El amor no es una respuesta. No resulta de una necesidad del otro. No es segunda parte de cualquier tipo de historia.
El amor es el primer paso, una creación interior, el nacimiento de una relación, una obligación tan íntima que es más fuerte que la voluntad más profunda.
Podemos tropezar siete veces en la misma piedra sin llegar nunca a aprender donde está ella. Aún así, jamás podemos dejar de buscar a alguien que amamos o que queremos amar, so pena de morir por olvidarnos de vivir.
Ser rico no es acumular bienes, es dejar fuera lo que no es valioso y dar lo que no es esencial, es ser libre por haberse desprendido del peso que impide volar y amar.
Todos tenemos una razón por la cual debemos vivir, luchar y morir. Ese es nuestro porqué. El significado de nuestra existencia, el porqué de nuestra llegada a este mundo y el paraqué de nuestro futuro.
¿Amar entristece porque implica sufrir? No. Quien acepta amar sabe, desde el inicio, que eso supone el mayor de todos los sacrificios: dar la vida.
Amar es entregarse al otro, suceda lo que suceda, durante todo el tiempo, sin término.
Amar solo tiene un porqué: amo porque quiero ser yo.
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