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viernes, 14 de septiembre de 2018

El Reino de Dios II



Pablo Garrido Sánchez

Decisión de JESÚS  en el desierto 

JESÚS toma decisiones capitales en medio de intensas tentaciones. San Marcos sugiere una acción tentadora mantenida a lo largo de los cuarenta días, y san Mateo  y san Lucas las condensan en tres, que coinciden básicamente en los dos sinópticos. Se resiente un tanto aquel principio espiritual de algunos santos que nos dicen: “En tiempo de tribulación  no conviene  hacer mudanza”. En tiempo de tribulación hay que tomar decisiones, porque la cosa lo exige y no se pueden dilatar las acciones debidas.

JESÚS tiene que decidir en esa etapa del desierto el modo de llevar adelante el encargo del PADRE, que pide a todos “escuchemos a su HIJO amado” (Cf. Lc 3,22). Las tres peticiones iniciales del padrenuestro se pueden aplicar a JESÚS en toda su extensión: nadie va a reflejar mejor que ÉL la santidad del PADRE; ÉL conoce con exactitud la naturaleza del Reino que el PADRE desea implantar en el mundo; y nadie está dispuesto a cumplir la voluntad del PADRE como lo está ÉL. Estas tres peticiones del padrenuestro tuvieron que resonar de múltiples formas en la oración de JESÚS durante aquellos cuarenta días. Los dos evangelistas, Mateo y Lucas, elevan la tensión hasta plantear un combate entre Satanás y JESÚS. El enemigo del hombre por antonomasia, Satanás, buscaba por todos los medios apartar a JESÚS del cumplimiento de la voluntad del PADRE, y le sugiere, “haz que estas piedras se conviertan en panes” (Cf. Lc 4,3); tiene que convencer a JESÚS que la santidad de DIOS es compatible con el protagonismo personal amparado incluso en la institución religiosa, y le sugiere una acción espectacular que atraiga las miradas de todos los que sostienen el culto en el Templo: “desde lo más alto del Templo tírate y los Ángeles te acreditarán delante de todos, haciendo que tu pie no tropiece en la piedra” (Cf. Mt 4,9-10); y Satanás procura arruinar el proyecto fundamental de JESÚS, presentándole otro alternativo más resolutivo: “Todo lo que ves es mío, y lo concedo a quien yo quiero; pues bien, todo te lo doy ahora, si te postras y me adoras” (Cf. Mt 4,6-7). Satanás propone a JESÚS una vía rápida, una alternativa distinta a la que el PADRE había previsto.

Cualquiera de las secuencias de la vida de JESÚS reflejadas en los evangelios resulta  misteriosa, pues siempre nos quedamos al inicio de un camino que se prolonga sin que se aprecie el final del mismo; así sucede con el tiempo de las tentaciones en el desierto. A la vista de los textos sagrados sabemos que JESÚS tomó decisiones capitales, que para nosotros no han perdido nada de su vigencia, pues marcan la senda del camino personal de cada cristiano y de la Iglesia de JESUCRISTO en general. A JESÚS en el desierto se le ofrecieron dos caminos: el del Siervo de YAHVEH, y el del poder político y religioso. El camino del Siervo de YAHVEH significa depender del Amor de DIOS en todo momento, sin más apoyos reales; y la segunda vía que resultaría un fraude estaría sustentada por todos los poderes humanos. JESÚS sabía que el Reino de DIOS comenzaba en ÉL, y en la transformación interior de sus seguidores se debía propagar; y utilizar otra vía acabaría con el proyecto dispuesto por el PADRE. Este eje central no ha variado, por lo que teniendo en cuenta lo anterior encontramos explicación a las grandes deficiencias presentes dentro de nuestra Iglesia. El enemigo externo al que se acude de manera reiterada para justificar los propios males, es una mansa mascota comparado con el daño interno infringido por decisiones erróneas a lo largo de los siglos, que justificamos apelando a las circunstancias del momento. Si JESÚS fuese a tener en cuenta las circunstancias de su época se hubiera asimilado a la clase sacerdotal existente en el Templo de Jerusalén, y con eso habría arruinado su misión, el proyecto dado por el PADRE y, en definitiva, la Redención.

El desierto y la expectación mesiánica

Retrocedemos dos siglos para situarnos en la rebelión macabea, que pretende devolver a Israel a la religión Yavista. Antioco cuarto Epifanes gobernaba un tercio del antiguo imperio de Alejandro Magno, y en aquella tendencia expansionista que caracteriza a todo imperio anexiona la parte de Egipto, gobernada por los Tolomeos,  más el territorio situado entre los dos, el territorio de Israel.  La conquista  de Israel por una potencia extranjera no resultaba una novedad, pero lo que produjo profunda animadversión fue el intento de ingeniería social, diríamos hoy, a la que el rey Antíoco pretendió someter a los  judíos.  Antíoco quería un trasvase a la cultura griega de todas las costumbres judías marcadas siempre por su religión. Aquello produjo la rebelión de Judas Macabeo y sus hermanos. Estamos hacia el año ciento cincuenta (a.C.), y se desencadena una guerra de guerrillas contra las  fuerzas ocupantes, que se va prolongando y se mantiene hasta la dominación romana en el año sesenta (a.C.).

Todos estos avatares van a condicionar distintas reacciones religiosas. Por aquel entonces estaba presente el grupo de los “hasidin”, o los piadosos, que buscaban  el cumplimiento preciso de la Torá con el fin de mantenerse fieles a la religión de los padres, el culto a YAHVEH como el único DIOS. Cuando las circunstancias apremian, las posturas se radicalizan, y en aquella época así sucedió: los “hasidín” se escindieron en dos grupos, los fariseos y los esenios. Del grupo de los fariseos tenemos abundantes noticias en los evangelios; de los esenios no existe mención alguna en todo el Nuevo Testamento. El grupo de los fariseos forma parte del Sanedrín junto con algunos escribas y la clase sacerdotal; y los esenios prescinden del Templo y un grupo selecto se retira al desierto. Los descubrimientos de Qumran, en el año mil novecientos cuarenta y ocho, aportaron una amplia información sobre este grupo religioso.

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