viernes, 2 de enero de 2015
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Mensaje de Año Nuevo 2015
Mensaje de Año Nuevo 2015
Si hay algo que puede
enseñarnos la astronomía es que la Tierra no se renueva simplemente
con dar vueltas al sol. El paso implacable de miles de
años–miles de esas vueltas–produce más sedimentos en las continentes, más sales
en los mares, pero falta mostrar si el corazón de los faraones era menos
egolátrico que el de los secretarios sempiternos de los partidos comunistas en
el gobierno; o falta ver si eran
menos lascivos los mediterráneos de Pompeya y Herculano que algunos grandes
ejecutivos del siglo XXI, verdaderos alimentadores del tristemente llamado
turismo sexual.
La vida no se renueva
simplemente con amaneceres y atardeceres, y a pesar de todas las poesías, la
primavera no parece que haga sustancialmente mejores a quienes viven en
regiones que tienen bien delimitadas las estaciones.
Las
antiguas culturas estaban firmemente convencidos de la repetición de los ciclos
climáticos, económicos y cósmicos. Por eso el budismo promete sacarnos de la
rueda del Sámsara; por eso los mitos del “eterno retorno” entre los griegos
(para extemporánea fascinación de Nietzsche); por eso las círculos del
calendario maya; por eso Egipto mide su pulso con las periódicas inundaciones
del Nilo; por eso la combinación de desencanto doloroso y cinismo divertido en
tantos historiadores cuando se dan cuenta que registrar
la secuencia de los siglos es como ver muchas veces la misma película con
apenas algunos cambios de ropaje y utilería.
Y
por todo ello el hastío que hace insoportable la vida a muchos hasta hundirlos
en la depresión o el absurdo.
No:
la vida no se renovará simplemente dejando que este planeta Tierra siga dando
tumbos por un rincón de lo que hoy llamamos la Vía Láctea. Tampoco bastan las
modas en el vestir ni la demencial carrera hacia placeres más exóticos,
intensos o frecuentes. “No hay nada nuevo bajo el sol,” constata el Eclesiastés,
cansado, ya en su tiempo, de ver cómo la cascada de los pequeños y grandes
egoísmos se lleva la tajada más generosa de nuestros breves años en este suelo.
Y
nada más habría que decir si no pudiéramos pronunciar el Nombre de Jesús. Su
llegada, como acabamos de celebrar en Navidad, no es el comienzo de un ciclo:
es, de hecho, el decreto de culminación de la historia humana en su conjunto. Sólo hay “año nuevo” para aquel que
presiente, en Cristo y desde Cristo, que la Historia tiene un punto focal, una
meta, un desenlace irreversible, de modo que cada año nos
aproxima, como especie, como raza de Adán, a esa meta.
Precisamente
porque la Historia no es cíclica; precisamente porque Cristo ha insertado para
siempre una dirección irreversible en el conjunto del ser y quehacer humanos;
precisamente por ello nosotros
los cristianos sabemos qué decimos cuando saludamos: “¡Feliz Año Nuevo!” Es “nuevo” porque es inédito; porque
pertenece a una secuencia irrepetible; porque no volverá jamás. Y es “feliz”
solamente porque lleva el sello de Cristo, Buena Nueva de Dios Padre para todos
los siglos.
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Acerca de Diego García
Mi nombre es Diego Fernando García, soy el administrador del Pensamiento Serio.
Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico.
Escritor de blog, artículos, creador del proyecto «pensamiento serio» Es un sitio de filosofía sociedad y religión católica. Con recursos como: texto, imagen, audio , vídeo, diapositivas y diferentes formatos adaptados a este espacio.
teología
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