sábado, 31 de agosto de 2019
Como llevar a alguien donde no quiere
Cuando se persigue controlar a alguien, una de las estrategias más eficaces es desacreditar sus costumbres, relaciones y preferencias. Para que se pueda sentir tan libre, que, así aislado, sea fácil de manipular.
La identidad de alguien depende de un respeto profundo por su pasado, por sus relaciones, incluso las que se han perdido, y por aquello en lo que cree. Nosotros no somos lo que sentimos o queremos: somos sobre todo lo que recibimos de los que nos engendraron y criaron. No seríamos quien somos si hubiésemos nacido en otro contexto, tiempo o lugar.
Quien pretende que pensemos y elijamos de forma diferente tiene, por eso, que apartarnos de las tradiciones, los lazos humanos, próximos e íntimos, y de nuestros valores. ¿Qué queda cuando todo esto se pone en duda? Alguien, a quien se le ha quitado todo lo que recibió y amoldó a su personalidad, necesita una orientación con urgencia, quedando más abierto que nunca a propuestas de vida que antes había considerado imbéciles.
Alguien con débil ligazón con el pasado, ni valores activos, no tiene nada que defender y, por eso, es una especie de mercenario potencial, porque está a merced de quien lo conquiste para una causa cualquiera.
Cuando se trata de vender un producto cualquiera, en primer lugar, es preciso crear la necesidad del mismo. Si ya se ha ofrecido propuestas semejantes, entonces hay que desacreditarlas.
La consecuencia es sencilla: quien nos quiere manipular, prometiéndonos el cielo de la libertad, corta el ancla de la identidad a fin de que, con nosotros a la deriva, les sea más fácil llevarnos a donde no iríamos. Sólo puede ser todo quien no es nada.
Esto da resultado, tanto con los adolescentes que quieren la admiración rendida y el amor de quien no los quiere, como con una ideología política cualquiera. Este tipo de utopías explota siempre a los desgraciados, prometiendo mundos y riqueza a quien, como ellos, no tienen nada que perder.
No respetar el pasado, la ligazón y los principios de alguien es una forma eficaz de atraer, a través de la libertad, a la apretura completa a una nueva posición, en virtud del vacío que crea.
Nuestra identidad es definida a lo largo del tiempo, por nuestras herencias (genética, cultural y familiar) así como por nuestras elecciones (respecto a nosotros, a los otros y de aquello en que creemos). Sin la solidez de esta columna vertebral, de este tronco, seremos nada en busca de alguna cosa, tan hambrientos que nos alimentaremos de la primera cosa que nos presentaran. Después de naufragar, aceptaremos cualquier mal que se nos tienda.
Queda aún otro factor muy importante: la multitud. Juntamente con otros tendemos siempre a hacer cosas que nunca haríamos solos, porque es difícil encontrar a alguien que se considere inferior a nosotros. Una multitud es siempre infantil y no debemos dejarnos convencer por su irracionalidad.
El problema es mayor porque son pocos los que perciben que la verdad no resulta de la voluntad colectiva. Aunque haya unanimidad en torno a una falsedad, eso no altera en absoluto su perversidad.
Es muy importante que consigamos respetarnos siempre hasta el punto de pensar y sentir por nosotros mismos. En verdad, lo que piensan sobre mi no tiene valor, solo me debe importar lo que soy.
Hoy vivimos en un mundo donde se valora más lo temporal y relativo que lo permanente y absoluto. ¿Lo nuevo nos parece mejor que lo antiguo, por qué? Porque para vendernos lo nuevo, nos convencen de que detestemos lo antiguo, con tantos argumentos y sentimientos que… acabamos por dejarnos encaminar hacia destinos que están en el lado opuesto a los nuestros.
Las relaciones humanas deben cultivarse, no sirven para que las agotemos.
Nuestra herencia es un valor que trae consigo la sabiduría, hecha de éxitos y fracasos, de los que nos precedido, no nos aprisiona ni pesa, antes bien nos permite volar más lejos. Nuestras elecciones deben estar basadas en aquello en que creemos, concretando nuestra libertad de la mejor forma posible.
No podemos ser más libres que cuando nos obedecemos a nosotros mismos. Respetando y asumiendo nuestras herencias genética, familiar y cultural.
No debemos dejarnos llevar por caminos que no son los nuestros, que huyen de la verdad, aunque nos prometan libertad y felicidad.
Cuidado: yo no soy el centro del mundo. De ningún mundo, ni del mío.
Soy suelo de los que amo, de ninguno más, mucho menos lo seré de los que solo se quieren servir de mí.
Soy un camino. Mi camino. Rumbo al cielo.
Acerca de Octovilo Mateos Matilla
Mi nombre es Diego Fernando García, soy el administrador del Pensamiento Serio.
Soy un lector de filosofía, libros que hablan de pensamiento humano, mi corriente filosófica es: neo-realismo analógico.
Escritor de blog, artículos, creador del proyecto «pensamiento serio» Es un sitio de filosofía sociedad y religión católica. Con recursos como: texto, imagen, audio , vídeo, diapositivas y diferentes formatos adaptados a este espacio.
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