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domingo, 25 de octubre de 2015

¡Nada te turbe, nada te espante!





Santa teresa de Ávila, en su 500º aniversario, habla del Sínodo sobre la familia y de la situación  política del mundo y de Portugal.

Santa Teresa de Ávila o, como se llamaba religiosamente, Teresa de Jesús, o también, civilmente, Teresa Sánchez de Cepeda  y Ahumada, fue monja de la Orden del Carmelo. Con San Juan de la Cruz, fundó la observancia de los descalzos y ambos fueron autores de obras de gran mérito espiritual y literario. Santa Teresa de Ávila es también la primera mujer doctora de la Iglesia, título que, hasta entonces, ha sido sólo concedido a eminentes teólogos.

¡Aún sabiendo que, para quien ya está en la eternidad, el tiempo no es importante, muy agradecido por la disponibilidad y muchas felicidades por el aniversario! Comenzando por los primeros años de su vida, ¿como describe su ambiente familiar? ¿Es verdad que, en su casa, la  ‘niña’ de papá?

-         Éramos tres hermanas y nueve hermanos. Por bondad de Dios, todos se parecían a sus padres, en ser virtuosos, menos yo, aunque fuese la, más querida de mi padre.

    Con solo doce años, pierde a su madre. ¿Cómo reaccionó a su muerte prematura?

    Buscaba la soledad para rezar mis devociones que eran muchas, en especial el rosario, del cual mi madre era muy devota y así nos hacía serlo.   

     ¿Qué consejos daría a los padres del siglo XXI? 

    Considero algunas veces lo mal que hacen algunos padres en no procurar que sus hijos vean siempre –y de todas las maneras- cosas de virtud. Porque, con tener tanta mi madre, como dije, de bueno no tomé mucho, ni casi nada –llegando al uso de razón- y el mal me causó mucho daño. Si yo tuviese que aconsejar, diría a los padres que, a esta edad, tuviesen gran cuidado con las personas con quienes hablan sus hijos. De aquí viene mucho mal, porque nuestro natural tiende más a lo peor que a lo mejor. Así me sucedió a mí.                               

    ¿Es en ese tiempo en que se torna una lectora compulsiva de romances de caballería?

                   
    Comencé a quedarme con la costumbre de leerlos. No me parecía mal  gastar muchas horas del día  y de la noche en tan vacío ejercicio, aunque a escondidas de mi padre. Era tan en exceso lo que me embebía que, si no tuviese libro nuevo, no tenía –ami parecer- contento.       

    Al mismo tiempo, comienza a vivir un periodo de cierta frivolidad…        

    Comencé a ponerme galas y a desear agradar, pareciéndome bien, tener mucho cuidado con las manos y el cabello, perfumes y todas las vanidades que en esto podía tener. Y eran muchas, por estar muy acicalada.             

    E incluso alguna mala  compañía…          

    Me espanta, algunas veces, el daño que hace una mala compañía y, si yo no hubiese pasado por esto, no lo podría creer; en el tiempo de la juventud, en especial, debe ser mayor el mal que causa… De tal manera me marcó esta convivencia que, de mi natural virtuoso, no me quedó en el alma casi ninguna virtud.              

    Para contrariar esa amistad peligrosa, fue enviada por su padre al convento de Nuestra Señora de las Gracias. ¿Cómo reaccionó

    Los primeros ocho días los sentí mucho, y más por la sospecha de que se hubiese percibido mi vanidad que por estar allí.            

    Hasta el punto en que, gracias a la influencia de una buena religiosa, le empezó a agradar la posibilidad de tomar el hábito, idea a la que, al principio había sido tan contraria…          

    Comenzó esta buena compañía a desterrar la costumbre que tenía al mal, a tornar a poner en mi pensamiento deseo de las cosas eternas y a quitar algo de la gran repugnancia que yo tenía en ser monja, que se me había vuelto grandísima.          

    Y mientras tanto enferma gravemente  y va a descansar a casa de un tío. Esa interrupción en su vida religiosa, ¿qué reflexiones le suscitó?            

    Que todo era nada, la vanidad del mundo, como acaba en breve, y el temor, si hubiese muerto, de ir al infierno. Y, mi voluntad no acaba de inclinarse a ser monja, vi, mientras tanto, que era el mejor y más seguro estado y así, poco a poco, me determiné a forzarme a tomarlo.         

    Y mucho tuvo que esforzarse cuando, el 2 de noviembre de 1535, salió de casa para ingresar en el convento  carmelita de la Encarnación, en Ávila, contrariando a su padre.     


    Recuerdo, y a mi parecer con toda razón, que cuando salí de casa de mi padre fue tal la aflicción, que no creo que sea mayor cuando yo muera. Parece que cada hueso se me descoyuntaba, pues, como no tenía amor de Dios para contrarrestar el amor de padre y parientes, me hacía todo una resistencia tan grande que, si el Señor Nome hubiera ayudado no habrían bastado mis consideraciones para ir adelante. Aquí me dio el Señor ánimo contra mi, de manera que lo puse por obra.                  

    En su libro ‘Camino de Perfección’, escribió que ‘los jueces del mundo son todos varones.’ ¿Qué consideración le merecen los hombres, especialmente los clérigos?               

    ¡No hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa!       

    Como primera doctora de la Iglesia, ¿Qué dice de la formación teológica de los fieles?        

    Espíritu que no va fundado, desdel comienzo, en la verdad, yo más lo quisiera sin oración. Gran cosa es tener letras… ¡de devociones a tontas, líbrenos Dios!             

    ¿Cómo ve el futuro de la Iglesia?     

     Veo los tiempos de tal manera, que no es motivo para rechazar espíritus virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres.         

    La Iglesia y el mundo viven actualmente tiempos agitados: basta pensar en el Sínodo de los Obispos para la Familia, así como en nuestro país. ¿Qué diría a alguien muy preocupado por el futuro de la Iglesia, de Portugal y del mundo?   

    Nada te turbe, nada te espante. Todo  pasa.  Sólo Dios no muda. La paciencia todo lo alcanza. Sólo Dios basta.*


*Todos os textos de Santa Teresa são citações literais (cfr. Pe. Jeremias Carlos Vechina, ocd, Prefácio, in Poemas de Santa Teresa de Jesus, Alêtheia Editores, Óbidos 2015, págs. 5-46).  


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