Tu vida es un mensaje. Que tu existencia sea un mensaje de esperanza para quien la mire. Que los otros vean en ti la prueba de que todos tenemos la posibilidad de ser felices en este mundo, a todas horas y en cualquier lugar, todos los días.
Deja que los otros te lean. Hoy, más que los héroes, son necesarias personas corrientes, capaces de estar en el mundo con ganas de vivir. Abiertas a lo inesperado, sin la arrogancia propia de aquellos que creen que ya nada les puede sorprender.
La admiración no siempre lleva a pasar a la acción. Tal vez porque solemos colocar los modelos demasiado altos, a un punto tal que resultan inaccesibles, y muchas veces se hace intencionadamente. Los ejemplos a seguir deben ser los de personas como nosotros, que, de una manera u otra, consiguen encontrar la forma de hacer lo correcto.
Es urgente que alguien vaya al encuentro de otros sin juzgarlos, casi como haciéndose culpable. El orgullo no se vence con un orgullo mayor, porque solo con humildad se llega a lo más importante.
Cada vez se da más valor a lo secundario. Lo esencial es sencillo. Lo principal es aquello que satisface nuestras necesidades básicas. Todo lo demás es superficial y bastante pasajero.
¿Has reparado ya que la vida pasa?
¿Dónde ha quedado el niño que fuiste? ¿Y el adolescente que fuiste después? ¿El joven adulto que miraba el mundo con el deseo de hacerlo mejor?
Si nos apercibimos, morimos y nacemos cada día.
¿Qué podemos hacer? Habrá quien ignore o finja que tal cosa no sucede; ¡habrá quien resista, como si eso fuese posible! Y hay mucha gente que se entristece con la resignación propia de quien se siente engañado.
Tal vez lo mejor sea que aceptemos la vida tal como es. Debemos abrazar incluso nuestra propia sombra, lo menos bueno de nosotros. Aceptando las pérdidas como parte del camino. Vivir y también ir perdiendo fuerzas, amigos, recuerdos, sueños.
Nunca es tarde para vivir y ser un gran amor.
Incluso porque el camino hacia el cielo de mucha gente puede pasar por ti
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