El coraje es un movimiento del espíritu por el cual un corazón grande se da
conocer. No es una fuerza bruta de la voluntad, es una decisión consciente. Es
la capacidad de ser libre a pesar de todo.
Sólo un corazón bueno
reconoce el bien y tiene que ser grande para luchar por lo mejor que hay en la
vida.
El heroísmo de los
corazones grandes se revela, no mediante enormes amenazas o los peligros más aterradores,
sino en la vida corriente de las personas, y nunca será reconocido. Hay mucha
gente que vive su amor al bien de una forma tan sublime como anónima. Son los ángeles
que hay en a tierra. Tienen carne, huesos y problemas grandes y pequeños… tal
como todos nosotros ¡Podemos ser nosotros!
Tener coraje duele. Los
corazones grandes tienen muchas pesadumbres. Cargan las suyas, de las cuales nadie
sospecha, y las de los otros… que no quieren o no pueden llevarlas solos. Los
corajudos encuentran siempre forma de sufrir, aun cuando están bien. Saben que
no se puede ser feliz solo, ni tampoco mientras alguien sufre ahí, al lado. Son felices, pero de una
forma muy extraña: es sólo allí muy en el fondo.
La mayor bravura de
estos corajudos es que dan incluso lo que no tienen.
Son más fuertes que sus miedos, a pesar de tener miedo. En
verdad, cualquier sacrificio es mejor que la vergonzosa cobardía de poder hacer
el bien y… escoger la huida.
Hay gente que aspira al
absoluto, a pesar del absurdo. Personas con un corazón tan grande que cabe en él
la mayor de las esperanzas, la de que, un día, dejará de existir el sufrimiento
y entonces podremos todos ser felices.
Un corazón intrépido
que no tiene miedo del ridículo porque cree además que una vida sin amor no tiene valor.
Es con fe en el amor
como se vence el miedo paralizante, pero con esa misma fe llegamos a saber también
que no podemos todo y que solos podemos aún menos. El coraje es el punto de
equilibrio entre los excesos del miedo… y de la confianza.
A veces, el coraje nace
de lo que queda de la angustia y la desesperación. No hay fondo de pozo donde
no haya una apelación a la luz. En las tinieblas oscuras, la más pequeña de las
luces ilumina mucho. Es una estrella.
Los corazones con
coraje tienen tristezas y tinieblas. Son, además, los que más tienen. Cargan
con ellas, pero encuentran casi siempre una forma de ser más fuertes que ellas.
Cuando caen y se pierden, es trágico, porque como son grandes y las amarguras
que soportan son pesadas, caen aún más hondo y se hacen mucho daño. Pero, es
una cuestión de tiempo hasta percibir que no son de la tierra, sino del cielo,
y sin que sepa como, se levantan… y siguen su camino.
El coraje implica
soledad. Profunda. No es una locura momentánea que torna valeroso a un hombre
que no lo es. El coraje es una decisión de los que saben lo que hay que hacer y
conocen los riesgos que corren. La raíz de su heroísmo es : la lucidez del
discernimiento. La presencia de la razón en cada paso. Sería bastante más
sencillo que entrásemos en una euforia de emociones y que sólo nos diésemos
cuenta al final… ¡pero eso no es coraje!
Nadie nace con coraje.
Se aprende a ser fuerte. Se aprende a vivir la verdad. Se aprende a amar.
Se enfrenta a mil futilidades,
sonríe a pesar de la pérdida y del dolor, se trabaja en lo que no gusta, se
llora… pero se vive, entero, en una vida entera.
Fallos, flaquezas,
tinieblas y tristezas… no son lo que somos. Son lo que no somos… ¡ni vamos a
ser, nunca! Así sabremos ser el coraje que nos falta a nosotros y el falta a
los otros.
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