Si sólo se comprende la vida cuando miramos hacia atrás, la verdad es que, para vivir, el sentido es el opuesto. Hacia adelante. Así, una elección determinante de nuestras vidas pasa por saber donde colocamos nuestros ojos y nuestro corazón: en el pasado en busca de comprensión y aceptación; u, en el futuro en busca de más vida.
Nuestro camino pasa por tierras desconocidas y mares lejanos. Nuestra vida es un acabar que nunca acaba. Como no hay un fin definitivo, renacemos de forma constante en muchos lugares y tiempos, y siempre es así, por más cansados y angustiados que estemos… ¡porque nuestra vida quiere vivir más que nosotros mismos!
El vencedor sale muchas veces derrotado. Una de las alturas en que el corazón no debe flaquear es cuando está rodeado de enemigos. La soledad esencial de cada uno de nosotros es tan profunda que asusta a los que nunca se dan cuenta de la inmensidad del mundo dentro de sí.
En los tiempos de abandono hay que tener el coraje de la esperanza. Aquella certeza de que nuestro camino pasa por valles de tinieblas, frío y dolor… pero nuestra misión no es ni quedar allí, ni perder nuestra fe en el amor. Nuestras obras deben ser la respuesta al sufrimiento, porque son las obras las que confirman la misión.
No. Nuestra existencia no es sólo esto. Es más que esto. Es mucho más que nosotros.
Debemos osar ser más. Trazar una cruz en el infinito y poner rumbo allá… Mientras no llegue el tiempo de ser nosotros la hoja seca que cae…
¿Como no va querer dar todo por la verdadera felicidad? Buscar en el pasado el sentido de la vida es como buscar en los sueños razones de salud.
De noche, las luces son más suaves y verdaderas. El cielo es más bello cuando se pueden ver todas las estrellas centelleantes que nuestra corta vista no alcanza. La luz de la luna puede ser aún más pura que la propia luz del sol.
El amor llama. A lo lejos, alguien canta. A lo lejos. Hay que esperar. Luchar. Con fe. Aquella certeza de que no estoy solo. Somos nosotros.
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