Opinión de José
Luís Nunes Martins
Nuestro
espíritu debe descansar también. Es fundamental darnos paz a
nosotros mismos. Sólo nosotros podemos conceder este don a nuestro
corazón. Nunca nos va a llegar desde fuera.
Es
esencial que sepamos encontrar y valorar los tiempos para parar,
pensar y sosegarnos.
En cada
hora un minuto, lleno de paz, sosiego y tranquilidad, será
suficiente para que nuestra disposición y humor mejoren y, así, nos
podamos disponer a los trabajos que forman parte de nuestro deber.
Que cada
día haya un tiempo para cerrar los ojos, sintiendo la vida,
agradeciendo las fuerzas y los talentos y saboreando las cosas buenas
de la existencia, por más pequeñas que sean o nos puedan parecer.
Cada
semana un día, dedicado a pasarlo con aquellos que están o
debieran estar más próximos. Escuchando, admirando y cuidando.
Compartiendo la alegría y las tristezas del día a día.
Cada año
algunos días, hay que hacer un intervalo entre los desasosiegos,
volar con el fin de ver bien la línea del camino construido y
recorrido, así como para saber cuales serán las opciones en
adelante. En verdad, por más que hayamos llegado al punto donde
queríamos, eso, no significa que estemos caminando en el sentido
correcto.
El
silencio no tiene que ser un tiempo de aburrimiento o infelicidad.
Muy al contrario, puede ser un punto álgido donde, apartados del
tumulto cotidiano, nos podamos encontrar con nosotros mismos y
dialogar. Descansar es también estar donde nadie nos vea. ¡A veces,
podemos huir ante los ojos de otros, sin que ellos se den cuenta!
¡Ellos están ahí y nosotros... encima de una montaña desde donde
se ve el mar!
Hay
quien tiene mucho miedo de sí mismo y huye, por todos los medios, de
los momentos en que teme oírse, de las ocasiones en que no puede
mentir de ninguna forma, de los instantes donde la verdad es
evidente.
Nuestro
espíritu debe también descansar. Darnos paz a nosotros mismos es
fundamental. Sólo nosotros podemos concedernos este don al corazón.
Nunca nos va a llegar desde fuera.
La
coherencia de vida y la armonía de la existencia se fundamentan en
el bien que hacemos. En la forma como nos entregamos. E, si nos
podemos entregar mejor, entonces es eso mismo lo que debemos hacer.
Sin egoísmo, fingimiento, superficialidad, hipocresía, presunción,
arrogancia u orgullo. El silencio y el descanso son esenciales para
perfeccionarnos. El esfuerzo constante agota.
La
grandeza de mi silencio está en la confianza de que, aquietando mis
preguntas, podré cuchar respuestas que no son mías... y la verdad
que susurran.
Ilustración
Carlos Ribeiro
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