueva era en la teología moral, puesto que logró incorporar el pensamiento ético clásico a una nueva antropología cristiana y logró inculturar la moral en una visión teológica. Este gran servicio a la moral aún no ha sido valorado suficientemente.”
Y obviamente debemos terminar esta reseña haciendo referencia a la Encíclica “Fides et Ratio” de Juan Pablo II, en la que se trata justamente de la fe y la razón y la relación entre ambas, y donde sobresale el lugar reconocido a Santo Tomás en esta tarea secular. Extractamos aquí algunos pasajes: 
Un puesto singular en este largo camino corresponde a santo Tomás, no sólo por el contenido de su doctrina, sino también por la relación dialogal que supo establecer con el pensamiento árabe y hebreo de su tiempo. En una época en la que los pensadores cristianos descubrieron los tesoros de la filosofía antigua, y más concretamente aristotélica, tuvo el gran mérito de destacar la armonía que existe entre la razón y la fe. Argumentaba que la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios; por tanto, no pueden contradecirse entre sí.
(…)
Más radicalmente, Tomás reconoce que el conocimiento de la naturaleza, objeto propio de la filosofía, puede contribuir a la comprensión de la revelación divina. La fe, por tanto, no teme la razón, sino que la busca y confía en ella. Como la gracia supone la naturaleza y la perfecciona, así la fe supone y perfecciona la razón. Esta última, iluminada por la fe, es liberada de la fragilidad y de los límites que derivan de la desobediencia del pecado y encuentra la fuerza necesaria para elevarse al conocimiento del misterio de Dios Uno y Trino. Aun señalando con fuerza el carácter sobrenatural de la fe, el Doctor Angélico no ha olvidado el valor de su carácter racional, sino que ha sabido profundizar y precisar este sentido. En efectola fe es de algún modo «ejercicio del pensamiento»; la razón del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los contenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y consciente.
(…)
Precisamente por este motivo la Iglesia ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología. En este contexto, deseo recordar lo que escribió mi predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, con ocasión del séptimo centenario de la muerte del Doctor Angélico: «No cabe duda que santo Tomás poseyó en grado eximio audacia para la búsqueda de la verdad, libertad de espíritu para afrontar problemas nuevos y la honradez intelectual propia de quien, no tolerando que el cristianismo se contamine con la filosofía pagana, sin embargo no rechaza a priori esta filosofía. Por eso ha pasado a la historia del pensamiento cristiano como precursor del nuevo rumbo de la filosofía y de la cultura universal. El punto capital y como el meollo de la solución casi profética a la nueva confrontación entre la razón y la fe, consiste en conciliar la secularidad del mundo con las exigencias radicales del Evangelio, sustrayéndose así a la tendencia innatural de despreciar el mundo y sus valores, pero sin eludir las exigencias supremas e inflexibles del orden sobrenatural».
(…)
Convencido profundamente de que «omne verum a quocumque dicatur a Spiritu Sancto est», santo Tomás amó de manera desinteresada la verdad. La buscó allí donde pudiera manifestarse, poniendo de relieve al máximo su universalidad. El Magisterio de la Iglesia ha visto y apreciado en él la pasión por la verdad; su pensamiento, al mantenerse siempre en el horizonte de la verdad universal, objetiva y trascendente, alcanzó «cotas que la inteligencia humana jamás podría haber pensado». Con razón, pues, se le puede llamar «apóstol de la verdad». Precisamente porque la buscaba sin reservas, supo reconocer en su realismo la objetividad de la verdad. Su filosofía es verdaderamente la filosofía del ser y no del simple parecer.”
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Las tres alocuciones de Benedicto XVI en tres audiencias generales de Junio de 2010 sobre Santo Tomás de Aquino merecen ser leídas en su integridad. Aquí sólo extractamos algunos pasajes:
BENEDICTO XVI: “Después de algunas catequesis sobre el sacerdocio y mis últimos viajes, volvemos hoy a nuestro tema principal, es decir, a la meditación de algunos grandes pensadores de la Edad Media. Últimamente habíamos visto la gran figura de san Buenaventura, franciscano, y hoy quiero hablar de aquel a quien la Iglesia llama el Doctor communis: se trata de santo Tomás de Aquino. Mi venerado predecesor, el Papa Juan Pablo II en su encíclica Fides et ratio recordó que «la Iglesia ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología» (n. 43). No sorprende que, después de san Agustín, entre los escritores eclesiásticos mencionados en el Catecismo de la Iglesia católica, se cite a santo Tomás más que a ningún otro, hasta sesenta y una veces. También se le ha llamado el Doctor Angelicus, quizá por sus virtudes, en particular la sublimidad del pensamiento y la pureza de la vida.”
(…)
“Tomás de Aquino, siguiendo la escuela de Alberto Magno, llevó a cabo una operación de fundamental importancia para la historia de la filosofía y de la teología; yo diría para la historia de la cultura: estudió a fondo a Aristóteles y a sus intérpretes, consiguiendo nuevas traducciones latinas de los textos originales en griego. Así ya no se apoyaba únicamente en los comentaristas árabes, sino que podía leer personalmente los textos originales; y comentó gran parte de las obras aristotélicas, distinguiendo en ellas lo que era válido de lo que era dudoso o de lo que se debía rechazar completamente, mostrando la consonancia con los datos de la Revelación cristiana y utilizando amplia y agudamente el pensamiento aristotélico en la exposición de los escritos teológicos que compuso. En definitiva, Tomás de Aquino mostró que entre fe cristiana y razón subsiste una armonía natural. Esta fue la gran obra de santo Tomás, que en ese momento de enfrentamiento entre dos culturas —un momento en que parecía que la fe debía rendirse ante la razón— mostró que van juntas, que lo que parecía razón incompatible con la fe no era razón, y que lo que se presentaba como fe no era fe, pues se oponía a la verdadera racionalidad; así, creó una nueva síntesis, que ha formado la cultura de los siglos sucesivos.”
(…)
“La vida y las enseñanzas de santo Tomás de Aquino se podrían resumir en un episodio transmitido por los antiguos biógrafos. Mientras el Santo, como acostumbraba, oraba ante el crucifijo por la mañana temprano en la capilla de San Nicolás, en Nápoles, Domenico da Caserta, el sacristán de la iglesia, oyó un diálogo. Tomás preguntaba, preocupado, si cuanto había escrito sobre los misterios de la fe cristiana era correcto. Y el Crucifijo respondió: «Tú has hablado bien de mí, Tomás. ¿Cuál será tu recompensa?». Y la respuesta que dio Tomás es la que también nosotros, amigos y discípulos de Jesús, quisiéramos darle siempre: « ¡Nada más que tú, Señor!» (AUDIENCIA GENERAL, Plaza de San Pedro, Miércoles 2 de junio de 2010)
BENEDICTO XVI: “Santo Tomás no sólo fundó la doctrina de la analogía en sus argumentaciones exquisitamente filosóficas, sino también en el hecho de que con la Revelación Dios mismo nos ha hablado y, por tanto, nos ha autorizado a hablar de él. Considero importante recordar esta doctrina, que de hecho nos ayuda a superar algunas objeciones del ateísmo contemporáneo, el cual niega que el lenguaje religioso tenga un significado objetivo, y sostiene en cambio que sólo tiene un valor subjetivo o simplemente emotivo. Esta objeción resulta del hecho de que el pensamiento positivista está convencido de que el hombre no conoce el ser, sino sólo las funciones experimentales de la realidad. Con santo Tomás y con la gran tradición filosófica, nosotros estamos convencidos de que, en realidad, el hombre no sólo conoce las funciones, objeto de las ciencias naturales, sino que conoce algo del ser mismo: por ejemplo, conoce a la persona, al «tú» del otro, y no sólo el aspecto físico y biológico de su ser.
(…)
Cuando se niega la ley natural y la responsabilidad que implica, se abre dramáticamente el camino al relativismo ético en el plano individual y al totalitarismo del Estado en el plano político. La defensa de los derechos universales del hombrey la afirmación del valor absoluto de la dignidad de la persona postulan un fundamento. ¿No es precisamente la ley natural este fundamento, con los valores no negociables que indica? El venerable Juan Pablo II escribió en su encíclica Evangelium vitae palabras que siguen siendo de gran actualidad: «Para el futuro de la sociedad y el desarrollo de una sana democracia, urge pues descubrir de nuevo la existencia de valores humanos y morales esenciales y originarios, que derivan de la verdad misma del ser humano y expresan y tutelan la dignidad de la persona. Son valores, por tanto, que ningún individuo, ninguna mayoría y ningún Estado nunca pueden crear, modificar o destruir, sino que deben sólo reconocer, respetar y promover» (n. 71).
(…)
En conclusión, santo Tomás nos propone una visión de la razón humana amplia y confiada: amplia porque no se limita a los espacios de la llamada razón empírico-científica, sino que está abierta a todo el ser y por tanto también a las cuestiones fundamentales e irrenunciables del vivir humano; y confiada porque la razón humana, sobre todo si acoge las inspiraciones de la fe cristiana, promueve una civilización que reconoce la dignidad de la persona, la intangibilidad de sus derechos y la obligatoriedad de sus deberes. No sorprende que la doctrina sobre la dignidad de la persona, fundamental para el reconocimiento de la inviolabilidad de los derechos del hombre, haya madurado en ambientes de pensamiento que recogieron la herencia de santo Tomás de Aquino, el cual tenía un concepto altísimo de la criatura humana. La definió, con su lenguaje rigurosamente filosófico, como «lo más perfecto que hay en toda la naturaleza, es decir, un sujeto subsistente en una naturaleza racional» (Summa Theologiae, Iª, q. 29, a. 3).” (AUDIENCIA GENERAL, Plaza de San Pedro, Miércoles 16 de junio de 2010)
BENEDICTO XVI: “Santo Tomás fue, como todos los santos, un gran devoto de la Virgen. La definió con un apelativo estupendo: Triclinium totius Trinitatis, triclinio, es decir, lugar donde la Trinidad encuentra su descanso, porque, con motivo de la Encarnación, en ninguna criatura, como en ella, las tres Personas divinas habitan y sienten delicia y alegría por vivir en su alma llena de gracia. Por su intercesión podemos obtener cualquier ayuda.
Con una oración, que tradicionalmente se atribuye a santo Tomás y que, en cualquier caso, refleja los elementos de su profunda devoción mariana, también nosotros digamos: «Oh santísima y dulcísima Virgen María, Madre de Dios…, encomiendo toda mi vida a tu corazón misericordioso… Alcánzame, oh dulcísima Señora mía, caridad verdadera, con la cual ame con todo mi corazón, sobre todas las cosas, a tu santísimo Hijo y, después de él, a ti, y al prójimo en Dios y por Dios».(AUDIENCIA GENERAL, Plaza de San Pedro, Miércoles 23 de junio de 2010)
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El Papa Francisco se ha referido también a Santo Tomás en diversos pasajes de su Encílica Evangelii Gaudium, destacando sus enseñanzas sobre la ley evangélica, que es la gracia del Espíritu Santo, la misericordia como la más grande de las virtudes, la moderación con que la Iglesia debe imponer preceptos a los fieles, la paciencia pedagógica en la enseñanza y formación de las virtudes,  y  la multiplicidad y variedad en las cosas que pide de nosotros que nos complementemos escuchándonos unos a otros para el conocimiento de la verdad.
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Finalmente, el testimonio de Raissa, la esposa de Jacques Maritain, acerca de cómo, al poco tiempo de convertirse a la fe católica, descubrió el pensamiento de Santo Tomás.
Dice Raissa en su libro “Las aventuras de la gracia”, en el capítulo “El doctor Angélico“, que el encuentro con el padre dominico Humberto Clérissac, que fue director espiritual de ambos por mucho tiempo y la otra gran influencia religiosa junto aLeón Bloy, fue la ocasión de conocer a Santo Tomás, ya que este padre les recomendó su lectura.
La primera que siguió ese consejo fue Raissa, debido a una enfermedad que la tuvo recluida unos días. Jacques estaba ocupado por entonces en otros trabajos y sólo más tarde tuvo tiempo de leer al Aquinate.
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“Temblando de curiosidad y temor abrí por primera vez la Suma Teológica en el “Tratado de Dios". ¿No era la escolástica, según la reputación que le habían dado, un sepulcro de sutilidades convertidas en polvo? Y el mismo Príncipe de la escolástica, ¿no iría a echar un poco de aquel polvo en el hogar de nuestra joven fe?
Desde las primeras páginas comprendí la vanidad y puerilidad de mis aprensiones. Todo era, allí, libertad de espíritu, pureza de fe, integridad del intelecto iluminado por la ciencia y el genio.
La serenidad del estilo, impersonal en apariencia, el caminar tranquilo de la razón dando a cada palabra su sentido más próximo a la intuición intelectual con que ha nacido, y por lo mismo la plenitud de su sabor, una potencia intelectual casi angélica, que permite a Santo Tomás sostener en las más breves proposiciones, verdades sin número encadenándose unas con otras según la misma jerarquía de los seres reales, todo era para mí luz en lo que leía, y continuaba la lectura con incesantes acciones de gracias.
Escribiendo estas páginas me encuentro de nuevo en la feliz emoción de aquel primer contacto con el pensamiento de Santo Tomás. Tanta luz afluía a la vez al corazón y a la inteligencia que me sentía embriagada de una especie de alegría paradisíaca. Orar y comprender era para mí una sola y misma cosa, lo uno daba sed de lo otro, y me sentía sedienta y jamás saciada. En los mismos días leía yo a Santa Gertrudis, benedictina alemana del siglo XIII y repetía con frecuencia una de sus oraciones preferidas: “Gloria a vos muy dulce, muy benigna, muy noble y excelente, feliz y gloriosa y resplandeciente y siempre tranquila Trinidad…", y el texto de Santo Tomás estaba en maravilloso acuerdo con aquellas alabanzas.
Esta primera lectura de la Suma Teológica fue para mí un don muy puro. En ella recibí de una vez para siempre la certidumbre de las verdades primeras concerniente a la inteligencia y la alegría de ver a ésta bastante fuerte para conducir hasta el seno de la noche estrellada de la fe los principios de la razón…
Interrumpo un momento estas memorias para rendir a Santo Tomás el débil tributo de mi alabanza. Porque es justo alabar lo que se ama. Me preguntaba yo antes de conocerlo cómo nacían las devociones “particulares.” Esas particularidades me parecían extrañas, como una disminución del amor comprometido en la inmensidad de la única devoción debida a Dios. Aprendí por experiencia que esas devociones nacen como nace la admiración y la amistad. Y en ningún caso la amistad, que es una virtud muy dulce, puede disminuir el amor a Dios.
Nosotros estamos, pues, unidos a Santo Tomás de Aquino como a un verdadero amigo, por simpatía, por amor, por gratitud. Es bien cierto que no puede conocérsele sin amarle, y enormemente deplorable que sea ignorado en su vida de santo más todavía que en su obra monumental.”
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En estos momentos en que la pasión por la verdad objetiva parece tan disminuida en tantos bautizados (no hablemos, obviamente, del mundo), incluyendo a tantos miembros del clero y la Jerarquía, cuando estalla ante nuestros ojos el “grave daño”que anunciaron los Papas que tendría lugar si los docentes católicos se apartaban de Santo Tomás, es más oportuna que nunca la oración:
Santo Tomás de Aquino, ruega por nosotros.




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