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sábado, 7 de mayo de 2016

La soledad del amor


JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS

Él llevaba siempre la fotografía de ella en la cartera. Era un tesoro que admiraba varias veces al día. Una prueba concreta de que ella había existido y existía, de que no era una mentira o ilusión.


En la fotografía, ella estaba lindísima, con una sonrisa acogedora y una mirada llena de luz que iluminaba todo… aunque los vacíos que iba llenando fuesen cada vez mayores.

Aquel hombre sentía que su amor se hacía pedazos cada día, a cada hora… a cada instante.  Como una cascada sobre un abismo. Pero la amaba, nunca dejó de amarla, aún cuando la muerte lo llevaba a dejar de creer. Su corazón parecía haber sido el lugar escogido por el bien y por el mal, para medirse en él la fuerza de la luz y de las tinieblas.

De noche, en casa, la saudade le llama a la puerta, hasta derrumbarlo… así que entraba, un dolor profundo le seguía todos los  pasos y pesaba, cada uno, más y más. Cuando el sueño llegaba para silenciarla tristeza, la saudade llenaba el cuarto y se acostaba en la cama antes que él, esperándolo con su abrazo frío. Era una soledad tan concreta que, sólo, él la podía ver y oír.

Quería tanto que ella, desde el lado de la muerte, pudiese verlo…

La certeza de que el paraíso no tendría sentido sin ella lo animaba, por momentos, aquella inmensa noche, aún más inmensa cuando él perdía la esperanza… y, a pesar de no poder sentir a su amada, ella le daba sentido.

Deseaba que la misma muerte que la había llevado, lo llevase también a él… o para al lado de ella, o para una nada cualquiera donde ya no hubiese dolor. Pero no quería ser cementerio. Tenía que hacer honor a lo que había prometido: ¡conquistar, en este mundo, la vida eterna!

Sabía bien, muy bien, que uno de los peores momentos de la batalla es la espera, pero estaba seguro de la felicidad… desde el día en que decidieron amarse, perdonarse y esperar uno por el otro.

El hombre murió un día triste de lluvia.

Murió… y fue luego a arrodillarse a la cabecera de la cama donde ella esperaba por él, hace tanto tiempo…

Lo que ella no esperaba fue el beso caliente con que él la despertó, para siempre.



                                               (Ilustração de Carlos Ribeiro)

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