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miércoles, 16 de noviembre de 2016

Expulsados del parque natural

 “El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace reposar; me conduce hacia fuentes tranquilas, repara mis fuerzas...”

Pusieron su nido en medio del parque natural, en una salina abandonada, como cualquier pareja migratoria encuentra su sitio, el más adecuado para instalarse y cumplir con la misión que la misma naturaleza les encomienda: vivir, desarrollarse y crecer; en su caso para facilitar la vida, ofrecer descanso y dar la oportunidad de reponer fuerzas a otros peregrinos... 

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo, tu vara y cayado me sosiegan...”

Pero las leyes humanas que protegen el parque natural son inflexibles e inhumanas, sólo protegen a los animales, a una pareja humana la expulsan del paraíso que se había creado, que les daba cobijo, alimento y además ofrecía refugio y descanso a cualquiera que acertara a pasar por allí. No son como los animales, que por instinto defienden su nido y su territorio, su casa era casa de acogida y descanso para animales y humanos, caminantes con destinos diferentes que necesitan hacer un alto en el camino.

La fuerza judicial y policial  los expulsó, en el acto, intempestivamente, sin tregua para poder  llevar consigo sus enseres, y alguna ropa de abrigo para afrontar aquella noche fría, ya que tendrían que dormir al sereno, vigilantes, pegados a los muros de su casa, donde quedaban encerrados y precintados sus animales y sus pertenencias...

Preparas una mesa delante de mis enemigos, unges mi cabeza, mi copa rebosa”.



Pero, Dios escribe derecho con renglones torcidos, dicen los que saben. En su divina providencia, Dios mismo, a veces, nos mueve y nos zarandea, como en este caso hizo en la pareja expulsada,  para que encontrara otras soluciones mejores, para que acertaran con la puerta a donde habían de llamar, donde les abrirían y estarían dispuestos a echarles una mano.

Por eso ahora, esta pareja de excluidos sociales,  expulsados del parque natural que ocupaban tan respetuosamente, y hasta devotamente, pueden disfrutar de una vivienda digna, en un medio aún mejor que el que habitaban. Ha sido el resultado de una confluencia de esfuerzos y buenas voluntades, de tenacidad y de fe. 

Ya sólo falta que dispongan lo antes posible de recursos suficientes para ser autónomos completamente, porque seguro que seguirán siendo tan agradecidos  y generosos como en l0 eran en la escasez, son gente muy probada.

Hoy día queremos arreglarlo todo con un clic,  y del mismo modo queremos que nadie sufra necesidad alguna, ni siquiera la mínima... No quisiera parecer conformista, todo lo contrario, pero creo que el ser humano es imprevisible, siempre habrá personas tan diferentes que no es posible encuadrarlas, ‘enjaularlas’; incluso están aquellas que ‘no necesitan’ de la caridad o ayuda ajenas, capaces de sufrir las consecuencias de su forma personal y original de ver la vida, sin culpar a nadie más que a sí mismos, ni tener mucho que agradecer a casi nadie... 

Debemos respetarlas a todas tal cual son, sin prejuicios, lo cual no quiere decir que no debamos prever y  atender lo mejor posible a cualquier ser humano, sea cual sea su forma de pensar y de vivir, disponer de albergues suficientes y dignos, comedores sociales bien situados, asequibles para que no tengan que desplazarse a lugares incómodos y alejados. La crisis crónica, las leyes de género, el disfrute de algunos derechos en perjuicio de terceros u otros más débiles, las múltiples adicciones...,  están provocando un número excesivo de personas sin hogar, muchas de las cuales no calculan o no piensan que pueden caer en la exclusión social, por eso les va a resultar mucho más difícil soportar las condiciones de vida como excluidos sociales... 

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida...”


Hoy, más que nunca hacen falta personas capaces de acoger y ayudar, porque son muchas las personas que necesitan ayuda, material y afectiva, o sencillamente que sepan escuchar.

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