28 de novembro de 2015 https://www.facebook.com/jlmartins?fref=nf
Esta vida nuestra es un don que recibimos sin que
lo hayamos pedido, somos todos mendigos, pero podemos ser todos limosna.
Quien nos tiende la
mano nos pide, ante todo y lo más, la mirada, para que la nuestra se encuentre con la suya. Que no nos sea indiferente
y que hagamos parte de su camino.
No perdemos nuestra dignidad
cundo pedimos algo… menos aún cuando aceptamos con humildad lo que otro nos da.
La limosna no cambia nada,
quien pide continua pobre y quien da no deja de ser rico, solo enaltece la
humildad de reconocer la fragilidad y tender la mano al encuentro.
Así como alguien ha decidido
necesitar de mí para realizar su proyecto, también yo necesito de los otros
para concretar lo que soy. Lo que muchas veces consideramos limosnas, son
dones. Encuentros en los que todos comienzan por asumir su fragilidad y en que,
después, cada uno sale más fuerte.
Ser don no es dar lo que se tiene en exceso, sino
más bien, lo que pudiendo incluso hacernos falta a nosotros, tal vez le haga
más aún al otro. No para que él nos lo agradezca, antes bien para que reciba el
amor y pueda, también él, amar. La mayor de todas las riquezas es dar la vida,
como don, a quien eso hace diferente.
Amar es mirar al otro a los
ojos y reconocer en él un igual. Tanto si pide como si da. Es siempre el mismo.
La limosna es dar lo que no necesito. Don es dar lo
que otro necesita.
Amar es tender al otro nuestras manos. Puras.
Vacías de cosas, pero llenas de amor.
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