28 de março de 2015
La esperanza es la confianza en que el deseo de un bien futuro se realizará. La
paciencia es la capacidad de sufrir los fracasos y los males de la existencia,
sin caer en la desesperación.
La esperanza confía en
el bien, la paciencia desafía el mal.
La vida de cada uno de
nosotros está llena de promesas. Casi siempre es necesario esperar. A veces
mucho. Y si hay promesas que son meras ilusiones, otras serán realidad pero sólo
para quien sabe esperar.
El que es paciente
soporta las imperfecciones, las suyas, las de los otros y las del mundo… sin
grandes quejas. La paciencia es un coraje que, sin prisas o inquietudes, se
hace mayor que las desesperaciones y angustias.
Esperanza y paciencia
son elecciones. No se nace así.
La esperanza se pone
siempre en algo que no depende sólo de la voluntad de quien espera, sino de un
conjunto grande de circunstancias y voluntades ajenas. De ahí que la humildad
sea esencial, en el sentido de comprender que es mucho lo que nos sobrepasa, y
que, al final, todo cuanto podemos hacer es esperar pacientemente por lo que no
depende de nosotros… mientras vamos haciendo nuestra parte.
En esta vida nuestra
limitada, donde casi todo es pasajero y provisional, hay quien pasa mucho de su
tiempo navegando por los mares del sufrimiento… la paciencia es la fuerza que
nos permite sufrir y soportar casi todo sin precipitarnos en el desistimiento
de lo que somos, como si la existencia no tuviese sentido.
La esperanza nace de
una sabiduría que permite ver más allá de las tristezas y tragedias, orientándonos
más allá de nuestros límites y fracasos.
Hay una distancia enorme entre lo que somos y lo que podemos ser. El futuro que
se espera ilumina las decisiones del presente. Sólo quien sabe del mañana puede
construir el camino de aquí para allá.
Somos limitados y
debemos aceptarnos como tales, a nosotros, a los otros y al mundo. Sin grandes
quejas. No puedo nunca aproximarme al corazón de alguien, sin antes aceptar sus
limitaciones. Sin antes aceptarlo así… tal como es… Debemos corregirnos para
inspirar a otros a hacerlo también. Siempre con la paciencia de sonreír, a
pesar de todo… siendo perfectos, dentro de nuestras limitaciones.
Paciencia y esperanza se
comparten. Hay quien, más que ver las heridas del otro, las siente como suyas,
sufriéndolas. Hay también quien, con su forma entera de sufrir y de ser,
soporta las adversidades sin desanimarse y nos da, así, señal y prueba de una fuerza
que también nosotros podemos tener y ser.
El presentimiento y la
desesperación, movidos por el miedo, hacen imposible cualquier alegría,
presente o futura. Sencillamente, una esperanza es cuanto basta para iluminar y olvidar una
noche entera, por más larga y fría que sea, sin perdernos… pero siempre sin
certezas, porque nuestra vida es siempre incierta… siempre… para lo mejor y
para lo peor.
El que es paciente no
afronta vida escondido. Sufre sin dejar de estar entero… en una vida entera…
que no va a acabar.
La paciencia no es sólo
una forma de resistir, es también una fuerza que se opone a lo que me intenta
destruir. No hay nada que hacer. Es sufrir a fin de ser feliz.
La esperanza no es sólo
una certeza que me consuela, es también una llama que me estimula e incentiva. No
es quedarse a la espera. Es hacer lo que se espera.
La esperanza y la
paciencia son áncoras que me garantizan que, a pesar de los dolores,
superficialidades y desasosiegos, hay una tierra firme… en esta tierra
construiré mi casa… y en esa casa va a latir mi corazón.
Porque mucho más allá
de toda esperanza razonable hay un infinito que, de forma paciente, nos llama y
espera por nosotros.
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