Estamos en la
primera semana de Adviento y viene bien
reflexionar que para seguir el camino que nos
traza
Jesús, que es
para nuestro bien y salvación,
necesitamos
verlo. Es un camino espiritual, donde
puede haber
ciegos materiales que no ven bien y lo
siguen, mientras
que muchos, que ven bien lo
material, están
ciegos ante las realidades y esplendores
del espíritu.
Hoy trata el
evangelio de dos ciegos que consiguen su
curación de
parte de Jesús. San Mateo que, por dirigir
su evangelio a
los de raza judía, se acomoda más al
lenguaje y
cultura de Palestina, parece ser que
pone dos ciegos
donde otros evangelistas hablan
sólo de uno.
Dicen algunos entendidos que san
Mateo, además de
dar el mensaje propio del
milagro, quiere
señalar la fuerza del testimonio
de la fe, por
aquello de que los israelitas
necesitaban el
testimonio de dos testigos
para que tuviera
verdadero valor dicha verdad.
La plegaria de
aquellos dos ciegos es muy propia
del Adviento:
“Señor, ten piedad de nosotros”. Al
comienzo del
camino hacia Dios, que podemos
considerar el
año litúrgico, debemos sentirnos
como niños
necesitados de la mano de Dios.
Él nos recoge y
nos guía. En la búsqueda de Dios,
el Adviento nos
enseña a seguir el camino. Por
eso debemos
tener los ojos bien abiertos.
Y lo suplicamos
a Dios.
Jesús parece no
atenderles enseguida. Esto tiene
dos
explicaciones. La primera, y lo vemos en
varios milagros,
es para que la fe de aquellos
dos hombres se fortalezca y se acrisole, ya
que
va unida con mucho lastre de falta de rectitud
en la intención
y del conocimiento hacia Jesús.
Ellos le habían
llamado “hijo de David”, pensando
quizá sólo en
poderes materiales de liberación
patriótica.
Jesús siempre pretende que crean en
Él sobre todo
como libertador en el espíritu.
Otra razón,
dicen algunos, que era el deseo de
Jesús de no
montar un espectáculo, sino de tener
un encuentro íntimo. Por eso sólo les atendió
cuando llegó “a
casa”. Por la misma razón,
después de
curarles, les dice que no lo publicaran.
La razón es porque la gente entendería el
suceso de manera
diferente, en el sentido material,
como si Jesús
pudiera ser quien les guiara a
batallas
materiales. Pero Jesús es el sanador
de corazones y Él busca nuestra intimidad.
En la primera
lectura vemos al profeta Isaías que
entre las
señales de los tiempos mesiánicos
anuncia que los
ciegos iban a ver: algunos de
forma material y
otros muchos en sentido espiritual.
Si nosotros nos
ponemos en apertura para la
actuación de
Dios, estos tiempos podrían ser
también “tiempos
mesiánicos”, pues muchos ciegos
espirituales
podrían comenzar a ver.
Ver en el
espíritu es tener fe. Claro que en esta
vida nunca habrá
plenitud en la visión. La fe
no es certeza,
no da seguridad completa, sino que
se va conquistando paso a paso, entre caídas y
temblores, en
medio de una lucha constante.
Estas pruebas de
la fe logran que sea auténtica.
Así fue con
aquellos dos ciegos. Parecía que
Jesús no les
atendía; pero ellos seguían clamando.
Igualmente nos
suele pasar a nosotros. Jesús
quiere la
perseverancia porque se va purificando
la fe: debemos
creer en Dios más como Padre
que nos quiere y
conoce mejor lo que necesitamos
para el bien del alma. Vayamos purificando las
escorias que hay
en la fe, como pueden ser
muchos intereses
materialistas, distracciones,
pasiones, egoísmos,
orgullos, etc.
En el salmo
responsorial de este día decimos:
“El Señor es mi
luz y mi salvación”. Cuanto más
unidos estemos
con Dios, veremos mucho mejor
la realidad de las cosas, veremos mejor el
“sentido de la vida”, para qué estamos aquí
y dónde vamos. Y, como nos costará seguir el
camino recto, proclamamos que “El Señor
es nuestra
salvación”. Esto lo consideramos
especialmente en este tiempo preparatorio
a la Navidad.
Primero pùblicado en mi blog.
http://diegodfgo.blogspot.com.co/2015/12/semana-de-adviento-viernes.html#more
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