miércoles, 22 de abril de 2015
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2ª semana de Pascua. Domingo B
2ª semana de Pascua. Domingo B
Todos
los años en este 2º
domingo
de Pascua la
Iglesia
nos presenta esta
parte
del evangelio en
que
Jesús se
presenta
ante sus
discípulos
el domingo
de la
resurrección y
vuelve
a presentarse
al
domingo siguiente
ante
ellos, estando ya
Tomás.
Una
primera enseñanza
que podemos sacar de
esto es que Jesús,
aunque siempre está
espiritualmente
con
nosotros,
desea estar
de una manera más
viva el día del domingo.
Podemos
decir que
estableció
este día,
como
distintivo de su
presencia
resucitada.
Siempre
que asistimos
a misa celebramos
muerte
y resurrección
de Jesús.
Lo
proclamamos
especialmente
al
terminar
la consagración.
Pero el domingo es el día
del
señor, el día también
del encuentro de la
comunidad formando una
unidad
de amor y de fe,
como
nos dice hoy la
primera lectura hablando
de la primitiva comunidad
que “tenían un solo
corazón
y una sola alma”.
Consecuencia de ese
amor
era el repartirse
los bienes externos
y vivir
en verdadera
comunidad.
Ese era un
testimonio de que Cristo
había resucitado. Tenían
sus defectos, pero
éste es
el ideal.
En todas las épocas
ha habido y hay
comunidades de fieles,
hombres y mujeres,
que
tienen esta vida
de paz
y de unidad,
de modo
que son
testimonio
de que
Cristo
vive entre
nosotros.
Y aunque no
tengamos esta unidad
tan
plena, el hecho
de que en medio esté
el
amor a Cristo y entre
nosotros significa ser
testigos del Señor.
Jesús
viene en aquella
tarde noche a consolar
a sus discípulos.
Y como
Jesús es bueno
y es el Señor, en su
visita les da unos grandes
dones. Lo primero la paz,
pues la
necesitan.
Estaban
llenos de miedo,
pues los que habían
condenados
a Jesús,
podían
ahora ir a por ellos.
Jesús
era, según los
profetas, el
“príncipe de la paz”.
Siempre
la paz era un
signo de su presencia,
desde
que nació en Belén.
Y
juntamente con la paz
les dio la alegría.
Es lo
propio de estos
días de
resurrección.
La paz
y la alegría son
dos
frutos del Espíritu Santo.
Por
eso a continuación
“sopló sobre ellos”.
Es un signo simbólico
de dar algo importante,
de dar vida. Se parece a
lo que se dice de la
creación, dando el soplo
la vida. Así pues, les dijo:
“Recibid el Espíritu Santo”.
Quizá más propio sería
decir:
“Recibid Espíritu Santo”.
De una manera solemne
recibirían el Espíritu
Santo el día de
Pentecostés. Ahora lo
recibían según la capacidad
que
tenían, con las
imperfecciones de este
momento.
Y como
siempre
tendremos
imperfecciones
y pecados,
necesitaremos
el perdón de Dios.
Para
que sea fácil
poder recibir el
perdón
de Dios,
Jesús
les da a los
apóstoles
el poder
de perdonar pecados.
Este es
un poder
maravilloso
que sigue
teniendo la Iglesia y
que
administra por
medio
de los
sacerdotes.
Todos
tenemos que
dar
muchas gracias a
Jesús
por este don y
tenemos
que
aprovecharnos
de él para obtener
el perdón.
Pero
Tomás no estaba
entonces.
Quizá vendría
a los pocos días.
Quien
no se une a su
comunidad
se pierde
muchas gracias
de
Dios.
Quizá
por mezcla de
orgullo
y por amor mal
entendido
hacia Jesús,
se puso terco y no
quiso creer. Sus
palabras:
“Si no
veo la señal
de los
clavos, etc..”
demuestran
que estaba
encerrado
en la idea
de un Cristo pasado y
no en
el de Jesús
resucitado,
que da vida.
Hasta que vino Jesús,
el
domingo siguiente,
y con
mucho cariño
le
mostró la señal de
los clavos en sus
manos y
la herida del
costado.
No hizo falta
tocar,
porque ante la
vista
de Jesús se
acrecentó
su fe en Jesús,
no sólo
como hombre
resucitado,
sino como Dios.
Y con mucho amor
pronunció
la declaración
más
hermosa del evangelio:
“Señor mío y Dios mío”.
Era un
acto de fe, de
adoración y de entrega
sin
límites.
Jesús
se lo agradece,
pero
dice algo grandioso
para nosotros: “Dichosos
los que tienen fe sin
haber
visto”.
Podemos
decir que las
dudas de Santo Tomás
sirven
para confirmar
nuestra
fe. Y como dice
la 2ª
lectura, que es de
la 1ª carta de san Juan,
si
creemos de verdad en
Cristo resucitado, con una
fe que
debe ir unida al
amor de
Dios y de los
hermanos,
habremos
vencido
al “mundo”,
como
símbolo del mal.
Heriberto Garcia Gutierrez.
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Acerca de Diego García
Mi nombre es Diego Fernando García, soy el administrador del Pensamiento Serio.
Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico.
Escritor de blog, artículos, creador del proyecto «pensamiento serio» Es un sitio de filosofía sociedad y religión católica. Con recursos como: texto, imagen, audio , vídeo, diapositivas y diferentes formatos adaptados a este espacio.
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