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viernes, 13 de marzo de 2015

De “Via-sacra para crentes e não crentes”,


Por José Nunes Martins, Paulo Pereira da Silva, Francisco Gomes

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3ª estación:
Jesús cae por primera vez



V. Os adoramos y os bendecimos, Oh Jesús.
R. Que por vuestra Santa Cruz redimiste al mundo.

“Jesús, llevando la Cruz a cuestas,
salió para un lugar llamado
“Lugar de la calavera”
Jn. 19, 17
Todos caemos, por más convencidos que estemos de que somos fuertes. No son sólo los débiles los que caen. Somos todos. A veces, el peso que tenemos que cargar es mayor que nuestras fuerzas y, por eso, caemos… cargamos el peso del mal que hacemos, de lo que sufrimos y parte de lo que se abate sobre aquellos que amamos.

También caemos cuando queremos llevar el peso solos. Sin humildad, no pedimos… y como no podemos, caemos. Cuando trato de valerme por mí mismo revelo flaqueza, así como cuando pido ayuda encuentro la grandeza de la fuerza  que nace del amor.

Queremos que el mundo comprenda y admire nuestro esfuerzo, pero muchos ni siquiera se dan cuenta que existimos. Nuestro sufrimiento no tendrá gran valor para quien no tiene lazo alguno con nosotros... Se siente que todo haya sido posiblemente en vano… al final… La infelicidad es tan fácil.

Es duro sufrir solo. Muy duro sufrir cuando los otros pasan y se apartan. Hay incluso quien quiere levantarnos, azotándonos.

…Quien ama tiene siempre una razón y una fuerza para luchar contra el mal, por grande que este sea…

Así, en el momento en que creemos que están agotadas nuestras fuerzas, es cuando más fuerzas  surgen  y somos capaces de levantarnos… no, no es un triunfo, porque sólo nos levantamos. El sufrimiento aún dura y está lejos de del fin.

Nos levantamos… y algo se eleva en nosotros.

La dignidad, la voluntad de ser lo que somos, la esperanza de que hay un sentido profundo para cada sufrimiento… aunque no lo podamos comprender.

¿por qué no tiendo la mano al que está caído? … ¿tengo miedo? … ¿de qué?
¿por qué razón no temo a la cobardía? … ¿Cuántas veces me dejo caer? … ¿Cuándo estoy por tierra, qué me hace levantar?

Cansado. Terriblemente cansado. No durmió, no comió. Por los cabellos escurre la sangre, el rostro tumefacto, la túnica sucia, los pies agrietados y negros de polvo.
El Señor ajusta su cuerpo a la cruz, los hombros y las espaldas dobladas al peso del madero, la mano dolorida por la aspereza de la corteza.
La madera muerta que el carpintero moldeó durante los años de contemplación es ahora otra oración.
El Señor camina con el madero.
Lo lleva porque el Padre así lo quiso. Por nosotros, por mí.
¡Avanza!¡Más deprisa!¡Avanza!
Las heridas brillan al sol tórrido.
El señor cae…
Su cuerpo se desploma sobre el polvo del suelo.
Desposa nuestra miseria.
Cae por nosotros. Sobre nosotros…
Abrazando este polvo de la tierra, el Señor se junta a todos los que  en su vida se arrastran por el suelo.
Nos viene a traer esperanza cuando ella muere y vida cuando ella vacila.
Cuando el sufrimiento fuere pesado  en mis hombros, por la virtud de tu paciencia  y de tu amor, ayúdame, Señor, a no desfallecer. Renuévame en la paciencia, dame fuerza para que avance siempre en la fidelidad a la voluntad del Padre.
“Si alguien quiere seguirMe, renuncie a sí mismo, tome su cruz y Me siga.”


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