31 de outubro de 2015
La existencia es una lucha constante que nos entrega a los sufrimientos de esta
vida. Se llega a pensar y sentir que las alegrías no son más que meros
intervalos entre desilusiones. El que sueña tiene la vida mucho más dificultosa.
Aunque nadie es perfecto, todos debíamos soñar serlo y luchar para
perfeccionarnos. Sí, el camino más cierto es casi siempre el más difícil.
Nos llenamos de sueños,
compromisos y culpas. Los sueños nunca son leves, los compromisos son siempre
espinosos y hay culpas que son capaces de cortarnos en pedazos, de forma lenta.
Algunos prefieren no cargar cosa alguna y echan todo a un lado… y se creen así
libres. Pero al rechazar su pasado y el futuro que era su obligación, se
pierden. Son ligeros porque quedan libres de sí mismos, son libres como una
piedra que, al caer, sin obstáculos, no se transforma ni se mejora. Una nada,
viviendo la ilusión del vértigo. Se creen los mayores y más fuertes, se
consumen en la velocidad, pasando por todas las cosas sin tocarlas.
La dureza de la vida, y la
duración de las penas, nunca serán razón suficiente para que nos resignemos,
menos aún, para que desistamos. Eso sólo significaría la derrota, el resto son
batallas.
Nuestros pesos, penas y
espinos clavados en a carne no nos dan derecho a convertir en un infierno la
vida de nadie. Son nuestros. Somos nosotros. Pero, nunca sabremos lo que el
otro ya ha pasado y sufrido… y lo que aún le queda por pasar…
La esperanza tiene siempre
que ser mayor. La sonrisa es siempre posible, incluso para el que llora con
sentido. Porque quien lucha sin ‘escaquearse’, con todo el corazón y abierto,
sabe que llegará el tiempo de la alegría verdadera, tan buena como duradera,
donde cada tristeza no será sino… sólo una tristeza.
Somos una piedra dura, que dura y somos
también quien la carga.
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