También ocurre que esperamos recompensa, y tampoco la vemos. Siempre los mismos comentarios, los mismos aplausos si es que los hay, y los mismos lectores. Pocos cambios y muy poco resultado. Es lógico cansarte, o mejor aburrirte. Puede ser que también nos ocurra eso con nuestros encuentros de blogueros. La misma historia siempre.
La pregunta que flota en el ambiente nos la responde hoy san Pablo en la 1ª carta a los Corintios 9, 16-19. 22-23. ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Descubrir lo bien pagado que estamos cuando, a pesar nuestro seguimos adelante, proclamando día tras día la Palabra de Dios, y dándola de balde y esforzándonos en vivirla y hacerla vida en nuestra propia vida. En eso experimentamos el impulso y la fuerza del Espíritu Santo, y en Él reside también nuestro gozo y nuestra fuerza. Los frutos quedaran para Gloria de Dios, porque será Él quien los recoja.
He tenido la suerte, regalo de Dios, de experimentar algún agradecimiento por rezar o proclamar la Palabra a alguna persona, y he devuelto las gracias respondiendo que el agraciado he sido yo por tener esa oportunidad y posibilidad de hacerlo, incluso superando esfuerzo y desganas.
Queridos hermanos blogueros en la fe, levantemos nuestros corazones junto a Pablo, el apóstol de los gentiles, y demos gracias a Dios por seguir en el camino lanzando al aire de la blogosfera la Palabra de Dios regada con nuestras miserias y pobrezas, pero sustentadas por la Gracia del Espíritu Santo que nos conforta, nos ilumina y nos asiste.
Bendita palabras de Pablo que nos animan a seguir en la brecha y a sentirnos unidos en una misma fe y una misma voz en el Espíritu de Dios para hacer vida y palabra su Mensaje.
¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 9, 16-19. 22-23
Hermanos:
El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero, si lo hago a pesar mío, es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación del Evangelio.
Porque, siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos.
Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.
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