JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS
¡Las ideas que formamos a
cerca de las cosas pueden atormentarnos mucho más que las propias cosas, por
malas que sean!
Nuestra racionalidad
llena los espacios vacíos del conocimiento con creaciones de la imaginación.
Pero el resultado nunca es bueno, cuando se termina por confundir lo imaginario
con lo real. La imaginación tiende a deformar la realidad, presentándonos como
peor lo que no es tan malo, o mejor, lo que no es tan bueno.
Cuando se imagina lo mejor es más sublime, el riesgo de desilusión aumenta de
forma brutal, al punto de bastar un instante de realidad para que la catedral
que construimos se reduzca a una mera sombra de polvo que se posa sobre las
ruinas.
Cuando la imaginación se
deja guiar por el mal, crea desgracias de tal forma trágicas que nos hacen
sufrir más que si fuesen reales.
Por eso, es necesario
tomar una cierta distancia entre la realidad y la representación que de ella
nos hace la imaginación.
Ya es preocupación
suficiente intentar resolver los problemas reales de hoy, no perdiéndonos en
hipótesis más o menos creíbles. ¿De qué vale huir de los males de hoy rumbo a
lo que nos parece ser un sueño si, en realidad, estuviéramos metiéndonos en una
verdadera pesadilla?
Lo que es más cierto es
lo incierto y es necesario aprender a vivir con ello, a pesar de los miedos y
de las ilusiones.
Cada uno de nosotros es
también una obra hecha de sueños y pesadillas. Pero somos más, mucho más. Somos
lo que ningún sueño o pesadilla consigue ser: somos vida. Una vida concreta,
irrepetible y auténtica.
Lo peor de los sueños es
que pasan; lo mejor de las pesadillas es que pasan también.
El bien parece siempre
tardar y después volar lejos; el mal parece empeñarse en quedarse... pero cada
uno de nosotros escoge lo que quiere dentro de sí y lo que sale fuera de su
corazón.
(ilustração de Carlos
Ribeiro)
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