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martes, 27 de enero de 2015

Educar para la paz

A lo largo de la historia, la humanidad ha enfrentado innumerables crisis que siempre van ligadas a una carencia de orientación firme y adecuada sobre los bienes de la vida que hoy conocemos con el nombre de valores. El fracaso personal y la falta de sentido de la vida son el efecto del fracaso educativo de una sociedad debilitada en sus estructuras y en sus instituciones. Esto sucede porque sólo al hombre la educación le es intrínsecamente necesaria de modo que si no se educa adecuadamente, acaba por frustrarse.

En la Grecia clásica, sobretodo en la especulación platónica la humanidad alcanzó el límite máximo de estos principios en el orden puramente natural. Tanto Platón como Aristóteles fueron conscientes de que sin una buena educación y la adquisición de todas las virtudes, se llenaría de vicios la república. Aun cuando la Filosofía de entonces carecía de una visión sobrenatural, ya aparecía clarísima la necesidad de una paideia o sea de una educación en función de la naturaleza humana.
La Pedagogía como toda ciencia depende de su objeto que es el hombre educable. Por eso la Pedagogía debe conocer suficientemente la esencia o naturaleza humana y las facultades del hombre para llegar a la distinción de los hábitos buenos tanto del intelecto como de la voluntad. La Pedagogía es una ciencia del buen obrar y del buen hacer concreto que se subordina naturalmente a la Ética que es la ciencia que estudia la relación de los actos humanos con el fin último del hombre. La Pedagogía se enfoca a la formación de hábitos buenos o virtudes actualizando las capacidades del educando en función de la perfección de la persona. Los hábitos morales, intelectuales, artísticos y técnicos son importantísimos. Por eso es necesario atender a los principios que deben regir la vida docente logrando una política educativa que facilite la ordenación de la sociedad, mediante hábitos buenos o virtudes, al bien común. Pero esto es imposible si no se respeta el orden natural en el que las ciencias se ordenan según sus respectivos objetos: la Pedagogía se subordina a la Ética, la Ética se subordina a la Antropología y todas estas se subordinan, en última instancia, a la Metafísica como ciencia filosófica del ser en cuanto ser.
Uno de los problemas actuales es que abundan y se difunden intentos pedagógicos fundados en ideologías materialistas, relativistas, constructivistas y construccionistas y por lo mismo acaban reduciendo la educación a algunos aspectos descuidando otros. La educación laicista y relativista, fundada sobre intentos pedagógicos separados de una buena Filosofía, no garantiza el bien común y favorece a que no pueda alcanzarse la justicia ni la paz. Ni las educaciones parciales ni las educaciones en contra de la verdad son capaces de lograr la paz.
Una buena Filosofía realista, nos hace ver que la tendencia al bien y la disposición para la virtud son elementos fundamentales de la naturaleza humana porque toda persona aspira íntimamente a un fin último, a un bien que colme todos sus deseos, a la felicidad. Y por eso toda persona está provista naturalmente y sobrenaturalmente de los elementos necesarios para alcanzar este bien. De aquí se sigue que, cuando a una persona se le orienta a adquirir hábitos buenos o virtudes se le ayuda y asiste para actuar conforme a su naturaleza. La educación en hábitos buenos no va contra la naturaleza humana, como han propuesto algunos sistemas pedagógicos materialistas constructivistas, sino que es necesaria y congruente porque favorece a que la persona humana alcance la realización de las aspiraciones y los intereses más íntimos del ser humano.
Por todo esto, si queremos justicia y paz, hay que lograr una educación verdadera. Es necesario partir del conocimiento profundo de lo que es el hombre como persona para que así podamos ayudarle a crecer mediante la adquisición de hábitos buenos, logrando el desarrollo de todo lo que el hombre es hasta su máxima perfección posible. Pero además, si estudiamos bien al hombre, veremos que es un ser abierto al infinito y por lo mismo la educación nunca debe limitarse a lograr fines temporales como sucede en el materialismo y en el laicismo. La educación del ser humano no debe limitarse a una mera adquisición de informaciones y enseñanzas útiles, sino que es muy importante lograr la formación integral por medio de la repetición consciente y libre de actos buenos para alcanzar la estabilidad de los hábitos. Y no sólo de algunos hábitos, sino de los hábitos intelectuales y los morales que hacen que el intelecto se perfeccione y que la voluntad vaya alcanzado conformarse con la persona que queremos formar.
Cuando la persona alcanza los hábitos buenos, decimos que es una persona educada que alcanza lo que es realmente bueno para ella, y de este modo, se libera de la esclavitud del error y del mal alcanzando la libertad y la realización plena. El hombre sin educación acaba siendo esclavo, porque la verdadera libertad consiste en hacer lo que se debe hacer en cada acto humano.
Si queremos la justicia y la paz es muy importante reflexionar sobre lo que estamos haciendo con la educación, porque sin una adecuada educación es imposible superar los estados fallidos.



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