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domingo, 11 de enero de 2015

Libertad sin responsabilidad moral: un principio no cristiano

Los homicidios
Hace unos días se produjo un sangriento atentado terrorista en París. Los detalles son conocidos: dos jóvenes de ascendencia argelina entraron en la redacción del semanarioCharlie-Hebdo, y dispararon matando a doce personas, incluyendo varios redactores y un policía (por cierto, musulmán). Según todos los indicios, los asesinos eranyihadistas salafistas que pretendían castigar a los miembros de la revista por haber publicado en diversas ocasiones viñetas sobre Mahoma consideradas ofensivas por la generalidad de los musulmanes (de hecho, la revista ya había sido denunciada ante los tribunales varias veces por asociaciones islámicas, y había recibido amenazas y ataques a sus instalaciones). Los asesinos huidos, junto a varios inocentes capturados como rehenes, murieron pocos días después tras un asalto policial.

Por desgracia, en España somos expertos en terrorismo a nuestro pesar. Durante décadas, el terrorismo nacionalista y maoísta de ETA nos golpeó con dureza, y más recientemente también el yihadismo salafista, con el recordado crimen masivo del 11 de marzo de 2004, entre otros. Y sabemos también que el crimen envuelto en justificaciones ideológicas es más satánico, pues trata de disculparse en supuestos fines honorables. Que la justicia caiga sobre los autores materiales y los inductores, y que las fuerzas de seguridad protejan al pueblo de esta amenaza interna, como es su obligación (Catecismo de la Iglesia Católica, CIC 1909).
Algunos hay que piensan que detrás de este movimiento mundial de terrorismo islamista existen intereses ocultos de otros, sean los verosímiles de algunos jeques salafistas de la península arábiga, o su utilización por servicios secretos u organizaciones mundialistas. En realidad, más allá de la certidumbre o utopía de tales autores secundarios, decenas de miles de musulmanes están dispuestos a cometer tales crímenes por convicción sin plantearse a quién puedan beneficiar.La mecánica del odio funciona sola: una vez se desata, no necesita inductores ocultos, ni tiene porque responder a sus intereses.
Obligación de los cristianos es rezar por el eterno descanso de las almas de los asesinados, así como por la conversión de sus asesinos. Sólo Dios conoce el corazón de cada hombre, y sólo Él sabe la disposición de su alma. Los cristianos podemos juzgar actos y palabras, pero nada más. Que el Señor eternamente justo sea misericordioso con ellos.
Obligación nuestra es también rechazar cualquier ideología que emplee el odio a otros seres humanos como instrumento, pues independientemente del fin que persiga, ya está sirviendo a los deseos del demonio al usar su arma favorita. Ya es condenable y rechazable de por sí. Nada debe odiar el hombre salvo el Mal.
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El uso político
Si el presidente de la república Hollande se hubiese limitado a declarar el luto por los fallecidos y el rechazo a los homicidas, ningún cristiano hubiese podido poner objeción a sumarse a tales intenciones. Pero tanto el gobierno como los medios de comunicación más influyentes de Occidente han querido presentar este atentado como un ataque a la libertad de expresión, y el homenaje, más que a las víctimas y sus familiares, se ha querido dirigir a ese derecho, y más concretamente a la revista donde se produjo el atentado, y así se ha lanzado el lema “Yo soy Charlie” en solidaridad con dicho semanario. La traslación del horror ante un crimen a la exaltación de la actividad de los asesinados es un salto cualitativo con el que los católicos no podemos solidarizarnos.
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La libertad y la moral
Para el liberalismo ideológico, la libertad de expresión (o libertad de prensa) fue uno de sus principales pilares (junto a la libertad de conciencia o la libertad de circulación de capitales, entre otros) dentro del primer punto del trilema revolucionario. Mientras los liberales moderados (o conservadores) reconocían que dicha libertad debía tener algunos límites basados en regular su relación con la libertad de expresión ajena, los exaltados o progresistas la elevaron a dogma y definición de la revolución.
Pero tanto unos como otros la consideran fundamental, independientemente del uso ético que de ella se haga.
Enseña el Magisterio que la libertad es el poder (exclusivo de los seres racionales) de obrar o no, y de hacerlo en un sentido u otro (CIC 1731). En línea con los grandes pensadores clásicos, estima que esta elección debe hacerse con la plena intención de hallar la Verdad y el Bien, descartando el error y el mal (que finalmente llevan al pecado que esclaviza al hombre, privándole de su libertad). La libertad es, por tanto, un bien subordinado a un principio moral superior. Contrariamente a lo que se cree, este uso responsable de la libertad no coarta la discusión ni implanta la censura; precisamente las disputationes para hallar la Verdad entre personas de opinión distinta son características de la escolástica cristiana. Sencillamente, ese uso de la libertad de palabra está sujeto a reglas que procuran que no sirva al Mal.
Esta vinculación o separación de la libertad al Bien y a un sistema moral es lo quediferencia esencialmente a la libertad cristiana de la liberal.
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Las publicaciones satíricas
Las revistas satíricas (que no hay que confundir con las humorísticas) son herederas directas de los libelos difamatorios de la era de la Ilustración, en los que se propagaban las ideas revolucionarias por medio de plumas agresivas y usualmente anónimas. Las revistas satíricas vivieron su auge en el siglo XIX (el gran siglo del liberalismo) y, aunque las hubo de todas las tendencias, sin duda las más numerosas, eficaces y agresivas fueron las liberal-progresistas. El papa León XIII, en su encíclica Providentissimus Deus (1893), ya señala cómo tales revistas se burlan de las Sagradas Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia, excitando el odio a la misma de sus lectores (PD, 22).
Las revistas satíricas sufrieron una lenta decadencia a lo largo del siglo XX. Las que actualmente aún persisten pertenecen casi todas a la misma corriente ideológica liberal-progresista, y se caracterizan por emplear profusamente el escarnio, la humillación, la calumnia, la burla y con frecuencia el insulto directo de personas, pensamientos y creencias para sostener sus ideas sociales y políticas, y criticar las opuestas.
Se suele justificar la existencia de dichas publicaciones por su papel en la crítica de los abusos de los poderosos. No obstante, se obvia que la denuncia de injusticias, corrupciones o malos usos (que no sólo es lícita para el cristiano, sinomandatoria) se puede realizar perfectamente sin incurrir en las descalificaciones a las que antes aludíamos. Se elude por parte de los defensores de las revistas satíricas la objeción grave de que el fin no justifica los medios.
Dichos métodos vejatorios no se emplean con el objeto de convencer (mucho menos de convertir), ni pretenden aportar pruebas de la veracidad de lo que defiende. Sirven como látigo con el que fustigar al adversario. Sirven, ni más ni menos, que como arma para dañar al otro, no viendo en él a un hermano equivocado, sino a un ajeno enemigo al que destruir públicamente en su honorabilidad. Provocan la separación entre las personas, excitando los más bajos instintos de sus seguidores y el rencor de sus adversario, generando resentimientos y odios, causando la disolución social. Por tanto, las formas de expresión de muchos de los artículos de las revistas satíricassirven al Mal.
No olvidemos que el derecho al honor es también enseñanza cristiana. Y las legislaciones deberían prohibir la ofensa y el escarnio como modos de crítica social o defensa de unas ideas. De ese modo, las revistas satíricas desaparecerían como tal, debiendo sus redactores demostrar si son capaces de transmitir sus opiniones con éxito sin emplear el recurso fácil del insulto y la humillación como hacen actualmente. La responsabilidad en la denuncia haría esta mucho más efectiva, y probablemente veríamos crecer el humor inteligente y positivo, en vez del odio disfrazado de reivindicación.
Por tanto, poner la mera emisión de opiniones de forma irrestricta por encima de los medios y formas que se empleen para expresarlas es dogma liberal, no dogma cristiano.
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Valoración moral de Charlie-Hebdo y sus métodos
Como revistas similares de otros países, Charlie-Hebdo pone su punto de mira sobre el orden social, otros periódicos, formas de vida que rechazan, los gobiernos, el ejército o la policía. Sin embargo, dado que el liberal-progresismo que representa es confesionalmente ateo-escéptico (más aún tratándose del país de la masonería más antitea), los ataques a la religión son una constante.
Aunque este atroz crimen ha sido provocado por sus ofensas a Mahoma, la realidad es que las blasfemias contra Nuestro Señor Jesucristo han ocupado el lugar preferente en sus páginas, así como escarnios contínuos a los católicos, desde el papa a los seglares, y a sus creencias y reglas morales. Alentar a sus lectores aalejarse de Dios y a rechazar o despreciar a los cristianos no es, evidentemente, buscar el Bien o promover la Virtud. Por tanto, esa actitud es rechazable de plano para un cristiano.
Asimismo, sería de ingenuos creer que las revistas satíricas, como cualquier otro medio de comunicación, no están al servicio de los intereses de sus editores. Algunos piensan erróneamente que la falta de respeto y el escarnio significan un mayor compromiso de honestidad en la información. Nada más lejos de la realidad, cuando vemos que las revistas satíricas se unen habitualmente a campañas orquestadas para favorecer o denigrar ciertos usos sociales desde posiciones políticas de poder muy concretas.
En ningún momento los redactores de la revista han visto en sus plumas algo distinto a armas no sangrientas con las que combatir a sus enemigos políticos, sin importar las consecuencias para la convivencia que ello representara. Han ejercido la libertad sin responsabilidad, al servicio de la destrucción de la honorabilidad del adversario.
Los católicos debemos rezar por las víctimas del atentado, y acompañar a los familiares en su sufrimiento. Debemos también trabajar por la justicia para los criminales y la defensa de la paz social. Pero lo que no podemos hacer es, como desea el gobierno francés, convertir esos buenos deseos en una defensa o justificación de los métodos malvados empleados con frecuencia por esta y otras revistas satíricas. Esta exaltación de la libertad de prensa por encima de cualquier otra consideración no es sino exaltación de los principios revolucionarios liberales de la república francesa y, por tanto, una manipulación política de la humana compasión y deseo de justicia del pueblo.
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Nosotros somos Cristo, no Charlie
Como bien ha expresado Juanjono compartimos ese lema que nos obliga a escoger entre el asesinato ideológico y la ofensa ideológica.
Estos días muchos católicos, de buena fe, se alinean precisamente con esas tesis dedefensa a ultranza de la libertad de expresión, aunque sea mal utilizada. Se aduce que la ofensa no lo es sino para el ofendido, que las creencias no son personas y no se les puede ofender, que aunque no nos guste lo que escribe la revista satírica está por encima de todo permitirle expresar lo que desee, etc.
Quienes tales argumentos defienden, profesan sin saberlo la doctrina liberal sobre la libertad, que es radicalmente distinta de la enseñanza católica. Culpa de los apologetas católicos es no haber marcado con suficiente contundencia dicha diferencia. Invito a mis lectores católicos a que lean con detenimiento los artículos 1731 a 1748 del Catecismo de la Iglesia Católica, y más específicamente la encíclica Libertas Praestantissimum del pontífice León XIII, donde se explica con detenimiento la enseñanza de Dios acerca del uso de la libertad, que debe siempre servir para indagar acerca del modo de hacer más virtuosos hombres y sociedades. La indiferencia hacia los fines o medios con que se emplea la libertad no forma parte de la revelación divina. En el caso del semanario francés, era usada claramente como un instrumento de odio y separación, y por tanto, servidor del demonio.
Ruego a mis lectores una oración por el alma de los fallecidos en este horrible atentado, para que la luz de Dios brille sobre su rostro, y su misericordia les alcance. También por el fin del empleo del odio como instrumento en la política.



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