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sábado, 24 de enero de 2015

Pablo VI y el Vaticano II: no es como te lo han contado.

Una vez más tengo que agradecer el encargo de un artículo. Cuando me pidieron que escribiera sobre Pablo VI y el Concilio Vaticano II para el próximo número de la revista Cristiandad dije que sí, como siempre, para a continuación reconocer que sabía muy poco sobre el asunto. Así que tenía que estudiar el tema. Lo primero que se me ocurrió fue buscar alguna buena biografía que tratara sobre el tema, pero después recordé aquel consejo que nunca me ha fallado: acudir a las fuentes. Están llenas de sorpresas y suelen ser más fiables que los comentaristas.

Así que acudí a las alocuciones del Papa Pablo VI al Concilio y he de reconocer que encontré palabras mucho más claras y reveladoras de lo que esperaba. Es por ello que he pensado compartirlas con quienes se dejan caer por este blog, confiando en que también les ayudará a comprender mejor ese Concilio que ha marcado la vida de la Iglesia de nuestro tiempo.
En primer lugar creo que es muy revelador lo que dice el Papa Pablo VI el 18 de noviembre de 1965, al considerar “cual debe de ser la actitud de nuestros ánimos en el periodo post-conciliar”. El Papa habla “tres diferentes momentos espirituales” en el Concilio:
  1. El primero “fue el del entusiasmo […] estupor, alegría, esperanza, un sueño casi mesiánico”.
  2. Tras este momento de entusiasmo desatado se llega al segundo momento: “el del desarrollo efectivo del Concilio, caracterizado por la problematicidad” […] “todo se convirtió en discutido y discutible, todo apareció difícil y complejo, todo se intentó someter a la crítica y a la impaciencia de las novedades; aparecieron inquietudes, corrientes, temores, audacias, arbitrios; la duda apareció aquí y allá incluso en los cánones de la verdad y de la autoridad”. 
  3. Y llegamos al tercer momento conciliar, en el que “la voz del Concilio empezó a hacerse oír: clara, meditada, solemne […] La discusión acaba; empieza la comprensión. Al arado y la siembra sucede el cultivo ordenado y positivo”.
Me constaba el primer momento, pero la verdad, me ha sorprendido la aceptación tan clara y rotunda del segundo, de la “problematicidad” del Concilio. Frente a visiones edulcoradas, Pablo VI no oculta los problemas que lo afectaron. Eso sí, sin quedarse en esa situación de inquietudes, temores y arbitrios, sino proponiendo con esperanza el tercer momento. Otra cuestión es que muchos católicos, en contra de lo que pensaba y quería el Papa, se resistieran a abandonar ese segundo momento.
Me ha llamado la atención también la insistencia de Pablo VI en que el Concilio Vaticano II deja intacta la doctrina tradicional de la Iglesia en su integridad. Afirma el Papa que: “no sólo ofrece el Concilio a la posteridad la imagen de la Iglesia, sino también el patrimonio de su doctrina y sus mandamientos, el “depósito” recibido de Cristo y meditado a través de siglos, vivo y expresado, y ahora en tantas de sus partes aclarado, establecido y dispuesto en su integridad”.
Y por último, aunque evidentemente no agota lo que uno encuentra en las palabras del Papa, llama la atención el juicio de Pablo VI sobre nuestros tiempos, que probablemente sorprenda a quienes se han hecho de él una imagen muy diferente de la realidad. Así nos lo presenta en su última alocución: “un tiempo que todo el mundo admite está orientado hacia la conquista del reino de la tierra más que el reino de los cielos; un tiempo en el que el olvido de Dios se ha convertido en habitual y parece, equivocadamente, sugerido por el progreso científico; […] un tiempo en el que el secularismo parece la consecuencia legítima del pensamiento moderno y la sabiduría en el orden temporal de la sociedad”.



1 comentario:

  1. Muy interesante, y gracias por acercarnos al origen de los problemas. Estáclaro que el concilio no ha sido bien digerido por algunos y siguen empeñados en comer de la misma insatisfacción permanente...

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